Manuel Abrizo,
CO, 3-4-20, págs. 8-9.
El capitalismo está derrotado, desesperado y asediado por la humanidad |
Mientras por un lado los medios de comunicación diariamente reportan el macabro cuadro del Coronavirus, con sus miles de muertes y contaminados, con énfasis en Estados Unidos, España, Italia, Reino Unido, donde desde un primer momento se impuso la premisa de salvar la economía sobre las vidas humanas, desde otro ángulo se difunden análisis sobre las consecuencias de la pandemia y los cambios que afectarán las vidas de las personas, así como los sistema políticos y económicos. Se afirma que el mundo no será igual que antes. Sin embargo, los vaticinios y los enfoques se diferencian dependiendo a veces de en qué lado del mundo se esté situado, si, ideológicamente, a la derecha o a la izquierda, o incluso del continente de residencia.
Las reflexiones que sobre el mundo poscoronavirus llegan de Europa y Estados Unidos se afincan mayormente en el nuevo modo de vida que les espera a los ciudadanos y a las sociedades, sin ahondar mayormente en las estructuras económicas; parece que el capitalismo mutará y se adecuará a las nuevas realidades. En cambio, en este lado del continente, las voces enfilan contra el modelo neoliberal, del cual se afirma es la primera víctima de la pandemia (Atilio Borón), o auguran el fin de le hegemonía del capitalismo, y pronostican el advenimiento de una nueva era.
La agencia Infobae, de perfil antibolivariano y difusora de propaganda al servicio del imperialismo gringo, incluye en su nota un extenso análisis de diario inglés The Guardian.
“Desde su aparición a fines de diciembre de 2019 en Wuhan, China”, señala la nota acertadamente, “el nuevo coronavirus transformó —literalmente— la faz de la Tierra. En casi 100 días el Covid-19 hizo una labor de años: impuso el trabajo a distancia, cerró las escuelas, causó millones de desempleados y buena parte de los comercios, terminó con las reuniones de gente (lo que equivale a decir que eliminó conciertos, obras de teatro, grand slams y Juegos Olímpicos, pero también cumpleaños, casamientos y funerales), vació las calles de las grandes ciudades, generó los planes de rescate de la economía más enormes de la historia, devolvió sentido a la información de calidad sobre los supuestos de las redes sociales, dejó a miles de millones en cuarentena (incluidas víctimas de violencia familiar encerradas con sus victimarios), impuso la distancia social, cambió los rituales de higiene, eliminó el apretón de manos, creó los documentos de inmunidad para certificar quién puede volver a interactuar en el mundo”.
“La magnitud y la velocidad de los cambios”, detalla el artículo, “evocan menos el ritmo de las transformaciones en democracia que apenas un puñado de antecedentes: la epidemia global de gripe de 1918 ayudó a crear los servicios nacionales de salud en varios países europeos. Las crisis gemelas de la Gran Depresión y la Segunda Guerra Mundial sentaron las bases para el moderno estado de bienestar”, comparó Peter Baker en su extenso artículo. "Pero, también, los atentados terroristas del 11 de septiembre de 2001, que causaron tanto guerras y ocupaciones como el permiso para suspender la privacidad, o la crisis de 2008, que dejó huellas económicas y sociales todavía perceptibles”.
Desde esta perspectiva, hoy la tarea no es luchar contra el virus para volver a lo mismo de siempre, porque lo mismo de siempre ya fue un desastre. En cambio, "el objetivo es combatir el virus y, al hacerlo, transformar lo mismo de siempre en algo más humano y seguro”, sintetizó Baker.
El intelectual argentino Atilio Borón encabeza su artículo al respecto afirmando: “El coronavirus ha desatado un torrente de reflexiones y análisis que tienen como común denominador la intención de dibujar los (difusos) contornos del tipo de sociedad y economía que resurgirán una vez que el flagelo haya sido controlado. Sobran las razones para incursionar en esa clase de especulaciones, ojalá que bien informadas y controladas, porque si de algo estamos completamente seguros es que la primera víctima fatal que se cobró la pandemia fue la versión neoliberal del capitalismo. Y digo la ‘versión’ porque tengo serias dudas acerca de que el virus en cuestión haya obrado el milagro de acabar no solo con el neoliberalismo sino también con la estructura que lo sustenta: el capitalismo como modo de producción y como sistema internacional. Pero la era neoliberal es un cadáver aún insepulto pero imposible de resucitar...”.
