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sábado, 23 de diciembre de 2023

Kissinger y el sanguinario arte de la diplomacia

 Alfredo Ponce,
Miembro del Comité Central del PCV.


Pinochet y Kissinger.

               Henry Kissinger ha muerto el pasado 29 de noviembre a la edad de 100 años y es imposible pasar por alto su sangrienta participación en numerosos episodios que marcaron el siglo XX; aún más cuando en las últimas décadas se han hecho públicos numerosos documentos que arrojan luces sobre el criminal historial del Secretario de Estado de Richard Nixon.

 

            Entre los archivos desclasificados destaca el dossier de miles de páginas de National Security Archive, una organización sin ánimos de lucro que ha puesto a disposición del público transcripciones de conversaciones telefónicas secretas del diplomático estadounidense sobre bombardeos secretos, invasiones, golpes de Estado, espionaje y operaciones de guerra sucia en distintas latitudes.

 

            El historiador Greg Grandin estima que las acciones de Kissinger entre 1969 y 1976 provocaron la muerte de casi 4 millones de personas. Estuvo vinculado a los bombardeos sobre Camboya del 69; la invasión de Indonesia a Timor Oriental en 1975 y la masacre de tres millones de bangladesíes a manos del ejército paquistaní en 1971. En aquella época, Estados Unidos empujó a Pakistán a tomar represalias contra los bengalíes que exigían su independencia y que eran respaldados por India y la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS).

 

            Kissinger fue el arquitecto del golpe fascista en Chile. En 1970, Salvador Allende ganó las elecciones en este país, exigiendo que Estados Unidos compensara los daños causados por la explotación de los recursos naturales por parte de las corporaciones estadounidenses. Kissinger tomó los acontecimientos de Chile como un desafío personal. El día después de las elecciones, ordenó a la CIA que desarrollara un plan para derrocar a Allende. El presidente Allende murió junto con 3.200 chilenos. El país quedó a disposición de las corporaciones y los bancos transnacionales. A las empresas se les permitió sacar el 100 por ciento de sus ingresos del país.

 

            Participó en el escándalo de las escuchas telefónicas del Watergate en la sede del Partido Demócrata. Kissinger padecía un miedo paranoico a las filtraciones de información no autorizadas, por lo que ordenó al FBI que espiara a sus empleados y periodistas. No creía en la sinceridad de quienes le aseguraban su devoción.

 

            Durante la guerra con Vietnam, Kissinger, hizo todo lo posible para retrasar las negociaciones con Hanói. Se suponía que la guerra de Vietnam no terminaría hasta que Nixon asumiera el cargo. Quería concluir un acuerdo de paz y pasar a la historia como un pacificador. Toda esta artimaña le hizo “merecedor” del premio Nobel.

 

            Kissinger era un enérgico operador de la Guerra Fría. Creó las bases para una confrontación con Rusia que asegurara el dominio geopolítico de Estados Unidos. Cualquier medio era adecuado para ello. Fue con la intención de bloquear a la URSS que Nixon y Kissinger implementaron la “apertura” a China.

 

            Hoy en día, los crímenes de Kissinger se anuncian como logros: se le celebró bombardear a Vietnam del Norte para –paradójicamente– lograr un acuerdo de paz. El terror de Pinochet fue justificado como un «mal necesario» para detener el avance del comunismo en América Latina. Y los millones de asesinados en Bangladesh se calificaron simplemente como «acontecimientos trágicos».

 

    La «diplomacia» de Kissinger no sólo marcó el siglo XX, sino que aún permanece vigente en la política exterior del país norteamericano. Desde entonces, Estados Unidos ha bombardeado periódicamente países a los que ni siquiera le han declarado la guerra. Después del ataque en Nueva York en 2001, a lo largo de 20 años, cuatro presidentes estadounidenses bombardearon Pakistán, Yemen, Somalia, Libia, Siria y otros países.

 

            Este criminal de guerra a dejando una estela de impunidad. Su legado deja un sombrío recordatorio de los sacrificios humanos en nombre de la supuesta defensa de la «libertad» que se atribuyen las potencias imperialistas. ¡Ni perdón, ni olvido!

 

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