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lunes, 25 de agosto de 2025

4:52 p.m.

El Ocaso de la Democracia (liberal) y su paso a la Deriva Autoritaria

Armiche Padrón

Secretario de Formación ideológica del

Comité Central  del PCV-Dignidad,

22-08-2025.



¡Trabajadores, Uníos!
Con el fin de la I Guerra Mundial, el planeta entero entra en una dinámica en la que los principales titulares y análisis se centraban en la llamada Guerra Fría, como enfrentamiento directo entre el Capitalismo y el Comunismo. Uno de los puntos de apoyo principales (político e ideológico) de la burguesía en este periodo, imperialista, fue el de plantear como objetivo de la humanidad civilizada, a alcanzar en todas partes, y sin atender particularidades históricas, económicas o culturales el “deber” de construir la “democracia”. Pero no cualquier democracia.

 

La democracia que comienza a “popularizarse” y a exigirse desde los centros de poder que controla la burguesía exigía rasgos definitorios sobre los cuales sustentar el calificativo de “moderna” o “civilizada” con la que el capital otorgaba membresía a tal o cual país. No bastaba convocar a “elecciones libres”, ni siquiera era imprescindible la “división de poderes”, mucho menos descansar en la “soberanía popular” la fuente del poder político. No. La democracia exigida y santificada debía (debe) partir por la defensa irrestricta del principio al derecho a la propiedad privada de los medios de producción. Sólo a partir de este principio se levanta todo el sustento que permite matizar, jerarquizar, evaluar y ponderar cuando una democracia es válida, buena, civilizada; o cuando, por el contrario, el régimen político es un cáncer que atenta contra los principios morales y modernos de la civilización humana.

 

La “democracia” liberal, al igual que el principio de “soberanía”, por ejemplo, son fórmulas que se construyen a fin de viabilizar el accionar de las burguesías a través de los Estados nacionales para consolidar el modo de producción capitalista. La burguesía, a través del sistema educativo y los medios de comunicación, por ejemplo, vende la idea de que dicho Estado se sitúa por encima de los diferentes intereses representando los intereses generales de la sociedad, cuando en verdad, en una sociedad dividida en clases, el Estado representa a fin de cuentas los intereses de la clase dominante y de sus clases, fracciones y grupos sociales aliados.

 

El “problema” es que desde finales del s. XX el llamado ideario democrático liberal viene haciendo aguas de manera proporcional a la crisis del sistema capitalista de producción, al no impedir la caída de la tasa de la ganancia del capital monopólico. Basta con revisar las crisis políticas desarrolladas en sociedades tan particulares como USA, Rumanía, Venezuela, Brasil, Ecuador, Honduras, Ucrania, Corea del Sur y reconocer en ellas la inutilidad de términos como gobernanza, gobernabilidad, populismo, representatividad o institucionalidad democrática. Estos conceptos, si antes servían para definir y contrastar procesos, ahora se emplean para caracterizar fenómenos totalmente diferentes, a igualar situaciones diversas sobre la base de asentar una retórica llamativa pero sin valor analítico.  

 

Tal y como Lenin planteó en su momento, llegamos de nuevo, y con más fuerza, a un punto donde «las relaciones de economía y de propiedad privada constituyen una envoltura que no corresponde con el contenido (…) ¨[y que] pueden permanecer en estado de descomposición durante un período relativamente largo». Es en este sentido que podemos llegar a entender por qué la llamada Deriva Autoritaria se va instalando de manera progresiva en los sistemas políticos liberal-burgueses actuales, sin importar si están liderados por la derecha o por la izquierda.

 

No será con etiquetas, ni con análisis sistémicos, ni con ópticas geoestratégicas, que podemos comprender la complejidad del momento político actual.

 

No se puede desconocer como en la actualidad la intervención judicial desplaza el debate y las prácticas políticas, llegando a sobredimensionar la “interpretación de la norma” y el abuso, contradictoriamente ilegal, de los tribunales en la esfera política (poder). Tampoco podemos dejar de ver cómo avanza el “sentimiento conservador” (religioso o laico) avanza de manera peligros. De igual manera, debemos atender a cómo la derecha y la izquierda se conjugan entre sí en la práctica económica (neoliberalismo), o como califican a sus adversarios de la misma forma (terroristas).

 

Es necesario comprender que históricamente la burguesía demuestra su capacidad por “sacrificar” sus puntos de vista, en este caso la necesidad de una sociedad democrática, una vez que la reproducción ampliada del capital está en peligro y no responde a criterios contables. El surgimiento de regímenes nazi-fascistas, de dictaduras militares han sido, hasta ahora, excepciones santificadas por la burguesía porque garantizan la viabilidad del capital y a la vez mantenían a raya al movimiento obrero y los movimientos populares con evidentes signos de poseer naturaleza revolucionaria. Toda vez que en la actualidad la burguesía siente que no existe un sujeto revolucionario activo (por ello ha dedicado tanto esfuerzo en su fragmentación a través de las teorías identitarias) la necesidad de rescatar los niveles de reproducción del capital la llevan a fortalecer organizaciones de ultraderecha que adelanten su programa económico. La socialdemocracia, incapaz de discutir con la burguesía, sin “sujeto histórico” con el cual negociar, terminan asumiendo las necesidades de la burguesía y traicionándose, de nuevo, a sí misma, plegándose a las mismas posiciones de la ultraderecha. Así, los socialdemócratas (incluyendo el progresismo y algunos PC´s) terminan formando parte del juego de la burguesía monopólica que está empeñada en construir el Leviatán burgués del s. XXI, y apoyando algunas derivas autoritarias, respondiendo así a intereses grupales o de direcciones políticas.



 

lunes, 26 de mayo de 2025

8:06 a.m.

LA DEGRADACIÓN DEL INTERNACIONALISMO PROLETARIO A UNA FORMA DE SOLIDARIDAD MERCANTIL SIMPLE

Armiche Padrón

Secretario de Formación ideológica del

Comité Central  del PCV-Dignidad,

26-05-2025.

 

Internacional Comunista.


