Armiche Padrón,
Secretario Político PCV-Sucre,
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Cmda. Armiche Padrón. |
En perspectiva, cuando el submarino de la democracia representativa adeco-copeyana comenzó a hundirse en la Fosa de Cariaco y las tuercas de su casco comenzaron a reventarse resquebrajándolo, las élites del momento apelaron a la descentralización como mecanismo para soltar lastre y lograr que la nave llegase a profundidades más aceptables. Una de las innegables consecuencias de esta apuesta fue el "nacimiento" de nuevos liderazgos que permitían, dentro de la esfera idealizada de la pequeña-burguesía, suponer que avanzábamos hacia nuevos horizontes.
Estos liderazgos, con sus defectos, taras y limitaciones, sin embargo se vieron obligados a responder directamente a su entorno directo (socio-económico, cultural, político y territorial). Si a ello le sumamos los criterios técnicos que predominan en ese momento en la institucionalidad burguesa y que obligan a la planificación (formal, pero planificación) podemos entender la necesidad de estos liderazgos de construir proyecto generales de desarrollo, que permitiesen legitimar esos liderazgos y permitirles conseguir los recursos necesarios para su quehacer burocrático.
Dicho esto, al acercarnos a la realidad sucrense nos encontramos con un territorio que sin ambages, podríamos calificar como periferia de la periferia nacional, históricamente desvinculada del Proyecto Nacional de la burguesía venezolana y donde la hegemonía política se sembró profundamente en el árbol de la socialdemocracia adeca, haciendo de Sucre un bastión inexpugnable. La caída de la hegemonía adeca, antes de que apareciera Chávez, dio nacimiento a lo que Webber denominaba un "liderazgo carismático" que llena el vacío del otrora Partido del Pueblo. No había Agenda Alternativa Bolivariana, pero existía el Modelo Horizontal Cogestionado; no existía Plan de la Patria, pero había Plan Trienal...: sin entrar en valoraciones, existían "coordenadas" políticas y una orientación estratégica que requirieron ser construidas desde Sucre y no desde Caracas si querían consolidar dicho liderazgo, como así sucedió.
Tampoco entraremos a valorar las razones que condujeron a la abrupta caída de dicho liderazgo, pero lo cierto es que en el 2008, y así lo escribimos en su momento, el nuevo "liderazgo" debía por sus características personales, por la gradación unitaria de su Partido y el peso del liderazgo nacional, entender que se abría un necesario compás de transición entre el "liderazgo carismático" y el nuevo liderazgo que se requería... Cuatro años después de un dominio pleno en términos institucionales, pero sin hegemonía regional (se vive al amparo del Caudillo Nacional), las puertas traseras de la Gobernación se abrían de par en par para dar salida a un experimento que traía más problemas que los iniciales: una gestión sin perfil propio, basada en la fragmentación de lo orgánicamente construido, orientada a golpear sin que mediase un atisbo de razón a cualquier liderazgo alterno o alternativo, y con retrocesos imponentes en todos los indicadores económicos y sociales.
Se tomó la decisión entonces de dar un giro de 180 grados para poder encarar la transición que aún no encontraba cauce. Caracas cambió la táctica: de la impetuosa y aguerrida juventud se pasó a la experiencia y a la calma de la madurez, del discurso que embiste con arrogancia y sin destino, se pasó a las letanías pintorescas del platonismo... Los resultados no variaron mucho; se acentuó el fraccionalismo interno, se aceleró la dependencia psicológica con la racionalidad caraqueña, se afianzó el burocratismo del debate, se siguió golpeando los liderazgos emergentes, el nepotismo alcanzó una fase ya de madurez extensiva y con la llegada de la crisis se comenzó a ralentizar la esperanza.
De pronto del "orgulloso de ser sucrense" se pasaba a la orden de "seguid el ejemplo que Caracas dio" como una línea que no convocaba a ninguna parte, pues el discurso del Poder Central llegaba en clave de salsa y no de joropo oriental. Nuevamente las puertas traseras de la Gobernación se abrían para, sin pena ni gloria, despedir a quien se aspiraba ayudase a enrumbar la nave.
