LUIS BRITTO GARCÍA,
ÚN, sábado 16-07-2022.
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Luis Britto Gracia.
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Durante mucho tiempo decliné firmar las peticiones de esclarecimiento
sobre la desaparición de Carlos Lanz que presumían complicidad de las
autoridades en ella. Un reflejo de jurista me lleva a distinguir
entre lo probable y lo probado. Confieso profundo pesar por la
confirmación de la muerte de Carlos, y, por otra parte, me alivia el
cúmulo de evidencias difundidas por el Fiscal Tarek William Saab, que
hacen esperar sentencias firmes contra los indiciados, y revelan que
no se invocan el bolivarianismo ni el socialismo para encubrir
crímenes contra defensores de ambos ideales.
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Varios puntos vale destacar en esta grave tragedia. En primer lugar,
la víctima. Carlos Lanz es héroe de la generación de patriotas que con
su sacrificio sentó el piso ideológico de lo que luego sería el
bolivarianismo. Como militante de las Fuerzas Armadas de Liberación
Nacional y de su sector político PRV-Ruptura, como contribuyente en la
configuración de las bases teóricas y políticas del Partido Socialista
Unido de Venezuela, lúcido estudioso de las operaciones de guerra
sicológica y no convencional, encarnó en pensamiento, palabras y obras
el socialismo, el antiimperialismo, el nacionalismo, la defensa de los
trabajadores contra sus explotadores y la de los bienes de la nación
contra sus depredadores nacionales y transnacionales. En una de sus
acciones privó de libertad al ejecutivo estadounidense Niehous, de la
empresa Owen Illinois, para exigir que esta publicara en la prensa
documentos probatorios de corrupción en sus relaciones con el gobierno
de la época. El testimonio de los asesinos sobre las últimas palabras de
Carlos lo revela de cuerpo entero: “Si me van a matar, mátenme de pie”.
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Examinemos a los presuntos victimarios. A principios de año
señalábamos con inquietud cómo funcionarios electos con votos
socialistas resultaron ser delincuentes sin más finalidad que obtener
cargos que les facilitaran latrocinios. No hay movimiento ideológico o
político en el mundo que no corra el riesgo de ser asaltado por
corruptos para dedicarlo a los fines opuestos de aquellos para los
cuales fue creado. En el entorno cercano a Carlos Lanz operó uno de
estos procesos. Es desalentador cómo alrededor de un hombre íntegro,
idealista, noble hasta el extremo de arriesgar incontables veces su vida
por sus ideas, pudo formarse un entorno de corruptela, lavado de
capitales y sicariato. Resumamos indicios y evidencias recolectadas por
la Fiscalía. Un indiciado, Glen Castellanos, confesó que el móvil del
secuestro era el dinero producto de la corrupción en el INCES Maracay
agenciado por la segunda esposa de Lanz, Maxiorisol (Mayi) Cumare, quien
concedía contratos con sobreprecio a sus testaferros: el “dirigente
sindical de izquierda” Tito Viloria y la esposa de este, Zaida Suárez.
Mayi Cumare lavó los dineros así obtenidos invirtiéndolos en una casa
en la playa en Tucacas, dos apartamentos, fincas en Cojedes,
camionetas, carros y muchos otros bienes que puso a nombre del citado
dirigente sindical. Según señala el Fiscal Tarek William Saab, «Todo el
tinglado de corrupción le permitió a Viloria incrementar su patrimonio
de forma desproporcionada». A lo cual añade: «Creo que era evidente que
Carlos Lanz iba a denunciar a su pareja. Ante eso ella decidió ordenar
contratar a unos sicarios».
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Revisemos el modus operandi. Tanto los instigadores del asesinato como los narcotraficantes y prevaricadores descubiertos el año anterior
lograron sus objetivos criminales, haciéndose pasar por bolivarianos.
Tito Viloria pretendía ser “dirigente sindical de izquierda”; Mayi
Cumare seguramente logró su cargo en el INCES haciendo valer su supuesta
condición de bolivariana, y de cónyuge de un militante intachable. Glen
Castellanos, quien de paso era amante de Mayi Cumare, seguramente
fingía militancia progresista. Los delincuentes han descubierto que la
mejor forma de destruir a Venezuela es hacerse pasar por sus defensores.
Ni un voto les ha ganado predicar desde la derecha la fragmentación del
territorio venezolano; la entrega de los recursos naturales,
económicos, comunicacionales, estratégicos y turísticos a transnacionales
que no pagarán impuestos, la desaplicación de las irreversibles
conquistas laborales, sociales y sindicales de los trabajadores, el
sometimiento de nuestros asuntos de orden público interno a tribunales
extranjeros, la privatización de ríos, lagos y lagunas. Buscar esos
objetivos contrarios al socialismo mediante el golpe de Estado solo les
reportó 37 efímeras horas de poder precario. Fingir bolivarianismo es
la coartada para cometer latrocinios que hubieran despertado la
fulminante ira de Bolívar y de Chávez.
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Aislemos el agente, el combustible que dinamiza el macabro
tinglado: la dolarización. Sostiene la derecha que la economía
venezolana está dolarizada. Ello no es posible. La masa monetaria de un
país debe equivaler a la mitad de su Producto Interno. Para 2013 aquella
era de 1.188.000.000.000 de bolívares, un 44.82% del Producto Bruto
Interno. El PBI para 2017 según el FMI sería de 215.307 millones de
dólares: para obtener las divisas equivalentes aproximativamente a un
44,82% de esa magnitud deberíamos gastar la totalidad de nuestras
reservas internacionales -que a mediados de 2017 totalizaban apenas
9.928 millones de dólares- y todavía encontrar otros 999.990 millones
de dólares en momentos en que el país confronta problemas de liquidez
para satisfacer compromisos internacionales y realizar importaciones
indispensables. El sector privado solo aporta 2,5% de las divisas que
ingresan. Ni él, ni el Estado, tienen con qué dolarizar Venezuela. Sin
embargo, una política de premeditada restricción del circulante
monetario, sumada a otra de aumento e indexación de precios y tarifas, pero no de salarios, forzaron el paroxismo dolarístico. Su resultado es
la cotización de la vida de un prócer en 8.000 dólares, a ser
distribuidos entre “un pran de Tocorón”, dos sicarios, y un facilitador
del negociado. Si ese es el precio de la vida de un hombre como Carlos
Lanz, imaginemos lo que para los simuladores del bolivarianismo importan
las vidas de los trabajadores, los ancianos, la de quienes por ellos
votaron. Detengámolos antes de que nos aniquilen.
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