La crisis del movimiento obrero a nivel mundial, con los espacios de resistencia que en él aún se mantienen, y con unas dimensiones históricas nunca antes vistas, nace de una diversidad de factores objetivos que inciden en el desarrollo de la clase obrera. En este proceso histórico los niveles de confusión son pronunciados desde el mismo momento en que los principios de la concepción científica del mundo van dejando paso a su permeación por teorías, ideas y hasta mitos, construidos desde la burguesía en sus espacios, que van desde los filosóficos hasta los partidistas y pasando por los instrumentos de propaganda que durante décadas han venido financiando. Así, la clase obrera de manera vertiginosa se retrotrae al predominio de programas fantasiosos y de ideas asentadas en el evolucionismo, cuando no en el heroísmo de generaciones pasadas, con la clara intención de formar la idea de una salida rápida, pacífica y “natural” a la crisis progresiva y recurrente en la cual el capitalismo arrastra a la clase. Es decir, el reformismo se apodera de la clase, y los oportunismos campean en las organizaciones revolucionarias.

 

Si la clase es pasto de este tipo de condiciones, la situación de su vanguardia histórica no escapa a ello. Lenin siempre alertó que los oportunismos, tanto de derecha como de izquierda, son el mal permanente para los partidos comunistas, y hoy en día están presentes en buena parte de la comunidad internacional de partidos comunistas y obreros. La razón de ello nace en la existencia de la lucha de clases, aun en el periodo de transición, que permite que elementos pequeñoburgueses encuentren condiciones y posibilidades de alianzas para desarrollar visiones distanciadas de los principios fundamentales del marxismo-leninismo, cuando no son, directa o indirectamente, alentadas por el enemigo de clase: la burguesía, el imperialismo.

 

En el caso de América Latina, la desaparición de la URSS fue la garantía para rebuscar en las viejas bibliotecas, pero no para estudiar las fuentes originarias con espíritu marxista, sino para revivir posiciones nacidas en el bernstenianismo, y que hoy están presentes en programas de gobierno, líneas políticas de partidos, en el modo de vida de la militancia y, peor aún, que han calado en las “escalas de valores” que definen acciones políticas de no pocos dirigentes y direcciones políticas.

 

Hoy en día prela, como a finales del S. XIX y comienzos del S. XX el sobredimensionamiento de lo nacional y la práctica ausencia del contenido anticapitalista del que hacer. Tal y como lo planteó M
arx, el ser social determina la conciencia social, y en buena medida el avance de elementos pequeñoburgueses y el retrotraimiento de elementos proletarios son la fórmula perfecta para que el llamado progresismo, podríamos colocarlo como una actualización del populismo de finales del XIX y mediados del XX, con el cual las pequeñas burguesías radicalizadas aspiraban a un especio político que les permitiese ser actores de primera línea y no simples convidados, se presente hoy en día como algo novedoso y revolucionario cuando en realidad son elementos reaccionarios trabajando para la burguesía.

 

En este contexto las razones de Estado suman a este conjunto de problemas. Llegamos al punto en que las políticas comerciales, los manejos financieros, los pactos entre Estados y la solidaridad mediada en posturas de coyuntura, sustituyen al internacionalismo proletario para dar paso a esos pactos tan normales entre partidos policlasistas, haciendo creer que son vías para la construcción de la revolución proletaria.

 

La deriva de muchos partidos a sobredimensionar el antimperialismo (elemento común en muchas organizaciones) dejando en segundo plano los intereses de clase del proletariado convoca a dos reflexiones. La primera de ellas de Mariátegui cuando afirmó que el “anti-imperialismo resulta así elevado a la categoría de un Programa, de una actitud política, de un movimiento que se basta a sí mismo y que conduce, espontáneamente, no sabemos en virtud de qué proceso, al socialismo, a la revolución social. Este concepto lleva a una desorbitada superestimación del movimiento antiimperialista, a la exageración de la lucha por la “segunda independencia”, al romanticismo…” (Punto de vista Anti-imperialista, 1929) Bajo esta orientación, podemos entender la deriva de los partidos socialistas, radicales, nacionalistas (todos ellos “policlasistas”) y algunos partidos comunistas, que nacen con el cacareo antiimperialistas para al final terminar demostrando ser piezas fundamentales del imperialismo y con el único objetivo de desmontar los flujos de masas anticapitalistas que pueden darse en los procesos históricos.

 

La segunda reflexión apunta a que “No puede concebirse que la construcción del socialismo se inicie con un partido de la clase burguesa, con un partido que tuviera entre sus integrantes una buena cantidad de explotadores y estos fueran encargados de fijar su línea política. Evidentemente, una agrupación de ese tipo sólo puede dirigir la lucha en una etapa de liberación nacional, hasta ciertos niveles y en determinadas circunstancias. En el momento siguiente, la clase revolucionaria se convertiría en reaccionaria y se establecerían nuevas condiciones que obligarán a la aparición del partido marxista-leninista como dirigente de la lucha revolucionaria. Y ya, en América al menos, es prácticamente imposible hablar de movimientos de liberación dirigidos por la burguesía”, (Che Guevara, El Partido Marxista-leninista, 1963). Hoy en día, las organizaciones del “progresismo” no pasan de ser organizaciones incapaces de enarbolar principios anticapitalistas, pues su fin último apunta precisamente a lo contrario. Y en este elemento, allí, igual que en el anterior ejemplo, está la explicación de la deriva de los partidos socialistas que han firmado en sus discursos, el objetivo de los “socialismos nacionales” y que terminan impulsando programas, políticas y alianzas con las burguesías imperialistas, empleando cualquier excusa.


Detener la degradación del internacionalismo proletario que viene conduciendo a partidos y movimientos anticapitalistas a su suerte, por el solo hecho de mantener un status quo imaginario y decadente; detener la degradación del internacionalismo proletario y sus formas mercantilistas resulta en un punto necesario para que la clase obrera vuelva a ver, en los partidos comunistas, su referente necesario e histórico. Lo otro es seguir haciendo sombras para que los instrumentos de la pequeñaburguesía y del imperialismo, sigan “colonizando” los espacios del proletariado revolucionario.

 

miércoles, 26 de marzo de 2025

1:49 p.m.

La Paz en Europa y el proletariado

Armiche Padrón

Secretario de Formación ideológica del

Comité Central  del PCV-Dignidad,

26-03-2025.


