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jueves, 2 de diciembre de 2021

ELECCIONES, CHARLATANES Y OPORTUNISMO

Armiche Padrón
2 de diciembre de 2021.
  

Cmrda. Armiche Padrón
Diversas son las formas de analizar los escenarios electorales, y el más llamativo, el más publicitable y más creíble es el estadístico. De ahí el nacimiento de análisis que basados en el dato empírico (summun del pathos positivista del cual es tan difícil desprenderse) y que tanto abundan en la literatura política actual. Ello no es, en sí mismo, objetable; el problema es cuando desde posiciones marxistas se les intenta conferir, a dichos análisis, un carácter absoluto, o peor, científico; cuando se descontextualiza el análisis de la complejidad de la dinámica de la lucha de clases contradiciendo los principios del materialismo histórico, del materialismo dialéctico, del marxismo-leninismo.


Hay 5 elementos esenciales a la hora de analizar «lo electoral». No son únicos pero si, creemos, esenciales.


Lo electoral es parte de la lucha política y ésta, a su vez, una dimensión de la «lucha de clases». La politología burguesa y los publicistas socialreformistas “desclasan” lo electoral y pretenden darle un nivel de independencia y de representatividad para legitimar el orden burgués, mientras que lo presentan a las masas como algo desligado de sus intereses de clase, buscando presentarlo como algo asociado al interés individual que representa el voto: éste termina mercantilizado por la publicidad y por el uso de recursos materiales que terminan borrando al “elector” para imponer al voto-mercancía. Algo común en la Venezuela “democrática” y que termina por “influir” en el voto, por tanto en las “tendencias”. Idealizar lo electoral está bien para un liberal, es comprensible en un pequeñoburgués, pero cuando un marxista parte de esa idealización, el tufo oportunista comienza a expandirse.


En segundo lugar tenemos que al ser parte de la lucha de clases, lo electoral enfrenta a sujetos sociales (clases) que definen su dinámica de manera dialéctica, no unilateralmente. Por tanto, lo electoral obedece a las alianzas que las clases (sus fracciones, grupos y capas) establecen entre sí o en contra; así como las tácticas y estrategias que estos sujetos definen a través de sus vanguardias expresadas en los partidos políticos. Por ello la «correlación de fuerzas» termina siendo, como decía Lenin en 1918, después de la toma del Poder, «la médula del marxismo y la táctica marxistas» (Acerca del infantilismo y del espíritu pequeñoburgués). Partir de un análisis electoral en particular, o político en general, sin determinar objtivamente la correlación de fuerzas solo garantiza un discurso infantil propio de un espíritu pequeñoburgués. Las elecciones del pasado 21 de noviembre, así como las anteriores y las venideras, dependen objetivamente de la correlación de fuerzas con que se llegue a cada una de ellas; jamás por los deseos estériles de mentes que, por muy estudiadas que sean, pretendan imponerse sobre el discurso de cual táctica electoral hubiese sido mejor.


Abundan los análisis que, pasado el fenómeno, irrumpen con la mayor cantidad de ítems conclusivos defenestrando el trabajo colectivo por no haber hecho caso a la intuición (principio del idealismo objetivo) de algún clérigo de la sacrosanta doctrina que pulula en estas tierras. Un marxista no parte en el análisis electoral por la definición que los “datos” dan de la realidad. Al contrario, un marxista caracteriza la lucha de clases en su recorrer histórico, resalta su cualificación en la coyuntura y emplea los “datos” como referentes subalternos. Por ello Lenin llegó a relativizar la importancia de las elecciones burguesas al afirmar que «no hay que dejarse engañar por las cifras electorales. La cosa no está en las elecciones» (1917, septiembre; Los bolcheviques deben tomar el poder). Analizar unas elecciones, no pasa por exhibir cuadros de votaciones emanadas desde la institucionalidad burguesa (CNE) y asumirlos como la realidad y a partir de ellos, cualificar, cuando no sentenciar, al proletariado revolucionario; es más, el uso de cuadros estadísticos implica el manejo de criterios metodológicos para garantizar seriedad en el discurso que se extrae de la lectura de un cuadro estadístico cualquiera1. Para evitar la charlatanería, el marxista, como exigía Lenin se arma con la dialéctica que «exige que un fenómeno social sea estudiado en todas sus partes, en todo su desarrollo, y que su aspecto exterior, su apariencia sea reducida a fuerzas motrices esenciales, al desenvolvimiento de las fuerzas productivas y a la lucha de clases» (La bancarrota de la Internacional): lo demás es positivismo, opinionología vulgar o charlatanería oportunista.


