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lunes, 25 de agosto de 2025

El Ocaso de la Democracia (liberal) y su paso a la Deriva Autoritaria

Armiche Padrón

Secretario de Formación ideológica del

Comité Central  del PCV-Dignidad,

22-08-2025.



¡Trabajadores, Uníos!
Con el fin de la I Guerra Mundial, el planeta entero entra en una dinámica en la que los principales titulares y análisis se centraban en la llamada Guerra Fría, como enfrentamiento directo entre el Capitalismo y el Comunismo. Uno de los puntos de apoyo principales (político e ideológico) de la burguesía en este periodo, imperialista, fue el de plantear como objetivo de la humanidad civilizada, a alcanzar en todas partes, y sin atender particularidades históricas, económicas o culturales el “deber” de construir la “democracia”. Pero no cualquier democracia.

 

La democracia que comienza a “popularizarse” y a exigirse desde los centros de poder que controla la burguesía exigía rasgos definitorios sobre los cuales sustentar el calificativo de “moderna” o “civilizada” con la que el capital otorgaba membresía a tal o cual país. No bastaba convocar a “elecciones libres”, ni siquiera era imprescindible la “división de poderes”, mucho menos descansar en la “soberanía popular” la fuente del poder político. No. La democracia exigida y santificada debía (debe) partir por la defensa irrestricta del principio al derecho a la propiedad privada de los medios de producción. Sólo a partir de este principio se levanta todo el sustento que permite matizar, jerarquizar, evaluar y ponderar cuando una democracia es válida, buena, civilizada; o cuando, por el contrario, el régimen político es un cáncer que atenta contra los principios morales y modernos de la civilización humana.

 

La “democracia” liberal, al igual que el principio de “soberanía”, por ejemplo, son fórmulas que se construyen a fin de viabilizar el accionar de las burguesías a través de los Estados nacionales para consolidar el modo de producción capitalista. La burguesía, a través del sistema educativo y los medios de comunicación, por ejemplo, vende la idea de que dicho Estado se sitúa por encima de los diferentes intereses representando los intereses generales de la sociedad, cuando en verdad, en una sociedad dividida en clases, el Estado representa a fin de cuentas los intereses de la clase dominante y de sus clases, fracciones y grupos sociales aliados.

 

El “problema” es que desde finales del s. XX el llamado ideario democrático liberal viene haciendo aguas de manera proporcional a la crisis del sistema capitalista de producción, al no impedir la caída de la tasa de la ganancia del capital monopólico. Basta con revisar las crisis políticas desarrolladas en sociedades tan particulares como USA, Rumanía, Venezuela, Brasil, Ecuador, Honduras, Ucrania, Corea del Sur y reconocer en ellas la inutilidad de términos como gobernanza, gobernabilidad, populismo, representatividad o institucionalidad democrática. Estos conceptos, si antes servían para definir y contrastar procesos, ahora se emplean para caracterizar fenómenos totalmente diferentes, a igualar situaciones diversas sobre la base de asentar una retórica llamativa pero sin valor analítico.  

 

Tal y como Lenin planteó en su momento, llegamos de nuevo, y con más fuerza, a un punto donde «las relaciones de economía y de propiedad privada constituyen una envoltura que no corresponde con el contenido (…) ¨[y que] pueden permanecer en estado de descomposición durante un período relativamente largo». Es en este sentido que podemos llegar a entender por qué la llamada Deriva Autoritaria se va instalando de manera progresiva en los sistemas políticos liberal-burgueses actuales, sin importar si están liderados por la derecha o por la izquierda.

 

No será con etiquetas, ni con análisis sistémicos, ni con ópticas geoestratégicas, que podemos comprender la complejidad del momento político actual.

 

No se puede desconocer como en la actualidad la intervención judicial desplaza el debate y las prácticas políticas, llegando a sobredimensionar la “interpretación de la norma” y el abuso, contradictoriamente ilegal, de los tribunales en la esfera política (poder). Tampoco podemos dejar de ver cómo avanza el “sentimiento conservador” (religioso o laico) avanza de manera peligros. De igual manera, debemos atender a cómo la derecha y la izquierda se conjugan entre sí en la práctica económica (neoliberalismo), o como califican a sus adversarios de la misma forma (terroristas).

 

Es necesario comprender que históricamente la burguesía demuestra su capacidad por “sacrificar” sus puntos de vista, en este caso la necesidad de una sociedad democrática, una vez que la reproducción ampliada del capital está en peligro y no responde a criterios contables. El surgimiento de regímenes nazi-fascistas, de dictaduras militares han sido, hasta ahora, excepciones santificadas por la burguesía porque garantizan la viabilidad del capital y a la vez mantenían a raya al movimiento obrero y los movimientos populares con evidentes signos de poseer naturaleza revolucionaria. Toda vez que en la actualidad la burguesía siente que no existe un sujeto revolucionario activo (por ello ha dedicado tanto esfuerzo en su fragmentación a través de las teorías identitarias) la necesidad de rescatar los niveles de reproducción del capital la llevan a fortalecer organizaciones de ultraderecha que adelanten su programa económico. La socialdemocracia, incapaz de discutir con la burguesía, sin “sujeto histórico” con el cual negociar, terminan asumiendo las necesidades de la burguesía y traicionándose, de nuevo, a sí misma, plegándose a las mismas posiciones de la ultraderecha. Así, los socialdemócratas (incluyendo el progresismo y algunos PC´s) terminan formando parte del juego de la burguesía monopólica que está empeñada en construir el Leviatán burgués del s. XXI, y apoyando algunas derivas autoritarias, respondiendo así a intereses grupales o de direcciones políticas.



 

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