Prof. Archime Padrón

 

Si el siglo XX se caracterizó por la lucha entre burgueses —llamados liberales, fascistas o socialdemócratas— y los trabajadores, el siglo XXI parece destinado a continuar en medio de las confusiones más absurdas, promovidas por el posmodernismo: el último intento de la burguesía monopólica por imponer una concepción del mundo capaz de enfrentar al marxismo.


Vivimos en tiempo donde cualquiera puede ser acusado de fascista, comunista, populista o idiota sin que en ello medie una argumentación sólida, pero bajo el amparo de una "libertad del discurso" aunque el mismo carezca de una base lógica al menos. Tiempos en que el proteccionismo anida en la Casa Blanca torpedeado al libre mercado que tanto se exhibía como el Dios de los nuevos tiempos.


Ejemplo de estos momentos, de aparente confusión, se dan cuando USA y Rusia deciden sentarse a "finiquitar" el caso Ucrania y todos los discursos apuntan a un lado u otro de manera indistinta: unos apoyando a Ucrania, otros apoyando a Rusia; unos hablando de "soberanía" y otros hablando del "reparto imperialista del mundo", pero todos olvidando a los trabajadores de la ciudad y el campo, carne de cañón en cualquier guerra legítima o no; olvidando a quienes promueven esas guerras bajo los intereses de la codicia y la reproducción ampliada del capital. Se pierde la conciencia de clase y se compra la identidad nacional.


Y es que estos tiempos de confusión, donde antiguos adversarios coinciden en acusar de manera idéntica, poseen en la crisis ideológica del movimiento obrero una causa fundamental a entender. Crisis en la cual la socialdemocracia (sea la tradicional o la contemporánea etiquetada como “woke” o decolonial) ha cumplido a cabalidad su trabajo en función de responder a las necesidades de la burguesía, y que hoy se encuentra “nerviosa” ante el avance de las fuerzas reaccionarias de la ultraderecha. Crisis en la cual muchas direcciones de partidos comunistas y obreros prefieren echar mano de la geopolítica antes que del materialismo histórico para definir posiciones, o apelan a conceptos abstraídos de la realidad y sofismas para el mismo trance de definición, que la mayor de las veces, solo cumple con el papel de profundizar la crisis.


Hablar del conflicto Ucrania-Rusia pasa por entender el devenir histórico de las sociedades ucraniana y rusa; pasa por tener claridad de lo que significó, de manera particular, sus desarrollos una vez que triunfa la revolución contrarrevolucionaria en la URSS; pasa por entender la naturaleza de las clases dominantes que asumen las direcciones en esas sociedades. Pasa por no sacar del análisis el papel, los intereses, la naturaleza de los pueblos trabajadores en uno y otro lado de las fronteras.


Los hechos muestran que los objetivos económicos y políticos de EE.UU. —ejecutados mediante la OTAN y Europa— no se cumplieron como esperaban. Tras tres años de sostener a Ucrania, Europa emerge debilitada, con una dependencia que la obliga a aceptar que su futuro inmediato se decide en Washington. En este contexto, asoma una posible paz tras años de postureo mediático y político. Sin embargo, esos discursos ignoran a los trabajadores ucranianos y rusos. La retórica estadounidense, que formalmente aboga por la paz, oculta su verdadero fin: empujar a Europa hacia una guerra directa con Rusia que justifique su posterior reconstrucción —y así reafirmar su dominio imperialista.


En este contexto, el proletariado no es sujeto activo, consciente. No se plantea objetivos políticos ni reivindicativos que lo movilicen. Vive un momento en que, de nuevo, es propensa a deslizarse a la derecha ante la ausencia de una vanguardia que la comprenda; de ahí el crecimiento de la extrema derecha.


La paz es necesaria para el proletariado. Es necesaria para su organización y toma de conciencia. La paz es necesaria para el proletariado y es necesario que los comunistas dejemos de caer en el ilusionismo pequeñoburgués que se deriva de la geopolítica. No le importa al proletariado, en estos momentos de debilidad, las condiciones que se impongan en esta paz; la lucha que sea capaz de desarrollar en un futuro le dará las condiciones para plantar una paz en sus condiciones, bajo sus argumentos y en razón de sus intereses.


Hay que exigir la paz de inmediato, como condición necesaria para que el proletariado desarrolle su lucha revolucionaria.


miércoles, 5 de marzo de 2025

4:37 a.m.

Declaración del CR-Sucre del PCV-Dignidad

¡Viva e PCV!
El Comité Regional del Partido Comunista de Venezuela en el Estado Sucre, electo en el proceso del XVI Congreso, ratifica el reconocimiento de los Acuerdos realizados por nuestro Comité Central en su XV Pleno, llevado a cabo el pasado 15 de febrero, en el cual se expresaron las consultas realizadas previamente a los organismos del Partido en la región.


Los comunistas sucrenses desmentimos las declaraciones emitidas por mercenarios subordinados a los intereses de la cúpula del Gobierno/Psuv, que actúan únicamente a discreción de sus jefes.


En torno a los comicios electorales anunciados por el CNE para mayo, ratificamos la orientación del Comité Central electo en el XVI Congreso del Partido, único órgano de dirección legítimo y reconocido por este Comité Regional, la cual advierte la imposibilidad de participar en unas elecciones que no poseen las condiciones mínimas para la actuación política, incluso en los términos que plantea la democracia burguesa.


La ilegalización de facto de nuestra organización, producto de una decisión irrita de los tribunales del Estado burgués, que entregó nuestras siglas a personas ajenas a la militancia del Partido; la recurrente táctica de inhabilitar de manera ilegal las candidaturas propuestas por los comunistas en momentos electorales pasados; el aumento de la represión contra toda expresión de disidencia política; la política del engaño, denigrando la condición humana del adversario; y un organismo electoral incapaz, hasta esta fecha, de mostrar los resultados de las elecciones presidenciales, son elementos suficientes para entender la naturaleza de las elecciones venideras.