En tercer lugar podemos decir que la lucha de clases, en su desarrollo, posee dos niveles (tal y como Marx, Engels y Lenin refirieron no pocas veces): el objetivo y el subjetivo.

 
 

Las condiciones objetivas marcan el carácter político de lo electoral, caracterizan la coyuntura, empuja a los “actores” políticos al margen de sus querencias pues son condiciones que se dan de manera independiente del sujeto. Por ejemplo, estas elecciones estaban marcadas por una condición objetiva: eran elecciones regionales y locales conjuntas; plantearse en ese escenario consignas, alianzas, tácticas en razón de la situación nacional, carecían de sentido independientemente de las necesidades del elector (mejorar la situación socioeconómica que depende del accionar del Ejecutivo Nacional y no de un Gobernador o Alcalde; en algunos estados o municipios la existencia de un liderazgo podía, como lo hizo, redefinir polarizaciones particulares y hasta incidir en los niveles de abstención). Esta condición objetiva obligaba a un accionar táctico muy diferente al contexto de una elección presidencial.


Cuando analizamos las condiciones subjetivas por el contrario, podemos centrarlas en el «estado de ánimo de las masas» para lo cual Lenin planteaba «hay que esclarecer cuál es el estado de ánimo del proletariado, si los obreros se sienten capaces de luchar» (1905; Discurso sobre la Insurrección Armada). A tal punto Lenin le da importancia a este elemento, que a mediados de 1917, a pesar de la insistencia del Comité Central, Lenin se niega al asalto del poder convencido que las masas no estaban convencidas ni de sus capacidades ni del liderazgo bolchevique; Lenin planteaba dejar pasar el momento y seguir trabajando hasta que el estado de ánimo madurase, cuestión que se da meses después y que garantizan la toma del Poder2.


Otro elemento a considerar es que un comunista actúa sobre la dinámica concreta de la lucha de clase, analizando la situación de manera científica, no por intuición, jamás bajo el ropaje de criterios pseudocientíficos (positivistas los mejores intentos) y nunca bajo la égida de una retórica marcada por el sofismo o el enaltecimiento de la individualidad de algún “actor” (sea para bien o para mal).


La dinámica de la lucha de clases en el plano político-electoral genera momentos que son aprovechables por las clases intervinientes. Para Lenin, las condiciones objetivas en el marco de las crisis recurrentes del capitalismo y la especificidad política de una formación económico-social generan fenómenos (la ruina de los pequeños productores y propietarios, la depauperación de las masas trabajadoras, las epidemias, la caída de la producción agropecuaria y pesquera) que, de por sí, «engendran vacilaciones particularmente acusadas en las masas pequeñoburguesas y semiproletarias. Estas vacilaciones llevan unas veces a estas masas hacia el fortalecimiento de la alianza con el proletariado y otras hacia la restauración burguesa» (Sobre la desviación sindicalista y anarquista en nuestro Partido. Proyecto Inicial de Resolución del X Congreso del PC [b]). Saber aceptar, dirigir, llegar a influir sobre el estado de ánimos de las masas trabajadoras en general y del proletariado en particular termina siendo un elemento determinante en la táctica electoral que no puede ser obviado del análisis. Quizá un error cometido por los comunistas en este 2021 fue sobrestimar el estado de ánimo de las masas en el contexto de unas condiciones objetivas que parecían premonitorias en torno a un cambio cualitativo en el escenario electoral. Lo que sí quedó evidenciado, al advertir el enorme sector abstencionista (minimizado por el CNE, por el Estado burgués), es que dicho estado de ánimo, ni se deslizó hacia el proletariado, ni mucho menos ha madurado para una lucha concreta; no al menos en este escenario “regional-local”, lo que obliga a flexibilizar la táctica en base a la correlación de fuerzas existente.


En quinto lugar debemos reflexionar. Las pasadas elecciones, sirvan de ejemplo, no terminan de concluir y ya abundan análisis en el mercado cautivo de las redes sociales con productos (mercancías) tan variadas como “consumidores” existen (expresados en el “me gusta” o en el “compartir”). Pero al margen de las modas actuales derivadas del uso y protagonismo virtual, no podemos dejar, si de análisis marxista se trata, de obviar la ética que debe sustentar dicho análisis, y que para un comunista se vincula directamente con el carácter militante de quien produce el mismo. Un análisis comunista no puede ser generado desde fuera de la organización, de los organismos, de los derechos y deberes que otorga la práctica del centralismo democrático que, de ninguna manera, pueden ser sustituidos por el ejercicio del libre albedrío en aras de la libertad individual, de la expresión de una minoría. Cuando Lenin enfrentó a este tipo de situaciones (y lo podemos emplear por bandas a los Petkoff, los Maneiro y toda la jauría que se viene expresando en la nueva cepa del oportunismo criollo) espetó a Martov «vale más que diez hombres que trabajen no sean denominados miembros del Partido (¡quienes trabajan de verdad no corren tras los títulos!) que un charlatán tenga el derecho y la posibilidad de ser miembro del Partido» (1903; II Congreso del POSDR. Sobre los Estatutos del Partido).


