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domingo, 21 de febrero de 2021

La nueva ¿normalidad?

Luis Salas.

[Hace una semana, el Econ. Luis Salas publicó esta entrega a través de su cuenta en Instagram. Hubo que hacer un prolongado trabajo de edición para extraer una versión clara del mismo. Como muchas de sus publicaciones, esta tampoco tiene desperdicio. Disfrútenla... Ah, ¡Y CUIDADO CON EL "MONETARISMO LENINISMO"! ¡MIREN QUE ESO SE PEGA! ¡Y VA DE RETRO!].  

Econ. Luis Salas. 
Buen día. A continuación cuelgo este hilo de tuiter a propósito de lo dicho por Nuriel Roubini (a mi modo de ver, de los más lúcidos economistas contemporáneos) sobre el bitcoin. Traduzco parte de su nota en The Financial Times (https://twitter.com/).

A propósito del mismo tema, de las más de 8 mil existentes, ¿cuáles son las más valiosas criptos por capitalización de mercado?

Recomiendo el último artículo de Pasqualina en ÚN sobre el tema de los salarios, etc. Y, a propósito del mismo, comento algunas cosas en torno al tema de la emisión, la inflación y los salarios que tenía pendientes.

El dogma monetarista reza que la inflación es siempre y en todo lugar un problema monetario, de exceso de dinero, esa es la definición clásica expresada por Milton Friedman.

La explicación más elemental la da el propio Friedman con una especie de fábula que él llama el “dinero helicóptero”: Supongamos una isla donde la gente produce cosas y las vende a otras. Esto desde luego describe un escenario de economía de mercado (intercambio mercantil) donde existe el dinero. Ese dinero de alguna manera se corresponde con la cantidad de bienes transados. Ahora, imaginemos que viene un helicóptero y arroja dinero sobre la isla, dinero que se agrega al ya existente sin que haya mediado ningún aumento de la producción. El resultado "inevitable", dice Friedman, es un aumento de los precios, pues el dinero "excesivo" puesto a circular se traduce en un poder adquisitivo o demanda que no tiene correspondencia con la oferta de bienes y servicios disponibles. Como ven, se entiende fácil.

Pero, como en todo ejercicio de este tipo, el problema está en los supuestos. Veamos primero el asunto teóricamente y luego hablemos brevemente del caso venezolano.

El supuesto más obvio de esta fábula es que, al ser una isla, está "aislada" del exterior. Es decir, hay que suponer, para que el ejercicio funcione, que no existe comercio exterior (exportaciones e importaciones). Analíticamente es práctico para la comprensión del punto, pero el problema es que eso no se corresponde con la realidad de las economías contemporáneas. Ergo: funciona para entender el modelo analítico, pero hay que estar claros en que ese modelo analítico no se corresponde con la realidad de las economías reales, valga la redundancia.

Luego hay otro supuesto más interesante, en la medida que apunta hacia el corazón de la teoría económica ortodoxa, pero que comparten igualmente muchos izquierdistas o heterodoxos, supuesto que resulta de naturalizar dinámicas sociales "confundiéndolas" con fenómenos físicos. En este caso es la "explicación" de por qué aumentar la masa de dinero circulante se traduce, automáticamente, en un aumento de precios.

Es decir: si una cantidad X de agua se pone a fuego a Y grados de temperatura podemos estar seguros y calcular en qué cantidad de tiempo dicha agua hierve. Lo mismo si lanzamos una pelota que pesa X desde una altura Y podemos calcular cuánto tiempo tardará en caer. Esos son fenómenos físicos en el sentido duro del término. Pero que en una economía se agregue X cantidad adicional de dinero no hará que los precios suban newtoneanamente, pues no se trata de fenómenos físicos, sino sociales. De hecho, los precios no son nada en si mismos: los precios no suben o bajan a voluntad, pues dependen siempre de una decisión humana que los coloque a tal o a cual nivel. En tal virtud, para que, al haber más dinero, el precio suba deben los oferentes saberlo, y acto seguido hacerlo, cosa ésta que solo pasa en una economía capitalista basada en la maximización de ganancias o beneficios de tipo privado. Esa es la razón que explica por qué los bienes que no se transan bajo esa lógica no suben de precio, así aumente el circulante. En resumen: lo que media entre la cantidad de dinero y el aumento de precios es una decisión (o conjunto de decisiones) humanas en el marco de una economía basada en la maximización privada de beneficios, es decir, capitalista.