Desde el PCV-Dignidad, respetamos a las organizaciones, movimientos e individualidades que han decidido participar en el proceso electoral. Las diferencias tácticas no deben ser obstáculo para seguir trabajando en la acumulación de fuerzas de una nueva alianza social y política que enfrenta a las dos fracciones burguesas dominantes, culpables de la gran catástrofe que vive nuestra Patria.


Nuestro pueblo sabe con claridad quiénes son los comunistas en Sucre y sabe diferenciar entre quienes asumen su papel como mercenarios al servicio de los intereses de la Burocracia Corrupta y quienes defienden una línea política genuina en beneficio de los intereses del pueblo trabajador.


En ese sentido, hoy 5 de marzo, cuando se cumplen 94 años de la fundación de la primera célula de nuestro Glorioso Partido Comunista de Venezuela, nuestro llamado es a reforzar el aparato celular del Partido, a seguir acompañando las luchas de nuestros trabajadores, campesinos, pescadores, jóvenes, abuelos y abuelas, pequeños comerciantes honestos, profesionales y obreros. Nuestro llamamiento es a retomar la lucha contra la sobreexplotación y su consecuencia, la pobreza, y volver a la senda para construir un socialismo real y científico, construido por el pueblo trabajador y que las élites pequeñoburguesas han boicoteado.


¡A seguir luchando, a seguir venciendo!
CR-Sucre, PCV-Dignidad

jueves, 14 de noviembre de 2024

2:36 a.m.

EL DESVARÍO DE LUÍS BRITO GARCÍA: EL ILUSIONISMO PEQUEÑOBURGUÉS

 Armiche Padrón

Responsable de la Escuela de Cuadros 

del Comité Central "Olga Luzardo" del PCV,

13-11-2024.

Armiche Padrón

El hecho de que una pluma como la de LBG sea “acusada” de poseer un carácter pequeñoburgués, puede generar efectos insospechados entre sus pares y tantos que, sin quitarles la razón, lo consideran como una de las plumas más versátiles y sagaces de la Venezuela actual. Sin embargo, el origen de clase y la concepción de vida que poseemos los seres humanos, terminan definiendo nuestras posturas que en algunos casos, como en el artículo de LBG “Lula, servidor de dos patronos” (02-11-2024), terminan veladas por el pañuelo del ilusionismo con el cual, las formas etéreas en que se manifiesta la realidad, no corresponden con su esencia: algo así como cuando conocemos a alguien y su sonrisa nos cautiva, para luego saber de la naturaleza pérfida que lo define.


Sobre los BRICS, Lula y Nicolás nació un discurso oficial desde Miraflores, de seguro muy pronto dictaminado por el TSJ como verdad única e inapelable, que mantiene la tradición de no superar la gestión de las crisis sin apelar al enemigo  externo (llámese imperialismo, guerra económica, traidores, células terroristas, incluso iguanas…, o Lula), sin que medie, de alguna manera, rastros de una autocrítica que permita asumir de manera integral las situaciones. La soberbia, en este caso, define parte de la naturaleza de la dirección política incrustada en Miraflores.


Una de las dolencias actuales de la “opinión experta”, de la “reflexión profesional” y de la “opiniología” descansa en que se gestionan los análisis con base en el uso de conceptos abstractos a falta de fundamentación científica y argumentos abriendo trochas a la especulación subjetiva y que siempre recaen en los individuos, como si los fenómenos sociales dependiesen de una persona y no de las relaciones sociales que los germinan.


Hablar de Lula pasa por entender lo que es Brasil y sus particularidades con el resto de América Latina, y entender que hablamos de una sociedad con una de las burguesías autóctonas más avanzadas de la región (por ejemplo fueron los únicos que lograron avanzar en todo el continente más allá de las primeras fases de la industrialización auspiciada por las multinacionales y la CEPAL en el s.XX) y una de las pocas con un “proyecto nacional” sobre el cual llevan décadas trabajando. Plantear, en este contexto, que Lula llegó a la presidencia para contrarrestar o enfrentar al capitalismo no pasa de ser un desliz infantil con el cual se aspira a ver a los Correa, los Nicolás, las Christinas, los Evos como líderes revolucionarios y anticapitalistas, cuando la realidad demuestra que solo aparecen en la escena con la firme intención de gestionar, administrar, viabilizar, endulzar y profundizar el capitalismo en nuestra región. Apelando a la cita de Theotonio Dos Santos que emplea LBG; la misma sirve no solo para describir a Lula, sino a todos los gobiernos “progresistas” (socialdemócratas) de la región que no pasan de una estrategia de redistribución de las rentas, sobre los rieles de las políticas neoliberales que dominan en este ciclo del capitalismo. La gestión institucional de la administración pública de estos gobiernos progresistas posee el disfraz de la prédica socialista, pero apuntan en concreto a la restauración de pactos sociales que pretenden la conciliación de clases inspirados en un moribundo Estado de Bienestar socialdemócrata. ¿Su objetivo?: impedir que las masas trabajadoras de la ciudad y del campo asuman conscientemente su papel de liderazgo revolucionario y anticapitalista.


El problema de Venezuela es que desentona en los BRICS al mostrar su incapacidad para idear un plan de industrialización que soporte la línea estratégica de los BRICS; además es un país que promueve, en su carácter rentista-parasitario, la especulación financiera del $ como sustento del sistema, y con el cual los BRICS desarrollan un pulso también estratégico. Pero lo más importante, el Gobierno de Nicolás y de la burguesía que lo acompaña (Fedecamaras y Fedeindustria) han demostrado como conserjes de la administración pública ser unos ineptos, y bribones, incluso dentro de los parámetros de la moral liberal. Estos elementos permiten entender el porqué del veto, que debió ser consensuado, para impedir el ingreso de Venezuela, pero no el de una economía en peor estado (Cuba) o que arrastra problemas de legitimación más graves (Nicaragua).


LBG en su intento por caracterizar a Lula como un oportunista que juega entre los dos polos dominantes organizados del capitalismo (BRICS y G20), hizo el favor de describir el oportunismo de Nicolás Maduro, que permite a Chevrón el control de la industria petrolera y que pretende que Rusia y China alimenten con recursos sus necesidades de alimentar la economía ilegal con que se mantienen en el poder.


