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miércoles, 17 de febrero de 2021

La batalla más sangrienta fue por petróleo y a machete

Últimas Noticias,
Werther Sandoval,
16-2-2021.




Periodista Werther Saldoval.

La actuación bélica de una división trujillana conformada por 40 hombres en tapa rabos y armados con machetes, fue clave para romper el cerco al que estaba sometido Cipriano Castro en la ciudad de la Victoria, acto que transformó esta batalla de 21 días en la más sangrienta de las contiendas ocurridas en la historia de Venezuela.

Las 20.000 tropas que participaron durante casi un mes en la batalla de casi un mes durante 1902, en la entonces capital del estado Aragua, venían empujadas, de un lado, por las ansias megalómanas de empresas alemanas, francesas, italianas, estadounidenses; de otro, por la necesidad histórica de las fuerzas de Cipriano Castro de acabar con las montoneras y hacer de Venezuela un Estado Nación.

El grueso de las empresas de capital foráneo se habían instalado en Venezuela, fundamentalmente, a partir de los años 60 del siglo XIX y con mayor ahínco durante el gobierno de Antonio Guzmán Blanco, quien desarrolló una tan desmesurada política de facilidades de ingreso para los capitales extranjeros, que hasta su propio padre, Antonio Leocadio Guzmán, armó: “...a mi hijo se le fue la mano”, tal como narra el siempre bien recordado profesor de la Universidad Central de Venezuela, Antonio Mieres. 

El empeño de Guzmán Blanco por hacer de Venezuela un país “afrancesado”, implicaba doblegar, flexibilizar al extremo, las legislaciones de la época que reservaban a la República la propiedad sobre sus recursos mineros, basada en el decreto emanado el 24 de octubre de 1829, en Guayaquil, por Simón Bolívar, denominado “Decreto sobre conservación y propiedad de las minas contra cualquier ataque contra la facilidad de turbarla o perderla”, cuyo Capítulo 1.º, De los descubrimientos, títulos y deserción de minas, señala:

Artículo lo. Conforme a las leyes, las minas de cualquiera clase, corresponden a la República, cuyo gobierno las concede en propiedad y posesión a los ciudadanos que las pidan, bajo las condiciones expresadas en las leyes y ordenanzas de minas, y con las demás que contiene este decreto. 

Entre las compañías que recibieron el beneplácito del también autollamado “Ilustre Americano” se encontraba la New York & Bermúdez Company, subsidiaria de la estadounidense General Asphalt, la cual adquiere la concesión sobre el Lago de Guanoco el 7 de mayo de 1885, para explotar y comercializar el hasta esa fecha el depositario de asfalto más grande del mundo, ubicado en el entonces estado Bermúdez, uno cuyos territorios es el hoy estado Sucre. Allí también explota el primer pozo petrolero venezolano operado por una compañía extranjera, el Babaui, en 1913.

Mieres recuerda que el con icto en ciernes toma fuerza cuando la New York Bermúdez and Company, ya molesta con los impuestos y pago de regalías, desatiende la legislación del estado Bermúdez en lo relativo a dotar de electricidad a Cumaná y de transporte a los trabajadores. 

Castro se enfrenta a la arrogancia de la compañía, entre cuyos directores se hallaba Manuel Antonio Matos, también directivo del Banco de Venezuela”. 

Nikita Vallenilla, en su texto Asfalto y revolución, cuenta como la querella jurídica es ganada por Castro en la Corte Suprema de Venezuela. Incluso triunfa en la jurisdicción de EEUU”, recuerda Mieres. Es cuando la NY& Bermúdez Company acude al gobierno de EEUU y surge Teodoro Roosevelt, quien trata de quitar a Castro. Lo llama “Mono sudamericano” y arma con odio:Quisiera darle un par de nalgadas para sacarlo de pequeño trono que tiene en Caracas”, dice el profesor de la UCV.

