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sábado, 9 de mayo de 2020

75 AÑOS DESPUÉS: ¡HURRA STALIN!

Armiche Padrón*,
Partido Comunista de Venezuela (PCV),
9-5-20.

Iósif Vissariónovich Dzhugashvili Stalin (1878-1953)




El 9 de mayo de 1945 el mundo terminó de entender que la guerra había terminado. No sucedió cuando los soldados americanos besaban civiles en París o New York; no sucedió cuando se lanzaron dos bombas atómicas sobre un Japón ya militar y políticamente estéril, no sucedió ni siquiera cuando en el Reichstag se izaba la bandera del proletariado revolucionario (sí la única bandera que clase social alguna enarbole con mayor orgullo que la roja bandera con la hoz y el martillo). No. La humanidad entendió que el fascismo había sido aplastado, en el desfile de la Victoria del 9 de mayo en la Plaza Roja con Lenin como testigo excepcional, cuando los estandartes capturados a los fascistas fueron colocados a los pies del Kremlin: la humanidad suspiraba de alivio una vez que la Unión Soviética, con este gesto, exclamaba la victoria definitiva.

El revisionismo histórico que pretende anular la importancia de Ejército Rojo en esa contienda arrancó desde ese mismo día. Aliados para enfrentar al fascismo, ingleses, franceses y norteamericanos de inmediato desviaron sus maquinarias de guerra, nuevamente, contra la Revolución Bolchevique: aquella que no pudieron aplastar durante la guerra civil ni con una intervención conjunta de más de 14 potencias; aquella que intentaron aplastar animando a Hitler a atacarla en primera instancia. El ejemplo de una revolución que en ese 1945 contaba con apenas 28 años y que había sufrido lo insufrible se mostraba victoriosa, erguida, orgullosa, adolorida por tanto obrero y campesino masacrado por la burguesía (fuese liberal y democrática amarilla o parda fascista). Sin embargo la humanidad huele la realidad, sabe que no es gratuita la insistencia del imperialismo en desvirtuar lo sucedido, intuye que hay algo detrás. El hecho de que un Ejército formado por obreros y campesinos (los que sobrevivieron a la Primera Guerra Mundial, a la Revolución Bolchevique, a la guerra civil y a la intervención multilateral), un Ejército cuya bandera era roja con la hoz y el martillo uniendo decenas de nacionalidades, culturas, idiomas bajo el acero templado del marxismo-leninismo; un Ejército bajo la dirección política de un Partido Comunista no podía ser desapercibido y desde un principio el imperialismo entendió que si Hitler no los había destruido la mentira podría ayudar.
Gran desfile de la Gran Victoria contra el Nazi-fascismo en la Plaza Roja de Moscú 1945

75 años después todavía los rostros soviéticos (uzbekos, kirgüizos, bielorusos, ucranianos, letones, estones, rusos, cosacos…..) siguen estoicos ante ese revisionismo histórico, el cual, desde ese momento, entendió que debía dirigir su ataque feroz contra el ícono que en sí mismo representaba todo: victoria, orgullo, disciplina, humildad, dirección marxista-leninista y sobre todo, principios de clase, de clase trabajadora. Ese ícono quedó referenciado 8 años después de la Victoria contra el fascismo durante su último adiós: Joseph  Vissarionovich, Stalin, fue aclamado en vida y muerte por millones de soviéticos como el epicentro viviente de una Revolución mil veces golpeada y mil veces victoriosa bajo la conducción del Partido Comunista y Stalin logró amasar toda la experiencia colectiva y de clase para ponerla al servicio de la humanidad. Experiencia que comenzó a sistematizar desde el principio: ya entre 1918 y 1920 el Comité Central del Partido, bajo la dirección rigurosa de Lenin, no encontraba a otro cuadro de mayor eficiencia que Stalin cuando de problemas se trataba en diferentes frentes. Advertido del desastre en que estaba convertido el Ejército Rojo, fue él el encargado en cada batalla, en cada misión y en cada tarea de acerar esa estructura y transformarla en lo que posteriormente fuese: el Ejército de obreros y campesinos bajo la dirección del Partido Comunista, encargado de liberar a la humanidad del yugo fascista.