El ilusionismo de algunos intelectuales, de seguir viendo revolucionarios en gobiernos  de mediocre tino socialdemócrata, los lleva por el camino de la incomprensión de lo que sucede en la realidad concreta.


lunes, 26 de agosto de 2024

8:23 p.m.

El palurdo anti-imperialismo madurista

 Armiche Padrón

Responsable de la Escuela de Cuadros 

del Comité Central "Olga Luzardo" del PCV,

24-8-2024
Nicolás Maduro proscribió al PCV en 2023.

El clímax desatado por las pasadas elecciones venezolanas en el seno de la izquierda, y las muestras de solidaridad automáticas e inescrupulosas (preñadas por la ausencia de un análisis riguroso, no digamos marxista) de las direcciones, incluso de partidos comunistas, redundan en al menos tres coincidencias: primero el carácter anti-imperialista del Psuv, en segundo lugar en la supuesta contradicción soberanía nacional-imperialismo; y en tercer lugar, algunos que otros buscando cómo hacerse con parte de la renta nacional que el Estado (burgués) venezolano administra con el cual se puede viajar a Caracas y tener estadía en hoteles de 5 estrellas (gastos incluidos). El resultado final gestó la reunión de una fauna variopinta capaz de lograr coincidir en un mismo escenario a trorskistas con seguidores de Kim Il Sung, a socialdemócratas con marxistas, y la presencia de feministas y accionistas del movimiento LGTBI al lado de pro-Ayatholas.

Hemos insistido en que la ausencia del análisis de clases, tan de moda desde la década del 60 del siglo pasado y hoy canonizado por el posmodernismo y sus teorías bastardas de corte regional, aunado a la moda de concepciones idealistas, traen como consecuencia obligada, quedar atrapados por la mitología política tan propia del Caribe. Si a ello sumamos cambiar el internacionalismo proletario por la solidaridad automática con los Estados burgueses, dirigidos por una pequeñaburguesía devenida en lumpemburguesía, el escenario de los encuentros “dispares” en los bares de los hoteles es un hecho evidente.

Un autor muy solicitado por parte del progretariado actual y por los revisionistas de siempre es el camarada José Carlos Mariátegui. Suerte de líder espiritual de los “antidogmáticos”, de los decoloniales y el resto de la jauría oportunista, la cual solo atienden a citar su famosa frase de que el socialismo no debería ser «ni copia ni calco sino creación heroica» (como que ese principio no hubiese sido asentado por Marx y Engels, corroborado por Lenin, y aplicado por miles de dirigentes comunistas). Pero empleemos al c. Mariátegui para evaluar el antimperialismo latinoamericano en general y el madurista en particular, con base en un texto de 95 años de existencia, como prueba de su vigencia y de la existencia de fenómenos que no dependen de las subjetividades, mucho menos de su fetichización.

En dicho trabajo se evalúa las posturas de Haya de la Torre y el Apra peruano en torno al imperialismo, en perspectiva marxista; y se define la naturaleza y el carácter del anti-imperialismo latinoamericano sin caer en el cálculo político del oportunismo o el pragmatismo (a veces monetario) de la ignorancia y la traición.

El primer elemento que considera Mariátegui en su texto Punto de Vista Anti-imperialista es el de las “condiciones materiales” de nuestras sociedades. No parte, a desmedro de los revisionistas, de los discursos o de posturas moralistas. Mantiene el principio marxista alcanzado por Marx en 1859 de que el ser social determina la conciencia social y no al contrario.

Con esta fundamentación se interpreta el carácter semicolonial de nuestros países, y Venezuela hoy en día no es la excepción cuando vemos el papel de la transnacional petrolera Chevron y su participación directa en la industria petrolera nacional. Esta condición semicolonial garantiza la penetración permanente del imperialismo (más aún en tiempos de la llamada globalización) en nuestras sociedades sin necesidad de la presencia militar. Este elemento permite comprender la nula predisposición, tanto del Estado como de la burguesía, por “admitir la tarea de luchar por la segunda independencia” (lucha antimperialista); simple y llanamente las llamadas burguesías nacionales en realidad no pasan de ser burguesías autóctonas (como bien definió Ernesto Che Guevara), transnacionalizadas y despreocupadas por la soberanía nacional (por mayores niveles de autonomía nacional) que, para ellas, no es rentable. Si a ello le añadimos la particularidad de la sociedad venezolana, dependiente en extremo de la renta petrolera (actividad económica que se realiza en el exterior, de manera independiente a las características que asume la productividad nacional) y que condiciona tanto a la burguesía autóctona (quien domina la estructura del Estado) como a capas de la pequeñaburguesía que desde mediados del S. XX (bien como Fuerza Armada, bien como partidos policlasistas) se les encargó la administración de dicho Estado, es fácil entender la indisposición de una y otra por la defensa de la soberanía nacional, incluso a su identificación sincera, con la solidaridad hacia las masas trabajadoras.

Mariátegui concluía, a partir de estos elementos concretos, que “el factor nacionalista (…) no es decisivo ni fundamental en la lucha anti-imperialista en nuestro medio”. A contrapelo de lo que puede presumirse de no pocas notas de solidaridad con la “victoria” de Maduro (a esta hora de los días ilegítima y con profundos visos de ilegitimidad crecientes), es que muchos ven en esta victoria anti-imperialista un avance, cuando en verdad profundizan irresponsablemente una mayor derrota para los sectores realmente anti-imperialistas. Cita el mismo Mariátegui la tesis aprista: “somos de izquierda (socialistas) porque somos anti-imperialistas” y continúa, en lo que para nosotros es la descripción perfecta del madurismo…, “El anti-imperialismo resulta así elevado a la categoría de un programa, de una actitud política, de un movimiento que se basta a sí mismo y que conduce, espontáneamente, no sabemos en virtud de qué proceso, al socialismo”. Es a un proceso de igual naturaleza y características que algunos izquierdistas y comunistas defienden con sus insípidas declaraciones de solidaridad. Proceso en el cual existe una “superestimación del movimiento anti-imperialista, a la exageración del mito de la lucha por la “segunda independencia”, al romanticismo que estamos viviendo”.

