laiguana.tv
23-2-20
Curcio habló sobre este punto, sobre otros de actualidad y respecto a su nuevo libro, La economía venezolana: cuentos y verdades (Caracas: Editorial Trinchera) durante una entrevista en la sección Cara a Cara. De seguidas, una versión del diálogo:
-Entrando a los temas del momento, uno te oye y te lee y tiene la impresión de que el gobierno está haciendo exactamente lo contrario a lo que tú postulas. ¿Cómo te sientes al respecto?
-Bueno, siento que estoy aportando, porque los diagnósticos y las propuestas que hemos hecho son justamente para el debate. No necesariamente estamos de acuerdo ni en el diagnóstico ni en las propuestas, pero podemos debatir con argumentos y con números porque no es un asunto de que “se me ocurrió”. Hay muchas herramientas en la ciencia económica para medir, para diagnosticar, para pronosticar. Bueno, hagámoslo. No hay una fórmula única para avanzar, puede haber varias. Incluso, la idea es construirla de manera colectiva y entendiendo además que se trata de un asunto económico, pero, como lo decía el comandante Chávez, la economía no va sola, tiene un importante componente de política, y en lo que estamos viviendo actualmente en Venezuela, es un componente de la política de guerra que nos están imponiendo y que tiene aspectos sociales y culturales. Cuando me preguntas cómo me siento, digo que ahí están mis aportes para el debate.
-Hablando sobre ese punto, respecto a qué tanto responde la economía a la política y qué tanto a otros factores, toquemos el tema de la dolarización. De acuerdo al enfoque reciente del presidente Maduro, pareciera que la dolarización es algo que, simplemente, ocurrió y ahora vamos a ver cómo lo manejamos lo mejor posible para la gente. ¿Eso es así o la dolarización es un proceso inducido, pensado, planificado en alguna parte del mundo para seguir esa guerra?
-Fue inducido y tenemos tiempo diciéndolo. De todas las armas de la guerra económica, una de ellas es el ataque a la moneda. Cuando atacan la moneda inducen la inflación, que ya está a niveles hiperinflacionarios desde noviembre de 2017, pues han aumentado los precios un mínimo de 50% mensual. Esa inflación inducida, en grado de hiperinflación, tiene a su vez otras consecuencias, como el deterioro del salario real porque la velocidad con la que aumentan los precios no es la misma del aumento de salarios. Otra consecuencia es la caída de la producción. También sucede que cuando los precios aumentan se necesita más dinero para adquirir los bienes. Siempre usamos un ejemplo muy sencillo: suponiendo en la economía solo se produce pan, y se producen dos unidades, cada una con un precio de 100 bolívares. Para comprar los dos panes, tú necesitas 200 bolívares. Si, al día siguiente, el que produce pan toma como referencia un portal web donde están atacando a la moneda y fijan el tipo de cambio por encima, ese productor pone el precio de cada pan en 200 bolívares. Por tanto, para comprarlos, tú necesitas ahora 400 bolívares. Si en esa economía no se aumenta la cantidad de bolívares disponibles, al día siguiente solo podrás comprarte y comer un pan. Eso es lo que se ha hecho con la inflación inducida. Cada vez que se ha hecho esto ha sido con dos objetivos: derrocar a gobiernos que buscan un sistema distinto, imponer el dólar como moneda, o los dos propósitos al mismo tiempo. La dolarización es un arma vieja, no la están probando en Venezuela, lo hicieron en la Alemania de 1923; lo hicieron en Nicaragua y en otros países de América Latina, como Argentina en los 90, cuando se llegó a la caja de conversión; lo hicieron en Zimbawe, en 2008 y en Ecuador, que terminó dolarizándose. Como arma, la dolarización está induciendo a la hiperinflación y generando una situación en la que hay menos cantidad de bolívares. Es una característica de las guerras no convencionales. En una guerra convencional hay tropas, los ejércitos van ocupando territorios, desplazando al otro ejército, con sus armas convencionales. En las guerras no convencionales, el arma es la moneda. Cuando el dólar incursiona en nuestro territorio y en nuestro espacio económico, de alguna forma nos están invadiendo. Si nuestro ejército, que en esa guerra es el bolívar, en vez de avanzar o de al menos contener al dólar, se repliega porque hay menos bolívares (entre otras razones porque hay una política monetarista desde el BCV que todavía cree la “depreciación” del bolívar es un asunto se cantidad de dinero), pues el ejército invasor avanza. A las personas les llegan dólares por remesas o por otras vías que forman parte del plan diseñado para atacar al bolívar, y si quiere cambiar les va a costar conseguir bolívares. Luego hay un tema simbólico, de la guerra como tal, que es la ocupación de territorio.
