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| Clodovaldo Hernández. |
Una de las conclusiones que puede extraerse de la confrontación ocurrida alrededor del tema de la Onapre es que la Revolución debe –una vez más– discutir sobre cómo comunica las decisiones que afectan a la gente y, sobre todo, revisar a quién le asigna su vocería en cada tema.
En el primer punto, sucede que muchas veces el Estado comunica mal, da por descontado que la gente sabe y entiende o, peor aún, prefiere no informar nada, bajo la creencia de que esa es la mejor política comunicacional.
Profundizo en el segundo punto. Habría que hacer una especie de ranking, una lista de quién debe dar la cara por el gobierno o por su partido sobre cada asunto. Y esa selección debería –idealmente– basarse en autoridad moral, científica, técnica, profesional o de experiencia.
Solo para ejemplo, tomemos un tema no tan polémico (comparado con otros), como el deporte. Ajá: la lista de los revolucionarios habilitados para hablar de este tema debería comenzar por los deportistas de alto rendimiento, los entrenadores y los profesores de Educación Física.
Recomendaría seguir con los expertos no practicantes, con los aficionados más o menos racionales y poner de últimos a los fanáticos perdidos, a los mercaderes del quehacer atlético y a los que odian el deporte, aunque se vistan de vinotinto los domingos para tirar físico.
¿Suena lógico, verdad? Porque darles la palabra de primeros a los que odian el deporte, a los mercaderes o a los hooligans es una garantía de desastre. Al menos eso dice el sentido común.
Bueno, ahora sí vamos con el tema controversial. Repito la pregunta: ¿Quién del PSUV debería hablar de austeridad, de pasar roncha y de aprender a vivir con el cinturón bien apretado?
Pues, siguiendo la misma lógica del anterior tema, los primeros deberían ser los líderes que predican con el ejemplo, los que viven austeramente, los que han comido lentejas y arroz del que viene en las bolsas del CLAP en estos años de bloqueo y medidas coercitivas unilaterales.
En segundo término podrían estar los funcionarios públicos especialistas en el tema económico que defienden el programa desarrollado por el gobierno en los últimos años, con dolarización, salarios congelados y precios libres incluidos.
Ellas y ellos tienen derecho a (y el deber de) defender su obra y explicar a las masas por qué hay que seguir haciendo grandes sacrificios si se observan evidencias anecdóticas de que el país se está arreglando, y hay gente por ahí que parece no saber en qué botar los reales.
¿Quiénes deberían estar de último en la lista de voceros acerca de este peliagudo tema? Esa pregunta es más fácil: los revolucionarios que, a ojos vistas, se sienten demasiado atraídos por los hechizos del capitalismo.
Habló de esos que no pueden resistir la tentación de vestir de marca, de comer gourmet y transportarse en vehículos de alta gama. Esos, cuya sola estampa, habla de una pompa y un boato difíciles de explicar en un gobierno revolucionario y en un país bloqueado.
Estos personajes, que todo el mundo puede identificar porque son exhibicionistas en sus gustos ostentosos, podrían dedicar sus declaraciones públicas a explicar cómo es que han logrado prosperar personal y familiarmente en medio de tantas dificultades. Eso sería muy útil.
Cuando se ponen a disertar acerca de la necesidad de sobrellevar la pobreza y las privaciones, se convierten en propaganda enemiga al 200 %. Es como si se le diera a un violento doméstico la palabra para que les exija conformidad a las mujeres golpeadas. Lo digo de pana y todo.
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