La ausencia de un análisis de clases, científico, impide advertir que lo que nació como una revolución democrático-burguesa con visos de poder transitar a formas de socialismo más acabadas, iniciada por Chávez, caducó. Murió desde el momento en que fue incapaz de batirse a duelo con las condiciones materiales de existencia; falleció desde el momento en que aunque fue capaz en su primera década de movilizar a las masas obreras y campesinas, incluso a sectores nacionalistas de la burguesía y la pequeña burguesía, no entendió que a pesar de ello no se alteraban los antagonismos de clases. El madurismo es, simplemente, el ciclo post “revolución bolivariana”. Asume el discurso anti-imperialista pero los sujetos que lo exclaman (la burguesía autóctona, parasitaria y capas de la pequeña burguesía; ambas lumpenizadas al calor del rentismo) desde el poder no pueden, están negados a desarrollar una política anti-impeialista más allá de un discurso que se contradice con las políticas económicas de alianza con la oligarquía financiera internacional (caso del vínculo con Rothschild y su vinculación directa al Banco Central de Venezuela), de articulación plena como las transnacionales (si no basta con Chevron, hablemos de la sionista Nestlé).

El madurismo, al igual que el aprismo analizado por Mariátegui ”no parece haber obtenido en ninguna parte de América Latina mayores resultados. Sus prédicas confusionistas y mesiánicas, que aunque pretenden situarse en el plano de la lucha económica [solo buscan] impresionar a la pequeña burguesía intelectual”. Históricamente, Mariátegui lo plantea y todo el siglo XX lo reafirmó. El populismo latinoamericano (entendido este no en perspectiva moralista, sino como expresión de la radicalización de capas pequeñas burguesas y su búsqueda por ser parte de la dirección política en las sociedades semicoloniales) siempre ha derivado en tendencias reaccionarias. Pensemos en el APRA peruano, en el PRI mexicano, en la AD venezolana… (en el PSUV) como expresiones que en el tiempo no pasan de ser expresiones populistas pequeñoburguesas al servicio del gran capital, fundamentadas en el caudillismo místico decimonónico.

La pequeña burguesía puede, por momentos, arroparse en el nacionalismo revolucionario. Puede incluso asumir posiciones anarcoides y desear desatar el fuego más inclemente. Sin embargo, por naturaleza, se resiste a la proletarización. Le teme en el fondo porque así se socializó, así fue educada. Y esa pequeña burguesía, cuando deviene en factor de poder, sobre todo en una sociedad rentista como la venezolana, no duda en explorar las mejores condiciones que le otorga la “inversión extranjera”, asume retos para acelerar procesos de acumulación (legales o no) que la distancien de esa posibilidad de proletarización. Deviene, al final, en grupos mafiosos articulados con las fracciones principales de la burguesía autóctona, aquellas mejor articuladas con las transnacionales imperialistas, y solo les queda mantener un discurso radical, anti-imperialista sin contenido ni, mucho menos, estrategia de clase.

Solamente el anti-imperialismo funciona desde la concepción científica y materialista, desde  la postura marxistas, en razón de oponerse al capitalismo. Que no quepa duda de la posición de los comunistas venezolanos a pesar de los aires de algunos hermanos. El tiempo es inexorable. La historia no solo absuelve, también condena. Nuestra postura de denuncia contra el bonapartismo desatado en Venezuela no parte de subjetividades, de pragmatismo, mucho menos de posturas oportunistas. Deviene al calor de la lucha de clases, se concreta en el análisis materialista de las clases y sus desplazamientos, se asume colectivamente. Pero sobre todo, se sitúa al lado de las masas trabajadoras de la ciudad y del campo.         


     

viernes, 5 de abril de 2024

5:29 a.m.

¡CAMARADA JAVIER PETRUCCI... PRESENTE AHORA Y SIEMPRE!

PARTIDO COMUNISTA DE VENEZUEL
Comité Regional - Sucre
Cumaná, 5-4-24


El Comité Regional del Partido Comunista de Venezuela (PCV) en el Estado Sucre, cumple con informarle a la colectividad, en general, que el viernes 5 de abril del corriente falleció en esta ciudad el Camarada Javier Petrucci, consecuente y destacado militante comunista.


Desde el Comité Regional, y en nombre de los organismos de dirección locales y celulares del Partido Comunista en la entidad sucrense, le hacemos llegar nuestras más sentidas palabras de condolencia, solidaridad y deseos de fortaleza a todos sus familiares y amigos más cercanos, en particular a su esposa, Oglymar Farias.

 


¡"LOS QUE MUEREN POR LA VIDA, NO PUEDEN LLAMARSE MUERTOS"!

¡CAMARADA JAVIER PETRUCCI... PRESENTE AHORA Y SIEMPRE!


 

viernes, 9 de febrero de 2024

9:19 a.m.

MADURO: ¿continuidad o traición?

Armiche Padrón

Responsable de la Escuela de Cuadros 

del Comité Central "Olga Luzardo" del PCV,

9-2-2024.


Armiche Padrón.
Elemento básico en el análisis marxista de los fenómenos es comprenderlos en su movimiento de manera integral, y en la atención directa a las contradicciones internas y externas a las que se ve sometidos. Pero no basta con esto. Situar al fenómeno, si a un fenómeno social nos referimos, pasa de manera obligada por situarlo en el escenario dialéctico de la lucha de clases como piso determinante que lo define en su desarrollo histórico. 

 

Por tanto, poco importa al análisis marxista los valores, creencias o miserias; las corazonadas o expectativas que poseamos con respecto a los fenómenos. En tanto elementos de la realidad objetiva, los mismos poseen una cualidad extraña a lo que podamos pensar de ellos. 

 

El caso del autodenominado “chavismo” (y el resto de las variantes “progres” o “woke” existentes en la actualidad), por tanto, no puede ser estudiado desde las simpatías o rabias, sino en razón de los fundamentos ya esbozados, so pena de desarrollar opiniones de tipo oportunista, bien de derecha o de izquierda.

 

Al igual que el “peronismo”, no podemos dejar de comprender la emergencia de estos fenómenos en Latinoamérica sin atender que los ciclos de la reproducción ampliada del capital, con sus altos y bajos, que llegan a conformar escenarios en los que los sectores medios y pequeña burguesía se encuentran con condiciones objetivas y subjetivas en las que el desarrollo capitalista les impone insurgir en la escena política, de formas tales, que les llevan a liderar procesos que se presentan, en las primeras de cambio como novedosos y potentemente revolucionarios. Nada nuevo. 

