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lunes, 8 de agosto de 2022

HOLA PROLETARIO... (SÍ, ES CONTIGO)

Armiche Padrón,
Célula "Álvaro Cunhal", 
Profesor universitario,
08-08-2022.
 

Armiche Padrón.
Es indiscutible que la ofensiva del Gobierno Nacional, y con él, de la Dirección Nacional del PSUV y de los directorios de FEDECAMARAS y FEDEINDUSTRIA en contra de los trabajadores venezolanos, es no solo despiadada, sino de forma histórica, una tendencia que nos hace recordar, cuando bajo la administración de Rafael Caldera, otro socialista, Teodoro Petkoff, se llevó el título nada honroso de haberse robado las prestaciones sociales de la clase trabajadora venezolana (algo emulado por el entonces Ministro Piñate).

 

En la actualidad, de nuevo, la burguesía y sus administradores en las oficinas del Palacio llegan a acuerdos: ¡debemos rescatar los niveles de la ganancia, cueste lo que cueste!, ¡es la burguesía el sujeto histórico llamado a reflotar la maltrecha economía! Y en tanto los niveles de la renta petrolera no dan para los festines de antaño, se llega a la conclusión de que hay que hacer más sacrificios: no basta con lo poco que le otorgamos a la burguesía, es necesario aumentar sus ganancias, ya la especulación no rinde, tampoco el contrabando de oro o hidrocarburos; ¡los sueldos!, eso es, los sueldos de la clase trabajadora. Llevarlos al mínimo y de ser posible más abajo; pero…, pero nada, entregales uno o dos dólares al mes y la propaganda hace el resto… ¡Acuerdo alcanzado!, ¡lo que diga Nicolás!.

 

Esta política antiobrera no es nueva y mucho menos los sustentos estructurales, ideológicos y políticos que la animan. Desde su nacimiento el capital se transforma en relación social, en el momento en que logra extraer la plusvalía (trabajo no pagado) al trabajador y en sus crisis apela a bajar aún más los sueldos para mantener su tasa de la ganancia, y de ser necesario, apela al Estado quien, con el dinero público, termina de ayudarlo a sobrellevar la crisis que ella, y solo ella, la burguesía ha creado…, de aquí en adelante esa forma de “sobrevivir” del capitalista se hace constante y requiere de su legitimación a fin de evitar la respuesta del movimiento obrero, la clase, verdadera creadora de riqueza social y víctima constante del sistema de explotación burgués.

 

Por una parte, el liberalismo hace entrar en juego al Estado; lo sitúa como “algo” por encima de la sociedad, como un árbitro,  que en su sabiduría, es capaz de mediar entre el capital y el trabajo de manera justa (si la cosa se pone fuerte, ese mismo Estado se transforma en dictadura y por la vía de la coerción directa enseña cómo es el juego real). Al final, ese Estado emplea el recurso público (de todos) para beneficiar a unos pocos.

 

Por otra parte, la burguesía requiere quitarle protagonismo al trabajador, desvirtuarlo, adscribirle una condición de flojo e incapaz para sobrellevar las oportunidades como sí hace el patrón capitalista. Esto no bastó. La conciencia de clase siempre termina agrupando al trabajador explotado, y entonces desde la década de los 60’s comienza a desarrollarse un fino hilo ideológico destinado a justificar la deslegitimación del carácter histórico del proletariado.

 

Para ello, el revisionismo moderno trabaja queriendo demostrar, de nuevo, como el marxismo es incapaz de analizar la situación actual del capitalismo y como la clase obrera desaparece en medio de una explosión del desarrollo científico tecnológico marcado por el avance de la informática, las telecomunicaciones y sus derivados.

 

Los primeros intentos los podemos situar en dos clásicos del revisionismo, nos referimos a Mallet (1963), La nueva clase trabajadora y el más celebérrimo, André Görz con su Estrategia Obrera y Neocapitalismo escrito en 1964, y luego pulido en 1980 en su Adiós al Proletariado. En ellos los cambios del capitalismo eran de tales dimensiones que ya el proletariado no tenía el mismo sentido, la misma importancia ni el mismo papel que habría asumido en los tres siglos anteriores, sobremanera después de la Revolución Industrial (1800-1850).