Castro no cede en las exigencias. Con Matos a la cabeza y Roosevelt en la trastienda, la NY & Bermúdez Company nancia la conspiración y organiza a todo el capital extranjero con el propósito de sacar a Castro del poder. Las empresas auríferas de El Callao, las inglesas, francesas se confabulan en una revuelta armada”.

Estalla en 1902 La revolución libertadora liderada por Matos, asesorado militarmente por caudillos como los generales Domingo Monagas y el general Luciano Mendoza, guras de gran prestigio en las contiendas civiles del siglo XIX, y otros “...generales chopo e ́ piedra, valientes como ninguno, ignorantes como ellos solos...”, apunta Raúl Oviedo Rojas, en su libro La Gorra Tuerta. Estaban financiados con 145.000 dólares por la New York and Bermúdez Company. 

La contienda va siendo ganada por Matos. Para julio de 1902 solo quedaban en poder del gobierno Restaurador del general Castro los estados Miranda, Aragua y Carabobo en el centro del país; y los estados Trujillo, Zulia, Mérida y Táchira en el occidente. 

Wikipedia narra que “El 5 de julio Castro encarga la presidencia de Venezuela al general Juan Vicente Gómez y marcha con su ejército al oriente con el n de evitar una concentración de los ejércitos de Matos de Oriente y Occidente entre el sur de Aragua y norte de Guárico. 

La operación fracasa por la derrotas sufridas en Guanaguana y Aragua de Barcelona y la temida reunión de Matos se efectúa en Villa de Cura. Castro, en desventaja numérica se acuartela en La Victoria. El grueso del ejército de Matos de unos 15.000 hombres avanzaba desde Villa de Cura”. 

Luciano Mendoza y Manuel Antonio Matos deciden aplazar el ataque a Caracas a través de los Valles del Tuy como lo había planeado Domingo Monagas. En su lugar deciden ir de frente contra el restaurador en La Victoria con lo que esperaban un triunfo definitivo terminara la guerra.

El asedio de Matos en La Victoria comienza el 12 de octubre de 1902 y se desarrolla a lo largo de las colinas que rodean la ciudad. Castro intenta romper varias veces el cerco sin éxito. La situación se torna critica. Las municiones y suministros escasean. No obstante, todo cambia con la llegada de las fuerzas andinas de la División Trujillo al mando de los generales Leopoldo Baptista, Pedro Linares, Pedro María Cárdenas y por los 1000 hombres de refuerzo al mando de Juan Vicente Gómez.

Las fuerzas leales al gobierno ahora suman 5.000 hombres, pero a pesar de la desventaja numérica, Castro contaba con recursos bélicos de extrema importancia, rifles de repetición Máuser y cañones Krupp de tiro rápido, los primeros del país, con las cuales sus hombres obtenían un mayor poder de fuego. Al ejército de Matos se le comienza a agotar los pertrechos. 

Es entonces que se desarrolla una de las acciones más famosas de la batalla. 40 hombres de la División Trujillo realizan una exitosa carga de machete contra una línea enemiga. Iban descalzos. 

En ropa interior, sin armas de fuego, solo armados con un machete, dice José Rosario Araujo, en su ponencia La revolución restauradora. 

Al llegar a las afuera del campamento enemigo los trujillanos se preparan para la carga y atacan produciendo desconcierto en las las del ejército de Matos, haciéndolos huir de trinchera en trinchera dejando muchos cadáveres regados en su huida.

Una derrota en La Victoria hubiese acabado con el dominio del Restaurador. En su lugar las fuerzas de Castro se impusieron sobre los revolucionarios por su disciplina, armamento y unidad de mando. Aunque el soldado venezolano tenía una formación militar muy exigua, en el campo de batalla demostraba una gran valía en combate.

A finales del siglo XIX el periodista estadounidense William Eleroy Curtis afirmaba que los soldados recibían “...una paga equivalente a un franco por día, con la cual deben proveerse su propia subsistencia. Son obedientes, fieles y buenos combatientes. Algunas de las más feroces batallas que el mundo haya conocido se han librado en Venezuela, y en ambos bandos quienes han peleado son estos pobres hombres”.

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