Luego hay otros supuestos que también son políticos. Lo explico rápido para no dispersar mucho. Uno es el tratado por Pasqualina en torno a las diferencias entre propietarios y trabajadores a la hora de fijar los precios. Lo explico kaleckianamente: los salarios son otro precio más de la economía, como el del pan o la zanahoria, pero en este caso es el precio de la mercancía fuerza de trabajo. Ahora, en cuanto tal, tiene unos bemoles importantes: 1) es un precio que, contrario al de las otras mercancías, no lo fija su propietario (el trabajador), sino quien la compra. El dueño del pan decide cuánto cuesta el pan según tales o cuales consideraciones, pero el trabajador no decide cuánto ganará. Puede aspirar, pero, salvo contadas excepciones, el monto final no depende de él sino de quien lo contrata o de alguna legislación existente o del gobierno (cuando aumenta el mínimo, por ejemplo). Por otro lado, y por la misma razón, no puede modificarlo a voluntad, cosa que sí puede hacer de la mañana para la tarde el panadero con el pan. Por último, la fuerza de trabajo es la única mercancía que primero se consume y después se paga: el asalariado siempre fía, cosa que no hacen los propietarios de las otras mercancías a los cuales hay que pagarles primero para poder consumirlas.

De allí que, en los procesos "inflacionarios", es decir, de aumento generalizado de precios, de no mediar intervención del único ente social capacitado para velar por el bien público de las mayorías (el Estado), estos se conviertan en un proceso de transferencia de riqueza vía puja distributiva de unos a otros: de los asalariados hacia los comerciantes en primer término, pero también entre estos mismos, pues los más grandes y concentrados se comen a los más chicos, y así. La historia venezolana reciente, pues…

Ahora, una vez dicho esto, veamos la aplicación monetarista para el caso venezolano.

Pues bien, suponiendo que el dogma monetarista esté en lo cierto, tendría que darse por lógica un proceso en el cual primero aumente la masa monetaria y luego, en consecuencia, lo hagan los precios. La mayoría de los analistas asumidos o de clóset ponen como prueba de su monetarismo cosas como el crecimiento análogo tal o cual año, mes o semana de la liquidez monetaria junto con la inflación. Pero eso no demuestra nada. Y, en todo caso, el punto es que hay que demostrar cómo se da la dinámica. Y lo que la práctica demuestra es que, al menos para el caso venezolano, el dogma funciona al revés: primero suben los precios y luego la liquidez monetaria. Ese es el punto de la argumentación de Pasqualina, cosa que previamente demostramos José Gregorio Piña y yo en un texto llamado El mito de la maquinita.

Lo que quiero decir con esto es que la dinámica entre precios y emisión monetaria en Venezuela se da en la práctica al revés de lo que reza el dogma monetarista: es decir, aquí los precios no suben porque sube la liquidez monetaria; primero los precios suben y la emisión se dispara con retardo para ajustar el medio de pago a los nuevos precios. Para remitirnos a la actualidad, eso es lo que venía ocurriendo de manera clara entre 2013 y 2018: si el caso fue que los precios llegaron a los niveles observados (HI con var % del INPC por encima del 100%) no fue porque el gobierno se puso loco a emitir: se puso como loco a emitir procurando no faltara el circulante ni se perdiera el poder adquisitivo.

Desde este punto de vista, el error del gobierno no fue emitir a los niveles que lo hizo. Eso fue, por así decirlo, un efecto colateral derivado de su error o incapacidad previa de no detener el alza de los precios ni la inestabilidad cambiaria. En resumen: no fue que la inflación se disparó porque se disparó la emisión; se disparo la emisión porque se disparó la inflación y el gobierno fue incapaz de detener el alza de los precios, incluyendo el del tipo de cambio.

