Werther Sandoval,
ÚN, abril de 2021.
Periodista Werther Sandoval. |
La argucia puesta en práctica, tanto ayer como ahora, es que “A la gente se le convence más apelando a sus emociones, a sus impulsos inconscientes e instintivos, que abrumándola con hechos. Hay que asustarla”.
El autor intelectual de toda esta maquinaria de propaganda fue Edwars Bernays, quien junto a Walter Lippman integraban el grupo secreto "Comité Estadounidense de Información Pública”.
Sostenía que “La manipulación inteligente de las masas es un gobierno invisible, que es el verdadero poder gobernante en nuestro país EEUU”.
Un reportaje de P. Unamuno, publicado en El Mundo, titulado “Edward Bernays y el arte de manipular”, lo ejemplifica así: “Si usted se siente atraído irremediablemente por un producto que, si se detiene a pensar, en realidad no necesita, o siente simpatía por un partido político por el cual vota sin saber por qué, es porque ha sucumbido, como todos, a las artes de ese mago de la manipulación que fue Edward Bernays”.
En la película, Pilger retoma el emblemático logro de Bernays de hacer que las mujeres fumen. Hasta principios del siglo pasado era mal visto que una dama fumara en público. Para derribar esta percepción dominante en la opinión pública, como símbolo de la liberación de la mujer Bernays organizó un desfile de jóvenes fumando por la Quinta Avenida de Nueva York.
“La estrategia publicitaria funcionó. Tuvo una gran cobertura informativa. Los medios llamaron al cigarrillo Antorcha de la Libertad. Las mujeres comenzaron a fumar en público. Fumar se convirtió en el símbolo de la nueva mujer, la mujer emancipada”, apunta el profesor de Historia de la Comunicación, Stuart Ewen, entrevistado por Pilger.
Los hechos y opiniones relatados despiertan la polémica inquietud sobre el alcance de los grupos de poder y su concomitante empleo de los medios en la construcción de las diferentes definiciones de opinión pública, mas cuando la búsqueda en Google de “Publicidad y libertad de expresión” arroja 22.100.000 resultados en apenas 0,68 segundos.
El profesor Antonio Pasquali en su obra Comunicación y Cultura de Masas hace énfasis en la dimensión humana del acto comunicacional, y a partir de allí denosta el enfoque tecnocrático, aplicado por el autor de esta nota a la publicidad, de identificar a la publicidad con comunicación, cuando en realidad es una acción unilateral del saber entre un emisor institucionalizado y los receptores, en el cual no existe posibilidad de un dialogo real y por tanto imposibilidad de la puesta en común, propia e implícita de toda comunicación.
La polémica se acrecienta cuando se encuentra que, en algunas escuelas de Comunicación Social, como la de la Universidad Central de Venezuela, la publicidad es una especialización, mención, aun cuando sea esta una disciplina disruptiva con la comunicación como cualidad cultural de todo ser humano, al grado de fracturar a la misma comunicación como soporte de la estructura social. Es incoherente y hasta contradictorio licenciar de Comunicador Social a un publicista.
El uso de estrategias persuasivas, unidireccionales, entre actores en condiciones desiguales, orientadas a provocar determinadas conductas, tal como lo estructuraba y concebía Bernays, aplicadas hoy por los estrategas de la publicidad, hacen del acto publicitario un objeto de estudio de las escuelas comunicación, pero pretender que un especialista en estas estratagemas es un comunicador social hecha al piso toda la dimensión humana de la comunicación.
Para mayor precisión, la publicidad es ajena a la naturaleza y dimensión humana de la comunicación, entendida por Pasquali como “...aquella que se produce (y supone a la vez) una interacción biunívoca del tipo del con saber, lo cual sólo es posible cuando entre los dos polos de la estructura relacional (transmisor receptor) rige una ley de bivalencia: todo transmisor puede ser receptor puede ser trasmisor”.
Formar “Comunicadores sociales” especializados en crear argucias mediáticas capaces de generar respuestas programadas en la opinión pública, como la de aceptar y participar en la guerra o inundar de nicotina los pulmones de “mujeres emancipadas” con Antorchas de la libertad, desbarata y atenta contra la comunicación y por ende contra la misma sociedad.
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