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jueves, 8 de octubre de 2020

La dolarización como Cisne Negro y la Ley Anti-bloqueo

Luis Salas
www.escritosdesdelacuarentena.blogspot.com
8-10-2020. 

"Una discusión clara de estos hechos oscuros nunca ha sido más necesaria que hoy, cuando parece que hemos elevado el escapismo a la categoría de sistema de pensamiento". J. Schumpeter.

Soc. Luis Salas. 
En marzo de 2019, al calor de los apagones y la conflictividad que nos puso al borde de una guerra civil con invasión incluida, escribí un artículo con este mismo título. O casi. Porque a diferencia de aquel, en este ya no existen los signos de interrogación.

Meses después, cerrando el año pasado, volví a escribir sobre el tema. Profundicé un poco más en el punto, basado en lo que hace rato entendí era la mejor manera de abordar la problemática económica venezolana (o la menos tóxica para la salud mental de uno): haciendo abstracción de lo que el gobierno manifiesta que hace o hará, para centrarse a lo que en la práctica hace (sin decirlo) o deja que se haga.

Es decir, a mi entender, en Venezuela existen dos tipos de políticas económicas: las que se anuncian y nunca se llevan a cabo (o solo a medias) y las que nunca se anuncian (o solo parcialmente) pero son las que se ponen en práctica. Son estas últimas las que hay que seguir, independiente de las expectativas que generen las primeras.

Los cisnes negros sí existen

Se entiende por Cisne Negro un fenómeno que, cuando ocurre, parece inesperado, pero cuando se le revisa bien resulta que en realidad no lo es o al menos no tanto. De hecho, lo que suele ocurrir con fenómenos de este tipo es que “no los vemos llegar” porque somos prisioneros de algún de sesgo cognitivo: bien porque hay información que no tenemos, bien porque nuestras expectativas o “lo que creemos que sabemos” nos impiden ver lo que de otra manera sería evidente, o bien por una mezcla de ambas cosas.

En tal sentido, para que un fenómeno o hecho encaje dentro del perfil clásico de lo que suele llamarse un Cisne Negro, debe reunir los siguientes atributos:

1. Ser inesperado, en el sentido que se halla fuera del ámbito de las expectativas regulares (lo que colectivamente se espera o parece más probable que suceda), pues hay entre poco y nada en el pasado que puede hacer sospechar de manera convincente su posibilidad (de hecho, la evidencia existente suele apuntar más bien a su imposibilidad).

2. Tener un impacto extremo, en el sentido que su ocurrencia impone un antes y después.

3. Sin que resulte contradictorio con lo dicho en el numeral 1, una vez ocurrido el fenómeno, pueden encontrarse elementos que lo hagan explicable e incluso no tan inesperado como parecía al principio.

Una dolarización postverdadera en tres actos

Así las cosas, a estas alturas de los acontecimientos podemos decir que en nuestro país avanza un proceso de dolarización que se ha hecho hasta ahora en tres actos. Actualmente nos encontramos en el tercero. Y todo indica que, en cualquier momento, llegaremos al cierre de la función. Veamos:

El bolívar fuerte y sus enemigos

El primer acto corresponde a los ataques especulativos que sufrió el bolívar fuerte a partir de la muerte del presidente Hugo Chávez. Durante esta etapa fue devaluado al extremo, siendo que formalmente desapareció en 2018, diez años después de su entrada en vigencia. En el marco de este proceso de ataque, la moneda nacional perdió dos de las funciones básicas que cumple toda moneda: ser unidad de cuenta y reserva de valor.

Con respecto a lo primero, al debilitarse el bolívar devaluándose a diario, ya en la práctica la gente dejó de usarlo como referencia para contabilizar los precios (es decir, como unidad de cuenta). Y por las mismas razones, dejó de servir como reserva de valor, esto es, para atesorar. Para ambos casos fue sustituido por otras monedas, pero fundamentalmente por el dólar, entre otras causas por las facilidades de uso que éste supone dado su carácter de divisas universal.

Pero en este tiempo ya no estamos. Y es que luego de agosto de 2018 cuando entró en vigencia el actual bolívar soberano y se puso en práctica todo el experimento en torno al Petro el escenario cambió.

La petrolización: cachicamo trabajando para lapa

Empezando porque toda esta historia de la reconversión más allá de cambiar la denominación de la moneda y empezar un nuevo cono, supuso la oficialización de las pérdidas monetarias que sufrió la república. Es decir, nunca se buscó realmente recuperar las funciones malogradas a la moneda nacional de ser unidad de cuenta y reserva de valor: simplemente se las sustituyó. Al principio con el Petro. Y cuando quedó demostrado a los pocos meses que ello era insostenible más allá de lo que machacaba la propaganda, de manera indirecta por el dólar, usando el Petro como interpuesta moneda.