Atacar a Stalin era la única forma de llegar a Lenin, y con él a Marx. Los intentos de ataque directo contra Marx, Engels y Lenin tenían y tienen un gran problema: el carácter científico de la concepción por ellos desarrollada no tiene competencia sobre la faz de la tierra. Por el contrario Stalin parecía más accesible. Y se desató el revisionismo, la mentira mil veces contada mientras correspondía a Stalin concretar los planes de Lenin, y conducir a la Unión Soviética, de ser un conjunto de países pobres, muchos de ellos con más del 90% de analfabetismo, diezmados por las hambrunas y la guerra, a ser una potencia capaz de frenar el ímpetu de la prepotencia burguesa.

Con su carga de errores, con su legado de enseñanzas y con el ejemplo de su férrea actitud militante, Stalin sigue siendo hoy en día el leiv motiv de las más variadas discusiones surgidas desde el oportunismo de la derecha, de los fascistas de nuevo tipo y desde el oportunismo de izquierda: ¡stalinismo! Vociferan, demostrando un analfabetismo que solo se comprende por su posición de clase y su temor ante la veracidad histórica. Para otros, Stalin fue simplemente el continuador de la obra de Lenin cuyo máximo error fue no entender como el enemigo estaba cerca de él. Con el XX Congreso se pretendió bautizar el “stalinismo” y su funeral. A partir de ahí todo lo negativo era producto de su obra, pero desde 1953 hasta 1992 (39 años) fueron incapaces de “corregir” los pecados capitales de Iosif, de Koba, de Stalin.

Arribistas del poder criticaban a Stalin sin entender como las necesidades objetivas después del fallecimiento de Lenin, obligaban a cambiar elementos importantes del quehacer revolucionario. Pero la obra quedó ahí para la historia, materialmente advertida y concreta.

Hoy en día la amenaza fascista vuelve a estar presente: del revisionismo histórico se pasa a la declaración que equipara al aceite con el agua y la burguesía de unos cuantos países pretenden oficializar la igualdad del fascismo con el comunismo, del revisionismo histórico se pasa a la ilegalización, nuevamente de, los partidos comunistas y obreros en países donde el Ejército rojo y los comunistas dieron sus vidas contra el fascismo. Se intenta “desaparecer” el marxismo leninismo de mil formas: colocándole apodos revisionistas como “crítico”, “heterodoxo”, “con rostro humano” o “del siglo XXI” para no reconocer que la única concepción del mundo que demostró y demuestra ser la alternativa real y única al capitalismo es la que se guía por el marxismo-leninismo, la que deposita en el proletariado el empuje necesario de los cambios que se requieren, la que entrega al Partido Comunista la responsabilidad de direccionar el conjunto de fuerzas revolucionarias contra el enemigo común, la que define a la dictadura del proletariado como la fase necesaria para aplastar a la burguesía y lograr las condiciones mínimas para crear una nueva sociedad, la que se alza por encima de los ismos genéricos, etáreos, religiosos y étnicos para unir a la especie humana en la construcción de un mundo en paz y para todos.



75 años después, el ejemplo de Stalin sigue inspirando a muchos: para bien y para mal.

75 años después los antifascistas, la gente de paz, los marxistas-leninista seguimos admirando el ejemplo de Stalin y en él admiramos y respetamos a los pueblos del mundo que enfrentaron a Hitler, Mussolini y Franco; admiramos a los diversos pueblos soviéticos, al PCUS y a la Revolución Bolchevique que sigue iluminando el camino para la lucha contra la burguesía y el capitalismo no bajo la promesa de la conciliación de clases y la paz entre trabajadores y burguesía.

75 años después los comunistas seguimos gritando ¡Hurra Stalin!, ¡Hurra Lenin!, ¡Hurra Marx!


*Secretario Político del CR-Sucre del PCV,
Miembro del CC-PCV y Profesor Universitario.
      
    

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