Se optó de nuevo por la juventud, pero esta vez sin arraigo en las fracciones, grupos y grupetes que en las dos últimas jefaturas se habían reproducido. Y trajimos al "Joven carupanero" criado en Mérida y con residencia maracayera..., todo un internacionalista con la misma encomienda de sus antecesores, que replicaba la que le dieron a los misioneros aragoneses allá por el siglo XVI: amansar esos rebeldes orientales. Los resultados siguieron sin variar; se acentúan eso sí, ya que al Imperialismo le surge la consorte (la Pandemia), y el nivel de excusas se eleva patéticamente.
La ausencia de un perfil propio como entidad recoloca a Sucre a la cola de los intereses que la burguesía nacional (empoderada en la Capital). Las últimas tres jefaturas, como les gusta autocalificarse, pensaron-piensan en modo central antes que oriental, y como en Caracas se abandonó cualquier idea de conjunto para hacer prevalecer los intereses de la burguesía comercial a importadora y la financiera, pues no queda dudas, el submarino avanza entre crujidos de tuercas a las profundidades desconocidas del abismo.
Las instituciones caen postradas y debilitadas a niveles tales que es difícil hablar de su propósito, mucho menos de su carácter (para quienes llegan a creerse el cuento de "instituciones revolucionarias o socialistas"); a ello se articula una hipertrofia de un Ejecutivo Regional armado como sumatoria de partes y operadores sin mayores vinculaciones, que un apetito voraz por lo inmediatamente reconfortante, y estructuradas para responder a criterios caudillescos de pobre estilo.
A esto le sumamos un patético ambiente donde el discurso unipersonal, pretendidamente erudito e integral, sustituye al debate de ideas..., donde la lealtad secuestró en las mazmorras del Castillo de la Eminencia a la crítica y la autocrítica, donde la identidad sucrense da paso al ideario personal del arrendatario de la Plaza Bolívar de Cumaná.
Se presenta ahora un nuevo escenario y las posibilidades de abrir un nuevo ciclo, aunque no se presientan en el ideario colectivo, existen.
Al margen del nuevo arrendatario que en noviembre se imponga en el carnaval electoral burgués, hay algunos elementos pendientes que deben comenzar a construirse so pena de seguir arrastrando la cobija y abriendo la puerta de atrás de la Gobernación cada cuatro años (rutina que deja a la alta dirección emisora de "órdenes de operaciones" a ejércitos inexistentes, con una trayectoria más cercana al espontaneísmo que a la dirección de un "Estado Mayor").
Reconstruir la institucionalidad (burguesa o proletaria de acuerdo al inquilino de la Gobernación)
Construir una dirección colectiva, superando el infantilismo de creer que los liderazgos nacen por decreto
Construir un perfil propio a Sucre, basado en su especificidad, trabajado con su identidad particular y haciendo entender al Poder Central que el joropo oriental se baila sin alpargatas y que preferimos el galerón a la mala entonación. Demarcar el horizonte de Sucre para dejar de ser reserva de materia prima y mano de obra barata a los estados vecinos.
Retomar la senda de planificar, máxime en estas horas donde la crisis asfixia los recursos que disponemos.
¿Por qué no?, hacer de la moral un principio rector de identidad de la autoridad.
Estos "elementos pendientes" tan distantes ciertamente, dependen del juego que la burguesía dispone. No busquemos culpables más allá de nuestras narices, cuando el irredento sucrense emerja con su pasión colectiva por darse a entender (ya salió el sucrense de sus fronteras para pelear en Ayacucho, pero también para tomar las instalaciones petroleras de Puerto la Cruz para garantizarse su "buen vivir", no lo olviden) sin pedir permiso, recordando su pasado heroico y siempre irredenta.
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