-Frente a esa situación, ¿cómo se entiende que el gobierno diga: “bueno, está bien, vamos a aceptar la dolarización”? ¿Es una capitulación o es un repliegue táctico?
-Por eso es que digo que la economía tiene que ver con la política, con la política de guerra, con lo político-estratégico y con lo político-táctico. Si hay una estrategia o una táctica al respecto, particularmente no la conozco, y en verdad no tendría por qué conocerla porque en esta situación de guerra, nadie va a revelar sus estrategias porque correría el riesgo de que se entere el enemigo. Lo cierto es que este avance del dólar podría garantizar cierta holgura a algunos sectores de la población, pero solamente a algunos sectores. Aquí surge de nuevo el tema de la desigualdad. No todos los sectores de la población tienen acceso a las divisas, y entre los que lo tienen también hay diferencias. Supongamos que una persona tiene 100 dólares y que los usa para pagar en el supermercado. El dueño del supermercado los recibe y es posible que ante la menor cantidad de bolívares disponibles, compre la mercancía en dólares y hasta que les pague a sus empleados con dólares... Pero, ¿cuánto le pagará al empleado? No le pagará los cien que recibió del comprador, sino cuatro o cinco, y ese empleado también hará transacciones en dólares. Así es como va a avanzando la dolarización, pero con desigualdades importantes. Nosotros hemos propuesto, hace tiempo, que dado que esto es un arma de guerra muy poderosa (tanto que, junto al bloqueo, es la que se mantiene porque parecen haber renunciado por lo pronto al desabastecimiento programado y selectivo) es fortalecer el bolívar como la moneda con la que se pagan salarios, bienes y servicios. Para fortalecerla, hemos propuesto respaldarla en activos, preferiblemente el oro. Una propuesta adicional es recuperar las reservas internacionales porque no es igual que venga un tercero a atacarte tu moneda con 6 mil 600 millones de dólares en reservas, como están ahorita, a que tengas 30 mil o 50 mil millones de dólares. Eso no significa que si están en tales niveles no vayan a atacarla, pero la defensa es más efectiva. Para lograr esa recuperación de las reservas es necesario recuperar la producción petrolera, porque 98% de las divisas entran por ese concepto. Pero además hemos propuesto monetizar el oro, que puede contarse como reservas internacionales, y si lo tiene en sus bóvedas, nadie te lo puede quitar o bloquear... En fin, hay distintas opciones. Lo importante es mantener el rumbo, que es recuperar la moneda, resistir ante la invasión de dólar y seguir avanzando hacia el modelo que queremos, que es el socialismo bolivariano.
-En los últimos meses se ha registrado un cierto respiro, lo que hizo pensar en una recuperación económica, pero si alguien se está ahogando y logra sacar la cabeza un momento, no significa que se haya salvado... ¿Cómo lo ves tú?
-Bueno, ese respiro ocurrió sobre todo en diciembre de 2019. Regresando al ejemplo de los panes: si se necesitan 400 bolívares para producir y consumir esos panes. Si esos 400 bolívares existen, se logra la meta. En diciembre, gracias al petroaguinaldo y a los bonos y los aguinaldos en general, hubo un incremento de dinero en la economía. No es un incremento en términos reales, pues desde 2018, la cantidad de dinero ha caído en 70%, pero esos recursos adicionales de los bonos y el petroaguinaldo permitieron incrementar la producción y el consumo. Ese fue el respiro de la economía. Eso demuestra lo que hemos dicho: si se recorta la cantidad de dinero, se le echa leña al fuego, se está ayudando al enemigo porque este va a seguir atacando la moneda y esa menor cantidad de dinero va a
incidir en una reducción de los niveles de producción y de consumo. Por otro lado, en ese respiro de diciembre hay que observar, una vez más, el punto de las desigualdades, pues en algunos sectores pudo no haber ningún respiro. Los salarios, principalmente los de la administración pública, se han quedado rezagados respecto a los precios, no así los del segmento más calificado de los empleados del sector privado, que se han ido ajustando. Entonces, el respiro no fue igual para esos empleados públicos con salarios rezagados y con tablas salariales achatadas, que para alguien que labora para el sector privado. No es casual que los empleados públicos se estén yendo para el sector privado. Es algo que debe revisarse porque además es una parte de la guerra. Lo escribió Kurt Tidd (jefe del Comando Sur de EEUU) en 2018, en un documento en el que decía que para generar un mayor deterioro en la producción hay que fomentar la migración de los profesionales, en particular los del sector público. En resumen: el respiro fue para los que tienen acceso a divisas y para los que tienen un salario un poco mayor, respecto a los trabajadores de la administración pública.