 

Hoy, el mismo argumento se recoloca en la mesa de discusiones de las universidades anglosajonas, exaltando que entre el microchip, la inteligencia artificial, el teletrabajo y el whatsapp la clase obrera ya no es el histórico, heroico y gallardo sujeto llamado a construir la nueva sociedad... Las multitudes pasan a ser los nuevos sujetos históricos sustituyendo al proletariado. Para estas “masas”, estas “multitudes”, que no es más que la fragmentación del proletariado (¡divide y vencerás!); la toma del Poder Político no es una necesidad ni una posibilidad. 

 

No es una necesidad porque se les convence que antes que la toma del Poder, es más importante solventar sus demandas inmediatas, particulares y subjetivas, para lo cual, el Estado y todos sus aparatos, exaltan los movimientos reivindicativos. Nacen, así, una diversidad de ideologías de identidades, tantas como hagan falta y cada una de ellas situándose por encima de la otra en una competencia feroz por alcanzar conquistas. Competencia de identidades que encarcela, execra y olvida el punto común que los hace ser como colectivo real e históricamente diferenciador: ser obreros, ser proletarios. 

 

Y no es una posibilidad porque la clase fragmentada por género, religión, raza o procedencia no se articula y no puede enfrentar a la burguesía, esta sí, cohesionada.

 

Y todo esto se hace desde las trincheras neoconservadoras anglosajonas o desde la “izquierda democrática, antiautoritaria e inclusiva”, desde la docta academia subvencionada con editoriales, congresos, simposios y que engloba toda una fauna de “corrientes teóricas” con pretensiones de “nuevas” cuando solo recuperan viejas tesis. Pero todas ellas tienen un problema común: el marxismo. 

 

Es increíble no recordar que ya a mediados del S. XIX un par de alemanes ajustaban cuentas con este tipo de degeneración ideológica con pretensiones científicas. El humanismo racionalista impulsado por los jóvenes hegelianos bajo el cual desde la autoconciencia y la crítica es posible transformar el mundo, encontró en La Sagrada Familia (Crítica de la Crítica Crítica) (1844), La Ideología Alemana (1845) y El Manifiesto del Partido Comunista (1848) las respuestas contundentes a ese mundo irreal en el que viven los hegelianos de ayer y de hoy, y donde intentan sobredimensionar los intereses de la esencia humana para dejar en abstracto al sujeto necesario para las transformaciones. Sin embargo, la testarudez revisionista se empeña en mantener sus vicios idealistas. 

 

El trabajo se transforma en algo inmaterial una vez que el teletrabajo, las criptomonedas y el mercado bursátil son capaces de financiar modos de vida. Pero la ley del valor sigue ahí, trabajando, imponiéndose y obligando a ajustar cuentas con la tasa de la ganancia para evitar las crisis inevitables. Entonces se apela a que ya no es el trabajo manual (para eso la robótica avanza) el fundamento de la producción y con el recuerdo de Comte y otros se grita desde la academia ¡que vivan los tecnócratas, verdaderos paladines del mundo nuevo!, hasta que esos intelectuales desarrollan el pinochetismo o logran los caracazos gracias a su sapiencia.

 

Con la instauración del ciclo progresista en América Latina, el revisionismo adquiere una influencia en las masas, una vez que logra “adecuarse” a las condiciones que desarrolla el neoliberalismo en la región. Ante un movimiento obrero fragmentado y fuertemente golpeado por las políticas neoliberales, en franco reflujo, desmovilizado y carente de expresiones políticas fuertes (no en balde partidos comunistas también deben a lo interno enfrentar la lucha de clases y los embates externos del Imperialismo en diversas formas) que le permitan superar esa situación objetiva. 

 

Las ideas revisionistas calan en la pequeñaburguesía y diversas capas medias que comienzan a movilizarse transformándose en el epicentro de movilizaciones populares que, más temprano que tarde, y el tiempo así lo corrobora, fueron coaptadas por fracciones burguesas que en abierto antagonismo con los intereses neoliberales, comprendieron que estos movimientos no tenían por qué ser temidos al estar preñados de un inofensivo revisionismo que no les planteaba la toma del Poder, sino reivindicaciones identitarias.

 

Sin embargo, el daño causado en el seno del movimiento obrero es palpable. El reflujo se mantiene y la tarea es reagrupar fuerzas en el seno del movimiento obrero y, en paralelo, reconfigurar una alianza de clases que desmonte la liturgia revisionista y se asiente en la ciencia revolucionaria, única capaz de enterrar al capitalismo sigue siendo la tarea.  

