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jueves, 22 de septiembre de 2022

APUNTES INICIALES SOBRE EL MODELO SOCIALISTA CHINO (los mitos originarios en la experiencia primigenia)

Armiche Padrón,
22 de septiembre de 2022.

 

Armiche Padrón.
Es indiscutible que la dinámica del “gigante” del Asia Oriental no deja indiferente a nadie: desde las cúpulas de la burguesía monopólica hasta las masas trabajadoras de la ciudad y del campo; desde los liberales hasta los “comunistas puros” el modelo socialista chino entra en un debate policromático desde la arista de la economía, hasta el debate ideológico, pasando por las posturas (y el postureo) político. 

 

El modelo chino, a fin de cuentas, sirve, por omisión o “comisión”, para justificar políticas populistas, liberales (desde keynesianas hasta monetaristas) e incluso para renovar identidad con el principio de la planificación estatal (la cual, si bien nacida en la URSS, pronto sirvió de instrumento para experiencias tan disímiles como la de Corea del Sur (por citar un solo ejemplo).

                                                   

Sin embargo, los debates sobre el modelo chino, en su inmensa mayoría, se sustentan en especulaciones, mitos, ignorancia, e incluso racismo.

 

Uno de los mitos más “populares” es que el éxito de China descansa en sus enormes reservas de mano de obra barata. Verdad a medias, la realidad es que la reserva de mano de obra barata abunda en el mundo (no más imaginemos el continente africano a plenitud), por lo que esa argumentación termina resultando muy endeble desde una perspectiva racional, objetiva (no ya científica). 

 

Y lo cierto es que el éxito de la dinámica China descansa en varios elementos: el primero de ellos, ciertamente y en razón de su articulación con el mercado interno de la economía, tiene que ver con la existencia de una abundante mano de obra saludable, educada, formada en criterios de organización del trabajo (disciplinada), con capacidad (histórica) para la autogestión, con enormes tradiciones de vinculación territorial, … y barata. 

 

Este elemento, en sí mismo, no configura la dinámica económica china en su despegue, y aquí aparece un segundo mito que inunda el debate académico y de calle: se le otorga al capital imperialista la responsabilidad de, a partir de los procesos de deslocalización (industrial, comercial y de servicios), originar una dinámica excepcional en estos tiempos como el de la economía China.

 

Aquí entra un segundo elemento (aparte del carácter de la fuerza de trabajo) para reconsiderar el modelo chino. Lejos de ser el capital imperialista quien desató el “milagro chino”, la razón primigenia descansó en una decisión política (devenida de un desarrollo ideológico) en el seno del Partido Comunista, atendiendo a tradiciones existentes en la historia y la cultura china que hasta ese momento iban “chocando” en paralelo. 

 

Por un lado, nos referimos a la histórica e importante diáspora china la cual, desde tiempos que se miden en centurias, se viene conformando como un conjuntos de redes basadas en organizaciones empresariales interconectadas, con enorme presencia en el sudeste asiático, pero también en USA y Gran Bretaña, por ejemplo; y que han logrado unos niveles de acumulación de capital que se disparan a partir de los 90´s cuando las multinacionales estadounidenses se deslindan del antiguo modelo burocrático de integración vertical, y comienzan a asumir el espíritu asiático de las redes de subcontratación, encontrando en ellas (las empresas de la diáspora, las condiciones que requerían para este “salto"). Ojo, en este período de los 90´s, el problema de competencia intercapitalista de USA era con Japón, no con China.

 

Pero no solo la diáspora china en sí misma (la cual existe en la dinámica económica mundial desde el siglo XVIII), es suficiente. Decíamos de la existencia de dos tradiciones histórico-culturales en desarrollo paralelo y contradictoria. A la que representa la diáspora china, añadamos las tradiciones revolucionarias nacidas con el triunfo comunista en los 50´s y que, en el abanico de aciertos y errores, permitió la configuración de una sociedad, de un mercado nacional y de un Estado con características muy propias. 