 

Ya Marx y Engels (1850) analizaban el policlasismo alemán y el liderazgo de la pequeña burguesía subrayando su heterogeneidad (presencia de sectores progresistas de la gran burguesía y tendencias políticas en el seno de la pequeña burguesía) y remataban su análisis al Comité Central de la Liga de los Comunistas alertando, «la pequeñaburguesía democrática tiende a un cambio del orden social que pueda hacer su vida en la sociedad actual lo más llevadera y confortable».

 

Como vemos, la naturaleza y desarrollo de las pequeñasburguesías liderando procesos sociopolíticos no están circunscritas ni al espacio ni al tiempo, como pretenden los posmodernistas; aquellas vienen dadas, sí, a partir de cómo el modo de producción capitalista se desarrolla, domina y se articula con otros modos de producción en el marco de una formación económico social dada.

 

En el caso venezolano, el papel de las Fuerzas Armada, en tanto expresión mayoritaria de las pequeñaburguesía y capas medias que la conforman y dan rostro a su oficialidad, podemos encontrar elementos constitutivos de su protagonismo político desde los albores mismos del S. XX. 

 

Otro elemento a considerar, más contemporáneo, es la penetración alcanzada por sectores “utraizquierdistas” (oportunismo de izquierda) con fuertes dosis de espiritualismo filosófico-místico que marcan en su origen al liderazgo principal del chavismo, y que a partir de esa espiritualidad, se articulan de manera importante con expresamente religiosos. 

 

Otro elemento a tener en cuenta está en la tradición latifundista, originada en las decimonónicas, cuando el Ejército Libertador otorgaba tierras conquistadas a sus soldados como forma de pago por los servicios, que derivó en un proceso de concentración de tierras en la alta oficialidad de la institución, en desmedro de la soldadesca apuntalando el fenómeno del caudillismo y las dos formas de producción preponderantes en el agro venezolano (el latifundio y el conuco); y que aún hoy en día pervive bajo la identidad General-hacienda.

 

Pensar que la pequeñaburguesía que inicia el proceso político venezolano en el ocaso del S. XX es homogénea (en términos de intereses materiales, de naturaleza social y de visión ideológica); pensar que la alianza que está conformó con la presencia de lo que Marx denominó «gran burguesía progresista» también refería a un sujeto homogéneo, no puede considerarse más que un torpe esfuerzo mecanicista en el orden teórico, con consecuencias políticas reaccionarias en el seno del proletariado.

 

Al partir de la realidad concreta es bueno recordar a Lenin: «… un país [con] enorme predominio del elemento pequeñoburgués y la ruina, la depauperación (…) engendra vacilaciones particularmente acusadas en los ánimos de las masas pequeñoburguesas y semiproletarias. Estas vacilaciones llevan unas veces a estas masas hacia el fortalecimiento de la alianza con el proletariado y otras hacia la restauración burguesa» (Lenin, 1921, Sobre la desviación sindicalista y anarquista en nuestro Partido). 

 

El hecho de que el chavismo no rompiese con el sistema de producción, ni dominación burguesa, no exime, obliga, por el contrario, a entender los tonos grises de su recorrido histórico, para darnos cuenta de que a partir del 2013 esas vacilaciones en el seno de la pequeña burguesía dirigente del chavismo se enrumbaron hacia el retorno a la restauración del proyecto originario burgués venezolano, que se intenta implementar desde la década de los 80. 

 

Al ensayo primario de conducir la economía en tiempos de Chávez bajo la inspiración keynesiana, lo que implicaba una distribución de la Renta Petrolera más socializada (sin que ello significase desatender el parasitismo tradicional burgués), se le terminó por imponer, en el periodo madurista, una visión antagónica (en el seno de las visiones liberales de la economía) marcada por los dogmas monetaristas.

 

Para el marxismo, este cambio de “ánimo” lejos de circunscribirse a la interpretación psicologista, expresa los movimientos que se generan en el marco de la producción social y las necesidades de ajustar las alianzas sociales para mantener con vida la reproducción ampliada del capital. 

 

Estos sectores, las capas medias y pequeña burguesía, otrora radicalizados y cercanos al movimiento obrero, de manera progresiva se vienen transformando en grupos con una alta concentración de capital devenida, de manera principal, del proceso de corrupción socializado  en nuestro país y que trata de ser velado bajo las condiciones de “guerra”, de “bloqueo”, de “asedio” (cuestionables en la medida que no son el único ingrediente de la crisis que vive la sociedad venezolana); que de manera directa ingresa en los mecanismos financieros que la oligarquía parasitaria dispone para compartir ese botín. 

 

Ello nos recuerda la caracterización dada por Engels «… la riqueza ejerce su poder indirectamente, pero de un modo tanto más seguro», mediante la «… corrupción directa de los funcionarios» y en segundo lugar gracias a la «alianza del gobierno con la Bolsa» (Engels, 1884; El Origen de la Familia, la Propiedad y el Estado).

 

En términos concretos, el período madurista puede explicarse como el momento en el que la pequeñaburguesía rearma su alianza y coloca en la vanguardia a las fracciones tradicionales del bloque en el poder que durante el periodo de Chávez habían sido “golpeadas” en el seno de la alianza, pero que ahora pasaban a dominar la misma a cambio de que la pequeñaburguesía mantenga la dirección del proceso. 

 

La burguesía comercial-importadora y la burguesía financiera, pasan de nuevo a poseer un carácter preponderante en el seno del bloque en el poder y obliga a la pequeñaburguesía a celebrar ajustes en el sistema de dominación (desmontaje acelerado de la plataforma jurídica, social, económica y política progresista alcanzada en los primeros años del chavismo) que le permitan a estas fracciones garantizarse los beneficios en un momento complejo de las contradicciones intercapitalistas e interimperialistas a nivel mundial.