La correspondencia entre moral y argumentos en un marxista ha de ser una relación dialéctica insoslayable. Evaluar batallas sin participar en ellas, incumpliendo la línea política sin construirla para que prevalezca la discrecionalidad individual, opinar sobre la organización sin ser parte de ella es, en todo sentido, una actitud reaccionaria y anticomunista, interesada y oportunista que por más que sea adornada con pomposas frases y aguerridos clisés, no conseguirán nada (Lenin (1920); La enfermedad infantil del izquierdismo en el comunismo).


Otros elementos a trabajarse, si se desea llegar a un análisis objetivo electoral, y en referencia a la táctica, debe incluir elementos como: el papel y la preponderancia del oportunismo en el seno de la alianza que debilita su carácter y puede llegar a desviarla de sus objetivos iniciales; el nivel de alianza de las fuerzas enemigas (burguesas) que, pudiendo presentarse separadas, hacen del proletariado revolucionario y de su Partido, el Partido Comunista de Venezuela, un enemigo común y sobre él generan un accionar ideológico, político, institucional, publicitario que actúa en paralelo.


Por último y no menos importante, está el nivel de autocrítica que debe existir en todo análisis suscrito por un comunista. Considerar los niveles de oportunismo («principal enemigo del bolchevismo en el seno del movimiento obrero» (1920; La enfermedad infantil del izquierdismo en el comunismo), de revisionismo que hace que muchos militantes asuman concepciones, discursos y consignas profundamente reaccionarias aunque se presenten con un revestimiento revolucionarísimo. Es necesario evaluar la táctica de alianzas, también bajo el criterio de como el Partido las construye, las trata. Se trata de revisar los métodos de trabajo implementados, muchas veces malas copias que se derivan de prácticas revisionistas u oportunistas; de darles seguimiento desde la dirección colectiva. Se trata de forzar más los niveles de disciplina, sobretodo en niveles de dirección y de aumentar, pese las dificultades, los mecanismos de comunicación con el nivel celular. Se trata de evaluar, científicamente, la táctica y los cambios necesarios de la misma ante el desarrollo del cuadro político general, partiendo de que «como toda revisión, (…) hay que ser prudente para no caer en una falta de principios» (Lenin (1917), agosto; Al Comité Central del POSDR); por lo cual debemos mejorar.

 
 

Debemos reconocer que nuestros procedimientos tácticos y estratégicos aún están atrasados en correspondencia con los que emplea la burguesía y sus representantes en el Estado burgués. Nada para romper vestiduras, ya Lenin en 1905 lo hacía a lo interno del Partido (ver Discurso sobre la Insurrección Armada).


Por último, y siempre desde Lenin «cuanto mayor sea la furia con que en estos días se calumnie y se lancen mentiras contra los bolcheviques, tanto más serenamente debemos nosotros, refutando esas mentiras y esas calumnias, penetrar en la concatenación histórica de los acontecimientos y en la significación política, es decir en la significación de clase, de la actual marcha…» (1917; Tres Crisis).

 

1? Un cuadro estadístico no dice más nada que lo que las cifras se representan en él, y terminan como una fotografía relativa de la realidad. La interpretación de un cuadro estadístico obedece, ya a elementos teóricos, intereses particulares o grupales que se expresan en un discurso final. El mismo cuadro estadístico puede generar discursos contrarios basándose en los mismos datos: por ejemplo, una serie estadística me puede permitir “inferir” que la decisión es romper con una alianza; mientras que para otro “analista” la misma serie lo lleva a la conclusión contraria. Las Ciencias Sociales, el periodismo y la opinionología vulgar abundan en ejemplos.

2 Claro está, Lenin no se retiró de la práctica militante a pesar de ser minoría, no “abandonó” sus responsabilidades cansado de no ser adorado como el mesías revolucionario, por el contrario, se mantuvo siempre en primera fila de combate asumiendo como propio el centralismo democrático.

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