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lunes, 26 de mayo de 2025

LA DEGRADACIÓN DEL INTERNACIONALISMO PROLETARIO A UNA FORMA DE SOLIDARIDAD MERCANTIL SIMPLE

Armiche Padrón

Secretario de Formación ideológica del

Comité Central  del PCV-Dignidad,

26-05-2025.

 

Internacional Comunista.


La crisis del movimiento obrero a nivel mundial, con los espacios de resistencia que en él aún se mantienen, y con unas dimensiones históricas nunca antes vistas, nace de una diversidad de factores objetivos que inciden en el desarrollo de la clase obrera. En este proceso histórico los niveles de confusión son pronunciados desde el mismo momento en que los principios de la concepción científica del mundo van dejando paso a su permeación por teorías, ideas y hasta mitos, construidos desde la burguesía en sus espacios, que van desde los filosóficos hasta los partidistas y pasando por los instrumentos de propaganda que durante décadas han venido financiando. Así, la clase obrera de manera vertiginosa se retrotrae al predominio de programas fantasiosos y de ideas asentadas en el evolucionismo, cuando no en el heroísmo de generaciones pasadas, con la clara intención de formar la idea de una salida rápida, pacífica y “natural” a la crisis progresiva y recurrente en la cual el capitalismo arrastra a la clase. Es decir, el reformismo se apodera de la clase, y los oportunismos campean en las organizaciones revolucionarias.

 

Si la clase es pasto de este tipo de condiciones, la situación de su vanguardia histórica no escapa a ello. Lenin siempre alertó que los oportunismos, tanto de derecha como de izquierda, son el mal permanente para los partidos comunistas, y hoy en día están presentes en buena parte de la comunidad internacional de partidos comunistas y obreros. La razón de ello nace en la existencia de la lucha de clases, aun en el periodo de transición, que permite que elementos pequeñoburgueses encuentren condiciones y posibilidades de alianzas para desarrollar visiones distanciadas de los principios fundamentales del marxismo-leninismo, cuando no son, directa o indirectamente, alentadas por el enemigo de clase: la burguesía, el imperialismo.

 

En el caso de América Latina, la desaparición de la URSS fue la garantía para rebuscar en las viejas bibliotecas, pero no para estudiar las fuentes originarias con espíritu marxista, sino para revivir posiciones nacidas en el bernstenianismo, y que hoy están presentes en programas de gobierno, líneas políticas de partidos, en el modo de vida de la militancia y, peor aún, que han calado en las “escalas de valores” que definen acciones políticas de no pocos dirigentes y direcciones políticas.

 

Hoy en día prela, como a finales del S. XIX y comienzos del S. XX el sobredimensionamiento de lo nacional y la práctica ausencia del contenido anticapitalista del que hacer. Tal y como lo planteó M
arx, el ser social determina la conciencia social, y en buena medida el avance de elementos pequeñoburgueses y el retrotraimiento de elementos proletarios son la fórmula perfecta para que el llamado progresismo, podríamos colocarlo como una actualización del populismo de finales del XIX y mediados del XX, con el cual las pequeñas burguesías radicalizadas aspiraban a un especio político que les permitiese ser actores de primera línea y no simples convidados, se presente hoy en día como algo novedoso y revolucionario cuando en realidad son elementos reaccionarios trabajando para la burguesía.

 

En este contexto las razones de Estado suman a este conjunto de problemas. Llegamos al punto en que las políticas comerciales, los manejos financieros, los pactos entre Estados y la solidaridad mediada en posturas de coyuntura, sustituyen al internacionalismo proletario para dar paso a esos pactos tan normales entre partidos policlasistas, haciendo creer que son vías para la construcción de la revolución proletaria.

 

La deriva de muchos partidos a sobredimensionar el antimperialismo (elemento común en muchas organizaciones) dejando en segundo plano los intereses de clase del proletariado convoca a dos reflexiones. La primera de ellas de Mariátegui cuando afirmó que el “anti-imperialismo resulta así elevado a la categoría de un Programa, de una actitud política, de un movimiento que se basta a sí mismo y que conduce, espontáneamente, no sabemos en virtud de qué proceso, al socialismo, a la revolución social. Este concepto lleva a una desorbitada superestimación del movimiento antiimperialista, a la exageración de la lucha por la “segunda independencia”, al romanticismo…” (Punto de vista Anti-imperialista, 1929) Bajo esta orientación, podemos entender la deriva de los partidos socialistas, radicales, nacionalistas (todos ellos “policlasistas”) y algunos partidos comunistas, que nacen con el cacareo antiimperialistas para al final terminar demostrando ser piezas fundamentales del imperialismo y con el único objetivo de desmontar los flujos de masas anticapitalistas que pueden darse en los procesos históricos.

 

La segunda reflexión apunta a que “No puede concebirse que la construcción del socialismo se inicie con un partido de la clase burguesa, con un partido que tuviera entre sus integrantes una buena cantidad de explotadores y estos fueran encargados de fijar su línea política. Evidentemente, una agrupación de ese tipo sólo puede dirigir la lucha en una etapa de liberación nacional, hasta ciertos niveles y en determinadas circunstancias. En el momento siguiente, la clase revolucionaria se convertiría en reaccionaria y se establecerían nuevas condiciones que obligarán a la aparición del partido marxista-leninista como dirigente de la lucha revolucionaria. Y ya, en América al menos, es prácticamente imposible hablar de movimientos de liberación dirigidos por la burguesía”, (Che Guevara, El Partido Marxista-leninista, 1963). Hoy en día, las organizaciones del “progresismo” no pasan de ser organizaciones incapaces de enarbolar principios anticapitalistas, pues su fin último apunta precisamente a lo contrario. Y en este elemento, allí, igual que en el anterior ejemplo, está la explicación de la deriva de los partidos socialistas que han firmado en sus discursos, el objetivo de los “socialismos nacionales” y que terminan impulsando programas, políticas y alianzas con las burguesías imperialistas, empleando cualquier excusa.


Detener la degradación del internacionalismo proletario que viene conduciendo a partidos y movimientos anticapitalistas a su suerte, por el solo hecho de mantener un status quo imaginario y decadente; detener la degradación del internacionalismo proletario y sus formas mercantilistas resulta en un punto necesario para que la clase obrera vuelva a ver, en los partidos comunistas, su referente necesario e histórico. Lo otro es seguir haciendo sombras para que los instrumentos de la pequeñaburguesía y del imperialismo, sigan “colonizando” los espacios del proletariado revolucionario.

 

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