Ahora, como dije, eso cambió a partir de 2018 con el “Plan de recuperación...”, no exactamente en su primera versión (la de julio), sino con la segunda versión que comenzó en noviembre de 2018, cuando se aplicaron los famosos factores de corrección, si mal no recuerdo el 29 de noviembre.

En este caso el gobierno compró, definitivamente, la hipótesis monetarista, y se dedicó a disminuir, decididamente, la liquidez monetaria procurando, por esa vía, detener el alza de los precios. En aquel entonces el BCV anunció que tenia tres metas: 1) ralentizar el alza de los precios, 2) equilibrar el TC y 3) recuperar el poder adquisitivo. En su momento dijimos en 15 y último que eso era un trilema, pues dado lo que venía pasando no podían lograrse las tres (3) a la vez y que todo indicada que lo que se quería era lograr las dos primeras metas, a costillas de sacrificar la tercera.

Y eso es lo que ha pasado, con el agravante de que, pese a todo el sacrificio que se ha hecho de la tercera, no se ha logrado cumplir con las dos primeras que, en el mejor de los casos, ralentizaron su marcha, pero no la detuvieron, lo que abrió el agujero negro que se tragó los salarios, ahondó la recesión, debilitó al estado y posicionó al dólar como moneda de curso oficiosa.

Lo que hizo el gobierno fue aplicar un torniquete monetario: aumentó los encajes bancarios, estrangulando el crédito; contrajo el poder adquisitivo de los salarios, rezagándolos ante los precios; y contrajo, en paralelo, el gasto público, tanto en términos nominales como reales.

Desde luego que era verdad que una parte importante del crédito bancario, tanto comercial-empresarial como el personal, se iba en la compra de divisas en el mercado negro. Pero la solución a este problema no era detener el crédito; en todo caso, la salida era supervisar y regular mejor, vía Sudeban, el uso de los créditos. Lo contrario era botar el vino con el agua sucia. Sin embargo, eso fue lo que se hizo.

En fin, cuando se comienza a aplicar el torniquete monetario a comienzos de 2019, el mismo tuvo un impacto directo sobre la inflación. En febrero la misma estaba por encima de 100 y ya para marzo bajó a 30% mensual. Eso es lo que los partidarios del "monetarismo-leninismo" suelen argumentar a su favor para decir que tenían razón con respecto a la emisión monetaria. Ahora, el tema es que eso es equivalente a decir que la solución a la enfermedad de un paciente es matarlo, poniendo como prueba que al matarlo dejó de sufrir por la enfermedad. Desde luego que si está muerto ya no está enfermo. Pero convendremos todos y todas en que eso está lejos de ser una solución.

Lo que en mi caso argumenté en aquel momento es que el torniquete monetario era equivalente a las lobotomías, que en una época se aplicaban a los esquizofrénicos y depresivos, hasta que fue prohibida a nivel mundial. La lobotomía fue un procedimiento que consistía en pinchar y cortar parte del cerebro de los pacientes, procurando con esto cortar los vasos comunicantes neuronales a través de los cuales se propagaba la enfermedad. Una vez hecho el procedimiento, la eficacia era incuestionable: los síntomas agresivos y autoagresivos de los operados desaparecían, así como los delirios, o al menos sus manifestaciones superficiales. Sin embargo, el precio a pagar por ello es que los pacientes quedaban en un estado catatónico de muertos en vida, sin las alteraciones esquizo, pero en realidad sin ninguna otra manifestación vital que no sean meros espasmos ocasionales. Y eso exactamente, guardando las distancias, es lo que todo indica ha terminado pasando con la economía venezolana. Ya no estamos en hiperinflación (o al menos no con los niveles nominales de 2018), pero la economía está como muerta en vida, salvo espasmos ocasionales y localizados.

El torniquete monetario aplicado a partir de 2019 prácticamente secó de bolívares a la economía, dejándola con un mínimo operativo que cada vez es menor. Y el tema es que dicho torniquete contó con la inesperada ayuda del apagón el cual, en la medida en que pasamos varias semanas sin bancos ni cajeros, tuvo el efecto de impulsar la salida de los dolares hacia la circulación. En resumen: torniquete monetario + apagón = comienzo de la dolarización transaccional.