-¿Hacia dónde nos dirigimos con la política económica que está en marcha?
-Primero hay que decir que la resistencia ha sido heroica. Uno no se cansa de decirlo porque sabemos que el ataque a la moneda va por 90.000.000.000% (noventa mil millones por ciento), pues por cada dólar estamos pagando 7.800.000.000 (siete mil ochocientos millones de bolívares fuertes). Si se le quitan cinco ceros a la derecha, da los 78.000 bolívares que marcan estos portales web que dirigen el ataque a la moneda. En 2012 dábamos 8 bolívares por dólar. Cuando se hace un cálculo de variación entre los siete mil ochocientos millones de bolívares y los ocho bolívares, te da que nos han atacado la moneda en noventa mil millones por ciento. Ese es un ataque importante y por eso uno no se cansa de decir que la resistencia ha sido heroica. Ahora, además de resistir hay que avanzar, tomar espacios. Venezuela tiene riquezas, recursos naturales, gente muy consciente. Hay que revisar algunas políticas, salir de esa trampa monetarista en la que han caído quienes siguen pensando que no hay un ataque a la moneda, sino que el asunto se la inflación es por la cantidad de dinero (en manos del público) y por ello la recortan. Aumentar esa cantidad de dinero no va a resolver el problema del ataque a la moneda, pero puede darnos un respiro... Lo fundamental es empezar por reconocer que hay un ataque a la moneda y actuar en consecuencia, blindándola, fortaleciéndola. Otro aspecto que debe revisarse es el control cambiario porque cuando decimos que se deben recuperar las reservas internacionales, no hacemos nada con aumentar la producción petrolera y monetizar el oro y así aumentar las reservas internacionales, si por otro lado se están escapando, como ha ocurrido históricamente. Ese es el principal negocio de los capitales extranjeros, de la burguesía transnacionalizada. Si en esta condición de guerra no cuidamos así sea lo poquito que está ingresando, menos vamos a lograr el objetivo de recuperar las reservas internacionales. Son varios los aspectos en los que uno llamaría a la reflexión,
siempre sin perder el rumbo del socialismo bolivariano del siglo XXI.
La economía venezolana, cuentos y verdades
Pasquina Curcio acaba de bautizar su más reciente obra, La economía venezolana, cuentos y verdades, libro apadrinado por Luis Britto García y prologado por Mario Sanoja Obediente.
-¿De qué se trata tu nuevo libro?
-Es un libro que nace con la intención de desmontar mitos sobre la economía y sobre la sociedad venezolana. Son cuentos que nos han echado desde hace décadas y que ya forman parte de nuestra cultura, pero que no necesariamente son verdaderos. Los desmontamos con datos, con gráficos. Los gráficos que son las ilustraciones de los cuentos. Se hizo un esfuerzo para escribirlo de manera muy sencilla, sin esos tecnicismos, términos y conceptos económicos que son indescifrables en algunos casos. La idea es que sea un libro para el debate, que todos puedan tener acceso, leerlo, discutirlo, analizarlo. Uno de los mitos es, por ejemplo, que los venezolanos somos vagos y flojos. Es algo que uno comienza a escuchar desde que tiene uso se razón. Nos dicen que al venezolano no le gusta trabajar y, además, para qué va a hacerlo si vive de la renta petrolera. Ese es el cuento. Cuando uno contrasta eso con la realidad observable, se da cuenta de que hay algo que no cuadra: a las cinco se la mañana, en las paradas de las camioneticas hay gente esperando para ir al trabajo, para llevar a los muchachos a a la escuela. Son mujeres que se levantan a las cuatro de la mañana, preparan todo, lleva a los niños, van a su trabajo formal, luego regresan a una segunda jornada en la casa... Entonces, uno dice, “ya va, pero cómo es que el venezolano no trabaja y aquí todos están trabajando”. Y si le preguntas a alguien “¿tú vives de la renta?”, te responderá que no, que vive de su salario, de su esfuerzo. Luego, cuando se revisan los datos, se constata que en Venezuela desde 1920 hasta hoy, la economía ha crecido 14.700%, medido por el Producto Interno Bruto (PIB). Eso no es cualquiera cosa...