NUEVO MODO DE VIDA
El portal web de Rusia Today cita por su parte a Gideon Lichfield, editor de la revista Technology Review, vinculada al Massachusetts Institute of Technology (MIT), quien considera que la mayoría de la población todavía no es consciente de las consecuencias a corto y largo plazo que traerá la pandemia de Coronavirus. “Aceptémoslo, el estilo de vida que conocíamos no va a volver nunca”, aseguró el analista.
El experto toma en cuenta un estudio publicado por la universidad Imperial College de Londres, en el que los investigadores británicos sugieren imponer medidas de distanciamiento social “más extremas” a medida que aumenten los pacientes atendidos en las unidades de cuidados intensivos y “suavizarlas” cuando se reduzca la cantidad de personas ingresadas.
Esta opción se basa en una predicción de los expertos sobre los picos de ocupación mensual de estas áreas hospitalarias a lo largo del año por pacientes con Covid-19. El estudio indica asimismo que se debe “reducir el contacto fuera del hogar, en la escuela o en el lugar de trabajo en un 75%”.
“Según este modelo, los investigadores concluyen que el distanciamiento social [...] debería producirse aproximadamente dos tercios del tiempo, es decir, dos meses sí y uno no, hasta que haya una vacuna disponible, algo que no se espera como mínimo hasta dentro de 18 meses”, explica Lichfield.
El analista aclara que no se trata de una alteración temporal, sino del “inicio de una forma de vida completamente diferente”.
A corto plazo, esta nueva situación perjudicará sobre todo a los negocios que dependen de reunir a grandes cantidades de personas (restaurantes, gimnasios, centros comerciales, hoteles, cines, museos, aerolíneas, escuelas privadas, etc.). Además, afectará a los padres, que tendrán que educar a sus hijos en casa, a los que cuidan de sus parientes mayores, están atrapadas en relaciones abusivas o no tienen ahorros “para lidiar con los cambios de sus ingresos”.
Por otro lado, los negocios se adaptarán a la nueva realidad y veremos “una explosión de nuevos servicios en lo que ya se ha denominado como la ‘economía confinada'”, pronostica Lichfield. También predice que cambiaremos algunos hábitos (reducción de viajes contaminantes, auge de cadenas de suministro locales, paseos y ciclismo) y tendremos mejores sistemas sanitarios para responder a las futuras pandemias.
Semanas atrás, el intelectual y escritor venezolano Luis Britto García dijo al Correo del Orinoco: “En fin, si la cuarentena se prolonga y gran parte del sistema sigue funcionando con las personas trabajando desde su casa en computadoras, se comprobará lo que vengo afirmando hace tiempo: estamos en los umbrales de un nuevo modo de producción, en el cual la información es el bien más valioso y su procesamiento el trabajo más productivo. Cerca del 70% del PIB del mundo es generado por el sector terciario, de información, administración, educación, investigación, producción estética y servicios. Casi todo este producto puede ser elaborado a distancia, en casa, con computadoras propiedad del usuario. Ello haría innecesaria la concentración de administradores en el centro de las ciudades, el derroche de tiempo, vehículos y combustible, y atenuaría el efecto invernadero. A diferencia del pan, la información puede ser multiplicada casi infinitamente con un costo insignificante. Estamos en los umbrales del reino de la libertad”.
DECLIVE ACELERADO
Atilio Borón dice por su lado: “Ese mundo postpandémico tendrá mucho más estado y mucho menos mercado, con poblaciones 'concientizadas' y politizadas por el flagelo a que han sido sometidas y propensas a buscar soluciones solidarias, colectivas, inclusive ‘socialistas’ en países como Estados Unidos, nos recuerda Judith Butler, repudiando el desenfreno individualista y privatista exaltado durante cuarenta años por el neoliberalismo y que nos llevó a la trágica situación que estamos viviendo. Y además un mundo en donde el sistema internacional ya ha adoptado, definitivamente, un formato diferente ante la presencia de una nueva tríada dominante, si bien el peso específico de cada uno de sus actores no es igual”.
Borón señala que esta triada dominante la forman Estados Unidos, Rusia y China, y examina el dominio de los dos últimos en los planos militar y económico.
