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martes, 13 de abril de 2021

El FMI y el ahorro de los trabajadores

Werther Sandoval
ÚN, 12-4-2021. 

Periodista Werther Sandoval. 
A las políticas de ajuste diseñadas por Fondo Monetario Internacional (FMI), para las denominadas “Economías periféricas o emergentes”, nunca le falta la flexibilización del mercado laboral, argumentando que la distribución de la riqueza a favor de los hogares con menor capacidad de ahorros impacta de manera negativa las inversiones.

El organismo arguye que un marco legal que proteja los beneficios afecta los montos en cartera de las empresas para posibles inversiones, lo cual, para el FMI, significa la generación de menos puestos de trabajo que terminan por afectar a los mismos trabajadores.

A su manera, la institución plantea que, en un mercado laboral flexible, los empresarios pueden acumular mayores ingresos y ganancias que llegadas a su momento serán invertidas con la consecuente generación de más producción y fuentes de empleos.

Es la teoría del vaso de agua. El organismo propone esperar a que las ganancias se derramen y empiecen a crear nuevas empresas y empleos. Mientras tanto, a los trabajadores les toca trabajar en condiciones frágiles de estabilidad, derechos e ingresos.

Pero resulta que la teoría así aplicada a los países con economías periféricas o emergentes, como dicen, no ha dado los resultados esperados por el mismo FMI.

Una primera traba impuesta por la realidad es que los trabajadores con escasa capacidad de compra tienen débiles músculos para estimular nuevas inversiones generadoras de más producción. Demandan pocos bienes y servicios y eso dificulta la generación de nuevas y más oferta.

Además, los bajos poderes adquisitivos se convierten en un factor que desestimula las inversiones, pues los empresarios reconsideran la posibilidad de invertir tras percibir que no habrá la demanda deseada para sus futuras mercancías.

Otra. Ante la ausencia de condiciones económicas y hasta políticas, con frecuencia indebida ocurre que el dinero que debería ser invertido, por el contrario, es sacado de los países vía de fuga de capitales, bien hacia mercados especulativos o hacia la inversión en países donde los trabajadores sí tienen poder de demanda.

La tendencia se afianza cuando las economías son oligo y monopólicas y dificultan la competencia y la creación de nuevas empresas. Las medidas adoptadas terminan favoreciendo al emporio dominante, más aún frente a un Estado débil por causa, entre otros motivos, de la reducción de su poder en la medida que es apartado por la flexibilización del mercado laboral.

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