-No es algo que pueda lograrse con un país de flojos...
-No, porque para lograr ese crecimiento tuvo que haber trabajo, un valor agregado a la economía, que es el concepto de PIB... Ajá, ¿y quién hizo ese trabajo? Lo hicimos nosotras y nosotros, todos los venezolanos. Entonces, en el libro desmontamos este cuento. Incluso comparamos los datos: en el mismo período (1920 hasta ahora), según el Banco Mundial, la economía de Estados Unidos creció 4.500%. Entonces, salvando las diferencias del tamaño de las dos economías, si nosotros crecimos 14.700% y ellos 4.500%, ¿quiénes son más flojos? El segundo cuento que te echan es que, está bien, el país ha crecido, pero es solo porque produce petróleo, y acá solo trabajan los de la industria petrolera, y el resto es flojo y vago. Pero si vamos otra vez a los datos, nos damos cuenta de que del total de la producción económica, del PIB, 85% en promedio es producción no petrolera y solo 15% es PIB petrolero. Por lo tanto, se derrumba el mito de que somos un país monoproductor. Dentro de ese 85% no petrolero están los médicos en los hospitales y ambulatorios, las maestras y maestros que estás todos los días en las escuelas, los jueces, los choferes del transporte público, los obreros se las fábricas, los que trabajan el campo. Es trabajo no petrolero. Todos esos mitos no son cuentos inocentes, tienen detrás una intención, la de esconder lo que realmente está pasando. Por ejemplo, que desde 1976, cuando se nacionalizó la industria petrolera, esta ha generado 1,4 billones de dólares, es decir 1,4 millones de millones de dólares. Allí surgen las preguntas acerca de dónde está esa riqueza
que generamos y dónde están esas divisas que ingresamos. En este punto viene la clave del libro: la burguesía dice que el pobre es pobre por su propia culpa, porque no trabaja o es improductivo, y si produce, lo despilfarra porque es bonchón. Ese es el cuento. Pero cuando se revisan los datos se ve que hay un problema histórico de distribución. Si analizamos quién se ha apropiado de las divisas generadas por la exportación de petróleo, vemos que no es la mayoría de los trabajadores, de la clase asalariada la que ha vivido de la renta porque de esos 1,4 billones de dólares, 695 mil millones de dólares fueron asignados al sector privado, según datos del Banco Central. Y cuando decimos sector privado, hablamos de las grandes empresas transnacionales, los dueños del capital. Allí uno dice, bueno, son otros los que han vivido de la renta, pero además muy pocos, porque se trata del 1% de la población. Otra cosa que aclaramos en el libro es que no se trata de renta como tal, sino que pasa por un proceso productivo. El otro aspecto de la desigualdad en la distribución es lo que ocurre en el proceso social del trabajo, es decir, cuánto va al factor trabajo y cuánto va al factor capital. De nuevo con datos dl BCV, vemos que 45% es de remuneración a los asalariados y 55% de remuneración al capital. Ahora, hay que acotar que los dueños del capital son 1% de la población, y asalariados somos hoy unos 13 millones de personas. Ese 45% por ciento hay que dividirlo entre 13 millones y el 50% se lo reparten los que forman el 1% de la población.
-El libro tiene unos padrinos de lujo...
-Sí, yo estoy muy contenta, la presentación quedó muy bonita. El prólogo del libro es del profesor Mario Sanoja Obediente, quien ha trabajado el tema desde la historia económica y social. Participó la profesora Iraida Vargas, que ha tratado el aspecto cultural del tema de esas mentiras y cuentos que nos echan. Estuvo también David Nieves porque el libro está dedicado a él, un reconocimiento a su lucha revolucionaria, su lealtad, su honestidad. Por supuesto, también participó Amílcar Figueroa, por Editorial Trinchera, que publicó el libro. La economista también agradeció a Britto García por sus palabras en el acto de bautizo y por un artículo en el que se refirió al contenido de la obra.
(Clodovaldo Hernández / LaIguana.TV)
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