 

Plantearse una continuidad, una homogeneidad del proceso político progresista venezolano, no pasa de ser una infantilada propia del pensamiento visceral. La concepción marxista-leninista de la acción revolucionaria obliga a develar los fantasmas con los que la realidad se presenta, para hurgar en la esencia de los fenómenos. Sólo de esta manera se le podrá anunciar al proletariado la alternativa real a los programas fantasiosos de la socialdemocracia que aún son incapaces de superar las ideas primigenias de Bernstein y Kautsky. 

 

El uso de epítetos en el análisis político pueden dejarse pasar cuando llevan una intencionalidad agitativa, por tanto, organizativa, pero con la claridad que pueden conducir a un accionar errado. La claridad del diagnóstico es la base para organizar la acción revolucionaria correcta. Confundir el cáncer con el virus de la gripe demuestra que entendemos que existe una enfermedad, pero a la hora de tratarla, el paciente sufrirá las consecuencias de nuestro error.

 

El madurismo, en tanto expresión de un nuevo cuadro de alianzas que resucitan el bloque en el poder que agonizaba en el último mandato de Rafael Caldera, representa una traición, no al proletariado revolucionario, mucho menos al marxismo-leninismo. El madurismo representa una traición a los intereses materiales y a la visión pequeñoburguesa radicalizada de fines del S. XX de «hacer su vida en la sociedad actual lo más llevadera y confortable» en su intento de superar la crisis orgánica que vivía (vive) la sociedad venezolana. 

 

Pequeños sectores lograron un proceso de acumulación ilegítimo que los deslindo del resto y viene de manera progresiva, alimentando su autoridad a partir del ideario de que sus programas fantasiosos unirían la sociedad venezolana en torno a idearios identitarios, religiosos y de valores tradicionales burgueses.

 

El problema político concreto es cómo aprovechar las contradicciones generadas por ese replanteamiento de la alianza de clases surgida en el bloque en el poder en favor del proletariado, cómo este plantea un programa que exprese los intereses de las masas que ahora se ven (o siempre han estado) fuera de las intenciones políticas de quien está o acceda al poder. El problema político concreto se encuentra en cómo atraer (no cómo alejar) a la mayoría de las masas trabajadoras.

sábado, 23 de diciembre de 2023

5:49 p.m.

Kissinger y el sanguinario arte de la diplomacia

 Alfredo Ponce,
Miembro del Comité Central del PCV.


Pinochet y Kissinger.

               Henry Kissinger ha muerto el pasado 29 de noviembre a la edad de 100 años y es imposible pasar por alto su sangrienta participación en numerosos episodios que marcaron el siglo XX; aún más cuando en las últimas décadas se han hecho públicos numerosos documentos que arrojan luces sobre el criminal historial del Secretario de Estado de Richard Nixon.

 

            Entre los archivos desclasificados destaca el dossier de miles de páginas de National Security Archive, una organización sin ánimos de lucro que ha puesto a disposición del público transcripciones de conversaciones telefónicas secretas del diplomático estadounidense sobre bombardeos secretos, invasiones, golpes de Estado, espionaje y operaciones de guerra sucia en distintas latitudes.

 

            El historiador Greg Grandin estima que las acciones de Kissinger entre 1969 y 1976 provocaron la muerte de casi 4 millones de personas. Estuvo vinculado a los bombardeos sobre Camboya del 69; la invasión de Indonesia a Timor Oriental en 1975 y la masacre de tres millones de bangladesíes a manos del ejército paquistaní en 1971. En aquella época, Estados Unidos empujó a Pakistán a tomar represalias contra los bengalíes que exigían su independencia y que eran respaldados por India y la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS).

 

            Kissinger fue el arquitecto del golpe fascista en Chile. En 1970, Salvador Allende ganó las elecciones en este país, exigiendo que Estados Unidos compensara los daños causados por la explotación de los recursos naturales por parte de las corporaciones estadounidenses. Kissinger tomó los acontecimientos de Chile como un desafío personal. El día después de las elecciones, ordenó a la CIA que desarrollara un plan para derrocar a Allende. El presidente Allende murió junto con 3.200 chilenos. El país quedó a disposición de las corporaciones y los bancos transnacionales. A las empresas se les permitió sacar el 100 por ciento de sus ingresos del país.

 

            Participó en el escándalo de las escuchas telefónicas del Watergate en la sede del Partido Demócrata. Kissinger padecía un miedo paranoico a las filtraciones de información no autorizadas, por lo que ordenó al FBI que espiara a sus empleados y periodistas. No creía en la sinceridad de quienes le aseguraban su devoción.

 

            Durante la guerra con Vietnam, Kissinger, hizo todo lo posible para retrasar las negociaciones con Hanói. Se suponía que la guerra de Vietnam no terminaría hasta que Nixon asumiera el cargo. Quería concluir un acuerdo de paz y pasar a la historia como un pacificador. Toda esta artimaña le hizo “merecedor” del premio Nobel.

 

            Kissinger era un enérgico operador de la Guerra Fría. Creó las bases para una confrontación con Rusia que asegurara el dominio geopolítico de Estados Unidos. Cualquier medio era adecuado para ello. Fue con la intención de bloquear a la URSS que Nixon y Kissinger implementaron la “apertura” a China.

 

            Hoy en día, los crímenes de Kissinger se anuncian como logros: se le celebró bombardear a Vietnam del Norte para –paradójicamente– lograr un acuerdo de paz. El terror de Pinochet fue justificado como un «mal necesario» para detener el avance del comunismo en América Latina. Y los millones de asesinados en Bangladesh se calificaron simplemente como «acontecimientos trágicos».

 

    La «diplomacia» de Kissinger no sólo marcó el siglo XX, sino que aún permanece vigente en la política exterior del país norteamericano. Desde entonces, Estados Unidos ha bombardeado periódicamente países a los que ni siquiera le han declarado la guerra. Después del ataque en Nueva York en 2001, a lo largo de 20 años, cuatro presidentes estadounidenses bombardearon Pakistán, Yemen, Somalia, Libia, Siria y otros países.

 

            Este criminal de guerra a dejando una estela de impunidad. Su legado deja un sombrío recordatorio de los sacrificios humanos en nombre de la supuesta defensa de la «libertad» que se atribuyen las potencias imperialistas. ¡Ni perdón, ni olvido!