“La ascendencia política de Washington se mantiene prendida con alfileres apenas en su ‘patio interior’: Latinoamérica y el Caribe, pero en medio de grandes convulsiones. Y su prestigio internacional se ha visto muy debilitado: China pudo controlar la pandemia y Estados Unidos no; China, Rusia y Cuba ayudan a combatirla en Europa, y Cuba, ejemplo mundial de solidaridad, envía médicos y medicamentos a los cinco continentes mientras que lo único que se les ocurre a quienes transitan por la Casa Blanca es enviar 30.000 soldados para un ejercicio militar con la OTAN e intensificar las sanciones contra Cuba, Venezuela e Irán, en lo que constituye un evidente crimen de guerra. Su antigua hegemonía ya es cosa del pasado. Lo que hoy se discute en los pasillos de las agencias del Gobierno estadounidense no es si el país está en declinación o no, sino la pendiente y el ritmo del declive. Y la pandemia está acelerando este proceso por horas”, asienta Borón.
En el análisis de The Guardian se indica: “Otra escuela de pensamiento ve en las crisis ‘destellos de posibilidades’, continuó Baker. Para los que se identifican con esas ideas, el Covid-19 podría abrir las puertas a políticas más progresistas". Rebecca Solnit, una de las principales analistas de las crisis y sus consecuencias, parece creerlo: “Hay espacio para un cambio que antes no existía. Es una apertura”. Y Pankaj Mishra escribió: “Ha sido necesario un desastre para que el Estado, si antes se consideraba que la intervención estatal, o un Estado grande, eran inviables, ahora se insinúa que el mercado solo también los es”.
La crisis del Covid-19, en comparación con la de 2008, que hasta era difícil de entender por la complicada ingeniería financiera de los créditos que la causaron, es transparente. “Es una docena de crisis enredada en una sola, y todas se desarrollan a la vez y de maneras que no se pueden pasar por alto. Los políticos se están infectando. Las celebridades ricas se están infectando. Los amigos y los parientes se están infectando".
Si bien las diferencias económicas y sociales persisten, esta vez la catástrofe se parece bastante a estar todos en el mismo barco, observó The Guardian: “Los optimistas creen que hay esperanza de que podamos empezar a ver el mundo de otra manera. Acaso podamos concebir nuestros problemas como algo compartido y la sociedad como algo más que una masa de individuos que compiten entre sí por la riqueza y el estatus”.
EL FRACASO DEL "SÁLVESE QUIEN PUEDA"
Alfredo Serrano analiza las consecuencias de la pandemia en América Latina y se pregunta qué está haciendo el Grupo de Lima en esta contingencia, al igual que la OEA.
Afirma el intelectual español que en esta problemática supranacional se extraña a la Unasur por su capacidad de coordinación y sustenta que la Celac tiene una oportunidad histórica para asumir esta tarea.
Destaca Serrano que se pide ayuda prioritariamente al gigante asiático, y no a Estados Unidos. China, lugar de origen de la pandemia, superó la crisis de forma efectiva; su porcentaje de afectados fue mínimo en relación con su población. China sale reforzada a nivel global.
“El neoliberalismo, como racionalidad, no sirve. El 'sálvese quien pueda' no funciona; la supremacía de lo individual es un gran escollo ahora que pedimos esfuerzos colectivos; la cooperación se impone ante la competencia. Los mercados no saben cómo autorregularse; no existe mano invisible que los regule y tampoco se cumple el mito de que los agentes privados logran sus beneficios por asumir más riesgos”, sentencia Serrano, quien expone que estamos ante un nuevo dilema civilizatorio.
En relación a Europa asevera que no pudieron ser efectivos frente al Coronavirus, y que el estado de bienestar es mucho más débil de lo que presumían.
“Si se habla de salud, siempre hay que mirar hacia Cuba. Lo que nadie tiene, Cuba lo dispone”, indica al alabar la postura solidaria del pueblo y Gobierno cubano.
Para Serrano nace un nuevo desorden económico global: “El riesgo país no importa. El número de científicos o camas disponibles para cuidados intensivos, sí. La predilección por la financiarización queda desplazada por la importancia de la economía real. Se abre una nueva disputa hacia delante: entre el Consenso (neoliberal) de Washington permanentemente actualizado y un nuevo Consenso Postcoronavirus que considera que la sanidad pública es vital, el Estado debe tener un rol protagónico con sus políticas expansivas contracíclicas (fiscales y monetarias), es necesario un mayor control de capitales de los países emergentes para evitar su fuga en este tiempo de adversidad, la economía ha de girar en torno a la vida humana, y por supuesto, la deuda externa debería ser condonada por los organismos multilaterales así como reestructurada con quitar por dos años (sin intereses) en el caso de los acreedores privados”.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario