Armiche Padrón. |
El PCV, de igual forma, expresa los intereses de clase existentes en la sociedad venezolana; pero de manera consciente, voluntaria y doctrinaria representa la esencia de los intereses de la clase obrera y de las masas trabajadoras de la ciudad y del campo; negando por principio, el ingreso de ideas burguesas en sus filas.
Al no ser el PCV algo independiente de la sociedad, sino que al contrario se vincula con ella en su nacimiento y combates, termina expresando parte de la composición de la sociedad. En la particularidad de la sociedad venezolana, la llamada “fuerza laboral” (la masa trabajadora de la ciudad y del campo) en razón de ser una economía capitalista dependiente y multimportadora, se caracteriza por una presencia mayoritaria de sectores pequeñoburgueses (profesionales y técnicos, funcionarios de la administración pública, etc.).
Un Partido como el PCV, nacido en la cruel dictadura gomecista y sus secuelas autoritarias expresamente anticomunistas, que luchó contra la dictadura Pérez-jimenista, que enfrentó con las armas al betancourtismo, y que siempre estuvo bajo la ofensiva del Imperialismo norteamericano, tuvo una pérdida invaluable de cuadros obreros y campesinos que le significaron un duro golpe en un periodo largo de su estructuración, el cual se aderezó con las consecutivas expresiones de oportunistas y traidores de extracción pequeñoburguesa que marcaron un periodo muy difícil para los comunistas venezolanos. Y aún nos faltaba resistir el duro golpe del triunfo contrarrevolucionario en la URSS y los países socialistas de Europa del Este.
Se puede criticar al PCV, se le puede caracterizar en sus aciertos y errores, pero nunca se puede dejar de entender la dinámica real que marca su nacimiento y su desarrollo, si se quiere ser justo en la crítica, la autocrítica, el análisis sobre el Partido Comunista de Venezuela.
A pesar de las pérdidas, los comunistas venezolanos permanecimos enarbolando las banderas de los intereses de los trabajadores de la ciudad y del campo en ese periodo tormentoso de los 80’s; seguimos recibiendo en pequeñas dosis nuevas generaciones de militantes que dan continuidad a la lucha y sentido al sacrificio de generaciones pasadas. Nuevos militantes formados en una sociedad con un aparato económico empobrecido y parasitario, y sobrevaluado en el sector servicios.
Llegado nuestro X Congreso (1996) entendimos que la larga noche culminaba y se acercaba el alba. La reorganización del Partido en todos sus órdenes se impuso y fuimos dejando atrás muchas carencias, errores y desviaciones. Pero fuimos enfrentando nuevas situaciones y fenómenos. La vida interna del Partido se ve permeada por un país como el nuestro, donde predomina el elemento pequeñoburgués, y las conductas, valores, actitudes, ideas y prejuicios pequeñoburgueses se expresan de diversas formas y maneras ante las cuales el Centralismo Democrático, la disciplina consciente y la formación ideológica generan los mecanismos necesarios para superarlo, combatirlos y aplastarlos según sea el caso.
Cuando esas desviaciones pequeñoburguesas tienden a afectar la unidad del Partido, se actúa a través de los organismos correspondientes, donde privan, en lo posible, la idea de rescatar al cuadro, de superar constructivamente la situación y, en casos extremos, se aplasta la desviación, colectivamente.
A diferencia de las organizaciones burguesas donde priva lo que diga tal o cual dirigente, en el cual la jefatura caudillesca mata cualquier atisbo de debate, en el PCV se impone lo que decida la mayoría después del debate respectivo: cuando en algún momento se es minoría nos arropa el derecho, pero también el deber militante, de exponer las ideas y argumentos (que nunca han de estar reñidos con la moral) pero siempre acatando la decisión mayoritaria. Pretender que el status burocrático, el apellido, el nivel de formación o cualquier otro valor está por encima de la decisión de la mayoría, es el inicio de las más aberrantes y concretas conductas del oportunismo en un militante que termina encerrado en su Ego pequeñoburgués.
Más de nueve décadas combatiendo a lo interno el oportunismo, el fraccionalismo y el revisionismo, enseñan a los comunistas venezolanos a reconocer el tratamiento, las dosis y los tiempos necesarios para combatir esas desviaciones pequeñoburguesas que siempre, terminan en discursos cargados de prejuicios contra los dirigentes obreros que en su esfuerzo y militancia colectiva, hacen de la condición de militantes, su forma de vida.
El combate contra el oportunismo en las filas de un PC no se personaliza más allá de lo necesario y evidente. El combate se precisa contra las expresiones reaccionarias de una lucha de clases que permea a cualquier partido comunista y que, de hacerlo correctamente, lo forjan para avanzar con pasos más firmes: en nuestro caso, hacia el Centenario del Partido Comunista de Venezuela.
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