La dolarización transaccional tuvo el efecto de permitir se mantuvieran algunas actividades económicas. supongo que por eso es que el gobierno dice que fue una válvula de escape. Ahora, la misma ha tenido otro efecto. Y es que, al generalizarse la cadena de consumo, ha tendido a dolarizarse completa, de forma que no solo se han dolarizado las transacciones al detal, sino también al mayor. Es decir: no solo pagan en dólares los consumidores finales, sino que también los comerciantes deben pagar en dólares a los proveedores, y estos a los productores o importadores. Ergo: toda la cadena de costo ha tendido a dolarizarse (menos los salarios), lo cual ha traído como resultado que aumente la demanda de dólares a un ritmo mayor a la de la oferta de los mismos.

Y ese aumento de la demanda de dólares sin un equivalente por el lado de la oferta, ha traído, a su vez, como consecuencia que la velocidad de circulación de los $ aumente, que se acelere la dolarización y que, además, los dólares se estén "devaluando", en el sentido de que ahora su poder de compra sea menor al de otros años.

Ahora bien, este aumento de la inflación en dólares impulsa, a su vez, la inflación en bolívares y viceversa. Es un bucle que se retroalimenta con el otro bucle inflacionario: el de la puja distributiva, acelerada en contextos de depresión y contracción económica, un fenómeno que, de hecho, Friedman mencionó en algún momento, pero que los “monetarista-leninistas” obvian olímpicamente.

Lo que esto quiere decir es que la inflación en Venezuela no es un fenómeno monetario por exceso de dinero, pues si esto fuera así hace rato, con los niveles en que la liquidez ha caído, estaríamos en deflación. El aumento constante de los precios en nuestro país en la actualidad responde a un proceso de puja y lucha distributiva, donde la mayoría busca, desesperadamente, recomponer el ingreso perdido o no perder más por la vía de aumentar los precios. Pero, como todo lo estamos haciendo al mismo tiempo, los aumentos de unos anulan los de otros. Es decir: lo que logro aumentar subiendo mis precios, lo pierdo por la vía de los egresos, porque los demás también hacen lo mismo. De tal suerte que la especulación actual en nuestro país es un juego suma-cero, donde la mayoría pierde y solo muy pocos (los más concentrados, los dedicados a ciertas actividades, los que tienen información privilegiada, los más dolarizados) ganan. la inflación actual es fundamentalmente resultado del “sálvese quien pueda económico” que el laizzes faire no decretado, pero aplicado por el gobierno, desató en medio del bloqueo, la confrontación política y ahora la "nueva normalidad", impuesta planetariamente por el Covid.

A mi modo de ver, este cuadro seguirá reinando y profundizándose en la medida en que no existen fuerzas que se le opongan y el gobierno, a su vez, parece decidido a seguir con esta política económica. Desde luego, la paralización impuesta por el Covid ha servido para que la resistencia social a este superajuste en medio del desorden (lo que yo llamo desbarajuste) sea nula. Habrá que ver qué pasa con el retorno a clases en marzo y si el gobierno logra algún avance con el “tema sanciones”.

Por lo pronto y para cerrar: la política de restricción monetaria y precarización salarial impuesta por el gobierno no se justifica por ninguna de las razones argumentadas por sus voceros oficiosos (caída de los ingresos petroleros, etc). Dichos argumentos no tienen ningún sentido, entre otras cosas por las razones expuestas por Pasqualina. Pero, al mismo tiempo, es cierto que solo subir los salarios no mejorará nada y solo agregará leña al fuego. Hay que subir los salarios, pero en el marco de una política coherente que privilegie la producción interna, el crédito focalizado y supervisado, la indexación de salarios y precios, la recuperación de la soberanía monetaria, etc.

En lo particular, como dijo alguien alguna vez, aspiro a este respecto lo mejor, pero todo indica que debemos prepararnos para lo peor, lo que en este caso significa que sigan las tendencias actuales dominando el cuadro.

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