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domingo, 11 de julio de 2021

LA TRAICIÓN DE LAS CÚPULAS Y SUS RAÍCES HISTÓRICAS: celebren el 6 de mayo y no el 5 de julio

 Armiche Padrón

Responsable de la Escuela de Cuadros 

del Comité Central "Olga Luzardo",

Cumaná, 11 de julio de 2021.

 

Cmda. Armiche Padrón.
Mucho se habla (desde 1959) y cacarea (desde 1998) de la traición al pueblo venezolano en el hito histórico que significó la oprobiosa caída de Pérez Jiménez, a la sazón impuesto por el Departamento de Estado quien aún desconfiaba de Rómulo Betancourt, y que sin embargo, no deja de tener aduladores en la trinchera progresista nacional.


Discursos van y vienen en estas últimas décadas, aunque en estos últimos años se van escondiendo con poca vergüenza por parte de la nomenclatura, gritando ¡Traición!, para de inmediato apoderarse de la renta histórica que significa la lucha contra la dictadura y adaptarla a los nuevos vaivenes de la historia. Suerte de recurrencia de estos últimos años, el tufo del discurso cuarto republicano vuelve a apoderarse de la nomenclatura que visita el Panteón, y el Cuartel de la Montaña, para asegurarse que los muertos bien muertos están. Así sucedió con el Bicentenario de la Batalla de Carabobo y con los 210 años de la firma del Acta de la Independencia.


Pero si hay una fecha expresiva y significativa que el gobierno actual debería celebrar con gran pompa y sin desmerecer recursos, es el 6 de mayo, cuando se celebren la Independencia de Venezuela de la Gran Colombia y la llegada de José Antonio Páez al cenáculo del Poder. Es el 6 de mayo de 1830 cuando se instala el Congreso Constituyente bajo el manto acogedor y protector de la godorria valenciana (y magallanera) para después de intensos debates marcados por el patriotismo, con la mirada puesta en las arcas de la Hacienda Pública y la mano apretando el mauser dispuesto contra esclavos y toda suerte de mestizos de baja monta, que se sanciona la primera Constitución de la República. Esta Constitución definía la forma mixta de gobierno a implementar (centralista y federal), definía a los ciudadanos (con derechos políticos) en razón de su patrimonio económico, garantizaba la libertad de los esclavos al cumplir 21 años, legitimaba el latifundismo y rendía pleitesía a los comerciantes importadores y exportadores.


Los 11 años de guerra por la independencia tuvieron como consecuencia evidente, el descenso espantoso de la población sacrificada en los campos de batalla y en las despensas vacías de la retaguardia: el esclavo, el indígena, el pequeño propietario, mujeres y niños disputaban el primer puesto en el grupo de los agraviados por la guerra y el hambre. Sin embargo no todo era pesar: de esa lucha heroica de las masas populares unos cuantos supieron aprovechar los crueles manejos del destino. Los próceres (no todos claro está) de la Independencia, guardaron en sus bitácoras sus tiempos mozos de sueños libertarios y aventuras militares y comenzaron a exigir la aplicación de las leyes (de repartos y de haberes militares) gracias a las cuales pasaban de mestizos de poca monta, a oficiales del Ejército Libertador y a partir de este momento en grandes terratenientes con ejércitos de campesinos enfeudados y algunos esclavos de herencia que permitieron una "honrosa" acumulación originaria, no solo con las propiedades expropiadas a los realistas, sino con el saqueo de tierras baldías pertenecientes a la esfera pública hasta ese entonces y de los territorios indígenas hasta ese momento "protegidos".


Otro sector "loablemente sacrificado" fue el de los comerciantes quienes aprovechan los desmanes de la guerra para dar rienda suelta a su espíritu indómito y egoísta: aceleran su beneficio económico con el contrabando, manejan la economía desatando un proceso de inflación, especulación y acaparamiento de los bienes esenciales y negocian con uno y otro bando a través del crédito que posteriormente la República debe asumir.


Las masas populares, las que pusieron el pecho franco en búsqueda de un mejor vivir para sus hijos, terminan asistiendo en Valencia a la pompa fúnebres de sus redenciones y el despertar majestuoso de los nuevos amos del territorio.


Venezuela renace bajo el ideario de debilitar el poder del Estado para que el comercio, y con el desarrollo, fluyan boyantes hacia la cristalización de una potencia sudamericana. Se relajan los mecanismos de recaudación fiscal y los instrumentos arancelarios, para atraer inversionistas extranjeros (¡lástima que no conocieron las Zonas Económicas Especiales y sus bendiciones maquileras!); se asocian terratenientes y comerciantes bajo el nexo del préstamo (la usura) como vía para garantizar el incremento del beneficio económico y la articulación con el sistema capitalista mundial. Se promueve el comercio exportador (materias primas)-importador (bienes de consumo) como mecanismo para aumentar los ingresos del aparato estatal cuya misión fundamental se orienta a la conservación y consolidación del sistema de explotación y dominación vigente desde la Colonia.


Seguros estamos de que la lectura de estas líneas confunden al lector pues en momentos no se sabe si estamos escribiendo sobre 1830 o sobre el 2021..., pero lo cierto es que ambos momentos poseen paralelos entre los vencedores, los vencidos y los traidores. Y seguimos insistiendo: no se trata de que la historia sea cíclica y que el destino de los hombres y las naciones esté escrito por los dioses. Sí podemos decir que la historia se puede reescribir, como decía el camarada de Tréveris, dos veces, en una surgía como tragedia (1830) y en la segunda la miseria de los herederos la escriben como una farsa (2021).


Nuevamente la lucha popular, la lucha revolucionaria consigue mestizos ideológicos (los revisionistas) que contraen nupcias bajo el algarrobo de la corrupción y con la bendición del imperialismo: ayer era muy temprano para liberar a los esclavos y hoy lo es para garantizarle un sueldo digno al esclavo moderno (el proletariado); ayer se pasaron por el forro el ideario progresista de Miranda, Piar, Ribas y Bolívar para poder visitar New York al igual que hoy rescatan a Von Hayek para pasar como grandes estadistas. Ayer los chupasangres del erario público crearon y usaron leyes para su protección bajo el cuento de sus loables servicios a la causa independentista, hoy sus hijos exhiben sus fotos con el jefe como muestra de “sacrificio” y redactan leyes que copian las intenciones de sus abuelos traidores en 1830.

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