Armiche Padrón,
Sec. Político Regional - Sucre,
PCV.
Dip. Armiche Padrón, Sec. Político Regional Sucre, PCV. |
Las constantes fallas en los servicios públicos, acentuadas en la medida en que te alejas de Caracas (por aquello de que “Caracas tumba gobierno, más no el resto”), de inmediato permiten que en las redes se desaten las acusaciones contra los "infiltrados" en la administración pública; cuestión, por ejemplo, muy bien subrayada por un actual candidato a gobernador bolivariano, quien de manera frontal enfrentó a Chávez durante el golpe y paro petrolero (2002-03), pero ahora le exige en su primer "acto de masas” a su "tropa" u "operadores" rastrear toda la administración pública buscando infiltrados para "sacarlos a patadas". Es el candidato de la Dirección Nacional del partido oficialista.
En toda contienda o batalla el "infiltrado" existe. Principios elementales de la guerra son la necesidad de información sobre el enemigo, la capacidad para desmoralizarlo y la capacidad de sabotaje para debilitarlo, y estas son tareas fundamentales del "infiltrado". Dependiendo del tipo de guerra (o como la idealicen los estrategas) o de la lucha que se libre, cambia el carácter del infiltrado, más no su naturaleza. Si la lucha es de género, el enemigo es el género contrario; si la lucha es ideológica, el enemigo es quien piense diferente a mí; si la lucha es entre países, el adversario es extranjero... si la lucha es de clases (y lo es en esencia y se nos presenta de diversas formas), pues en la clase antagónica tendremos al enemigo. Y el "infiltrado" es un representante de ese enemigo.
El gran problema, no el único, del proceso político que inauguró Chávez, nace al partir de la falsa exaltación de lo popular, de hacer de la noción "pueblo" (de manera abstracta) el referente primario y final de todo el discurso, su estrategia y táctica; una noción (la de "pueblo") no solo idealizada al extremo (lo que es necesario en momentos de la lucha), sino toda aderezada con condimentos metafísicos que permiten terminar equiparando a Mendoza o Cisneros con sus trabajadores, o proponiendo la necesidad de una “burguesía revolucionaria” (declaración formal e inequívoca de la propia incapacidad que, desde el Estado Capitalista, se tiene para adelantar las inconclusas políticas democrático-burguesas -"legado de Chávez", le decimos de manera criolla). Es decir, todos somos aceptados en la "revolución"; basta que seamos buena gente.
La urgencia por tomar el poder a como dé lugar, condujo hacia la generación de una aspiradora para sumar "masa". Cierto, se captaron sectores, fracciones e individualidades necesarias para la transformación; pero de lleno ingresó el oportunismo. Aquel que perseguía "izquierdistas" bate o pistola en mano, terminaba dando cursos de formación ideológica; aquel que administraba las mafias, ahora administra instituciones públicas, en fin... El origen del infiltrado no solo está en la política tradicional de la CIA de infiltrar; también se encuentra en el origen del chavismo, en su necesidad de ser omniabarcante, no importa con quién sea; en su necesidad, una vez tomado el poder, de cambiar el sentido revolucionario de superación del capitalismo por el de lograr el "buen vivir" en él. Como decían Marx y Engels allá, por 1850: "Muy lejos de desear la transformación revolucionaria de toda la sociedad en beneficio de los proletarios revolucionarios, la pequeña burguesía democrática tiende a un cambio del orden social que pueda hacer su vida en la sociedad actual lo más llevadera y confortable".
La ausencia de una orientación homogénea y real-material, la prevalencia del oportunismo, la decadencia de una renta que ya no da para una repartición amplia, la incapacidad para invertir en mantenimiento y solo pensar en la especulación, la economía subalterna y el comercio ilegal; la ausencia de un criterio ético revolucionario, todas hacen que la pregunta no sea ¿cómo identificar al infiltrado?, sino, por el contrario, reconocer a quienes no lo son y avanzar con ellos en un nuevo reagrupamiento.
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