 

En el caso venezolano, esa ofensiva contra la clase obrera es multifacética; abarca diferentes ámbitos que se presentan como inconexos, pero que apuntan a una arquitectura (de tipo neoliberal) muy bien pensada. 

 

Se ataca desde lo jurídico ,creando marcos normativos que, por un lado, desmontan los avances y las conquistas alcanzadas por los trabajadores (Memorando 2792, el instructivo de la ONAPRE, Ley Orgánica de las ZEE, desconocimiento de las Convenciones Colectivas, desconocimiento del carácter protagónico de la Constitución, judicialización de las luchas de los trabajadores, etc). 

 

También se ataca desde lo político con discursos goebbelianos que, sin argumentación, exaltan las emotividades para la descalificación; empleo de los medios públicos de forma grotesca y secuestrada, desconocimiento del debate que es sustituido por monólogos impuestos; se exalta y financia todo aquello que refrende identidades, se las organiza y se les da una bendición institucional que las hace sentir “incluidas” en la sociedad; y también, en lo político, se desconoce y se ataca el derecho a la sindicalización.

 

De igual manera, se procede a la socialización de la tercerización del empleo. Cuando Nicolás Maduro planteó la necesidad de combatir el déficit fiscal, el mismo que él aceleró con su mediocre ¡Aprobado!, a inicios de su gestión, comenzó a trabajar a lo Carlos Andrés y Caldera para rebajar el gasto público. Lo que no lograron aquellos, este lo logra bajo un contexto de guerra económica, generando condiciones para que la carrera del funcionario público quede rezagada y sea mucho más rentable dedicarse a la compra-venta informal.

 

Hoy en día hay un desmontaje de todos los aparatos del Estado que viene acompañado de cambios importantes en los paradigmas con los que se venían trabajando. Uno de los más evidentes es el de la Educación Superior. 

 

Al sacrificio de la infraestructura pública de las universidades autónomas, se le añade el sacrificio de generaciones de universitarios (trabajadores, proletarios que al día de hoy optan por trabajar con ONG’s, por dedicarse al comercio informal, presentarse como mercenarios en los esquemas de financiamiento dispuestos por los organismos multilaterales o lograr un beneficio crediticio que les permita acceder a un “emprendimiento”. 

 

Igual en las políticas sociales donde, rememorando los tiempos de la Agenda Venezuela de Caldera, en estos momentos las políticas sociales han sido tercerizadas y entregadas a ONG´s extranjeras que manejan las datas de la realidad socioeconómica nacional (algo que Chávez desmontó no más llegar a Miraflores).

 

El revisionismo desmonta desde el ideario fantasioso lo que Marx demostró con evidencia científica. La realidad tarde o temprano se impondrá a las fantasías eclécticas de una burguesía parasitaria y una pequeñaburguesía pretendidamente radical que adolecen de criterios mínimos del mundo sobre el cual rigen. Aquel mito de que el proletariado es solo aquel trabajador con casco y braga engrasada; mito desmontado en el mismísimo trabajo de Marx, El Capital, es desconocido por quienes lo inventaron porque necesitan destruir la clase como tal.

 

Mientras Guaidó hace y deshace sin recibir la más mínima atención de la justicia venezolana; cualquier trabajador, cualquier sindicalista que llame la atención y organice a la clase para la defensa de sus derechos reivindicativos termina preso. Eso evidencia a quien teme más un Gobierno Nacional, quien ya posee en la Asamblea Nacional la vitrina internacional del festín de los parásitos que, a coro, aprueban el nuevo marco jurídico antiobrero y protoimperialista. 

 

Pero aun en la Asamblea Nacional se cuela una voz solitaria, pero gallarda, la voz del proletariado que en soledad sigue dando la pelea en tiempos de entreguismos, corrupción y autoritarismo creciente. Teme más el Gobierno a un obrero consciente que a aquella oposición guarimbera que se cansó de sus “ejercicios de guerra anticomunista” y hoy funda sociedades y empresas con sus antiguos adversarios. 

 

Hey tú!, proletario, sí, tú, el asalariado que ve con asombro lo que sucede. Es a ti, a mí, a todos los asalariados, a quien más teme el Gobierno, la burguesía y el mismo Imperialismo. No temas reconocerte como clase, teme precisamente a no reconocerte como clase y dejar que sigan asesinando nuestro futuro y el de nuestros hijos.

 


 


 

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