 

El logro fue articular el capital chino en el extranjero con el capital estatal, y corresponde a Deng Xiaoping, en tanto expresión de la dirección colectiva de un Partido Comunista en proceso autocrítico por los resultados de la Revolución Cultural, ser el artífice de resolver la contradicción diáspora-PCCh bajo los principios de permitir al capital chino en el extranjero beneficiarse del potencial del mercado interno y de plantear la recuperación de Hong Kong, Macao y Taiwán para su incorporación en el mismo; cuestión que para nada entrañaba problemas a la diáspora china ni en términos económicos ni culturales; ni para un PCCh con un control bien importante del Estado nacional. Todo ello bajo la consigna de “una nación, dos sistemas”.

 

Es importante atender que en un principio de la novedosa orientación del PCCh, las multinacionales estadounidenses, europeas y japonesas encontraban grandes dificultades para solventar las regulaciones comunistas existentes sobre la mano de obra (contratación y despido), la compra y venta de mercancías, el hecho de que la tierra pertenece totalmente al Estado, etc.; aparte de su desconocimiento de las normas, costumbres, lengua, manipulación de los lazos de parentesco y la presencia permanente de los organismos del Partido, lo cual las mantenía con niveles mínimos de inversión. Esta situación era desconocida para el capital de la diáspora que, alentado por los éxitos iniciales, rubrica la alianza con el PCCh a finales de los 90´s y termina reconociendo la impronta, por ejemplo, de la política del PCCh sobre Hong Kong y sus residentes.

 

Podemos decir que a la par que el ascenso chino iba acumulando éxitos por sí mismo durante los 90´s, el capital imperialista se veía en la obligación de acudir a China aceptando la fórmula del PCCh. El capital imperialista se insertó en el “milagro chino” una vez que este demostraba sus potenciales y no como quieren pensar algunos, que fue él quien lo provocó.

 

A estos dos elementos que configuran originariamente el despegue del “milagro chino” (el carácter de la fuerza de trabajo y la naturaleza del capital que funcionó, cuál “capital originario”) añadamos el problema del “mercado”. Tratar el problema del “mercado” es un debate amplio: desde su naturaleza y papel en la sociedad precapitalista y capitalista hasta su papel en la transición al socialismo, ha sido trabajado, en la perspectiva marxista innumerables veces y no es este el momento de trabajarlo. 

 

Lo cierto es que se ha partido, desde el PCCh, por unas ideas que sustentan la experiencia actual. En primer lugar, que ni el “mercado” ni el “capital” son propios del capitalismo; los encontramos en sociedades precapitalistas con características que responden al desarrollo histórico. En segundo lugar, y a partir de este criterio, el carácter del desarrollo capitalista de mercado no depende exclusivamente de la presencia de agentes capitalistas (burguesía) en él. Para que el mismo se concrete, debe el Estado, en su relación con el capital, responder a sus intereses de clase (de la burguesía).

 

Por ello la consigna de “una nación, dos sistemas” asume que no es vinculante la existencia de una “economía de mercado” con el capitalismo (de hecho en el S.XVIII podemos encontrar una economía de mercado en la China Imperial y feudal) y es posible, según los camaradas chinos, utilizar la “economía de mercado” como palanca para impulsar el desarrollo hacia la construcción del Socialismo Científico.

 

Estos elementos expuestos pretenden ir resituando un debate difícil, dadas algunas consideraciones: la naturaleza del modelo chino rescata tradiciones milenarias asiáticas que, a su manera, también son asumidas en procesos revolucionarios como Vietnam y Laos. En segundo lugar, el desconocimiento general de los idiomas asiáticos conduce a estudios “por baranda”, generalmente desarrollados desde una perspectiva, cuando no burguesa, revisionista (al final es lo mismo). 

 

Sin embargo, van estas consideraciones para un debate urgente y necesario.

 

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