En términos prácticos, esto se hizo formalmente en noviembre de 2018, cuando se anunciaron los famosos “factores de corrección” al plan de recuperación de agosto de ese mismo año. Como se recordará, en aquella ocasión el anclaje del bolívar soberano al Petro (presentado con bombos y platillos como la solución definitiva a todos nuestros males económicos), fue abandonado por un anclaje indirecto al dólar que, con el tiempo, se vino haciendo cada vez más directo: se empezó dejando flotar el tipo de cambio de su “anclaje” en 60 Bs. x US$. Y luego, se alteró la fórmula del anclaje del Petro, para lo cual éste último fue dividido en dos: uno como “unidad de cuenta” y otro “flotante o de mercado”. La gracia del asunto es que lo del Petro como unidad de cuenta tuvo básicamente una sola utilidad: anclar hasta el fondo los salarios, pensiones y demás ingresos, mientras operaba en paralelo la liberalización cambiaria y de precios.

Así las cosas, a finales de diciembre de 2018, a solo tres meses de su entrada en circulación, ya el bolívar soberano se había devaluado en un increíble -89,3%, al pasar de los 60 Bs. X US$ iniciales a 563,98 Bs. X US$ (una variación de 840%) que fue con lo que cerró el año. Incluso para el paladar venezolano, acostumbrado como está a las cifras estrambóticas, esto se salía de proporciones. Por su parte, el salario mínimo, que había arrancado en 30 US$ (lo que oficialmente lo ponía como el más bajo del continente), al 31 de diciembre de 2018 ya equivalía a 9 US$.

Pero el punto acá, además de lo dicho, es que el Petro coadyuvó en el proceso de desplazar al bolívar de su centralidad histórica y constitucional como moneda de curso legal. Y lo mismo ocurrió con el BCV, al erigirse la Superintendencia de Cripto-activos. Por decirlo así, a ambos –tanto al bolívar como al el BCV- les fue impuesto “paralelos” no ya por parte de agentes externos al Estado (Dólar Today, banca privada, mafias cambiarias, etc...) si no, por increíble que parezca, desde el propio Estado y los hacedores de política del mismo gobierno que no solo pocos meses antes había derrotado electoralmente una propuesta dolarizadora formal (la de la dupla Henry Falcón-Francisco Rodríguez), sino además hecho una reconversión monetaria y presentado un plan de recuperación tanto de la economía como de la moneda y los salarios.

Para complicar las cosas, la mayoría de los analistas económicos del chavismo no fueron capaces de percibir el cambio, o si lo hicieron, no se atrevieron a evidenciarlo. Se quedaron pegados en el estribillo de los ataques externos a la moneda, sin evidenciar que, en todo caso, dichos ataques también eran ahora endógenos.

Tercer acto: la desbolivarización

Como quiera que haya sido, una vez que entramos en 2019 lo hicimos también en el tercer acto de este agónico proceso que tal parece a estas alturas acabará o bien en una dolarización definitiva de la economía venezolana, o bien en una anarquía de monedas y cripto-monedas tipo Zimbabue. Y este tercer acto consiste en quitarle al bolívar la única función práctica que le quedaba al bolívar en cuanto moneda: la de circular como medio de pago.

Para decirlo rápido: la política monetaria y cambiaria adelantada por el gobierno desde principios de 2019 para derrotar la hiperinflación, se anotó un gol inmediato (ralentizar el ritmo de crecimiento de la inflación) pero con un costo tremendo: el de contraer aún más la actividad económica imponiendo un severo torniquete de restricción de la masa monetaria.

Así las cosas, consideremos solo unas cuentas que ya hemos sacado antes pero que cada vez se ponen peores. Si tomamos como referencia el tipo de cambio oficial de este 07 de octubre de 2020 (441.688,40 Bs. X US$) y dividimos el total de la liquidez monetaria en bolívares circulando en la economía venezolana según las propias cifras del BCV, resulta que a la fecha toda esa masa circulante de billones de bolívares en realidad equivale a tan solo 475.901.006,22 US$.

Es decir: todos los bolívares –tanto en físico (billetes) como en formato electrónico- con los cuales opera actualmente toda la economía venezolana, no superan los 500 millones de US$...

En el caso de los billetes la cifra es todavía más escandalosa: 16.013.135,05 US$. Lo que significa que, per cápita, a cada venezolana y venezolano hipotéticamente nos tocan unos 0,57 centavos de US$, si se diera el caso que al mismo tiempo cambiáramos toda esa masa de billetes a US$ y los repartiéramos entre todos los habitantes del país.

El hecho cierto es que esto refleja lo que ha consistido la política económica de los últimos dos años y que no ha variado –de hecho se ha radicalizado- durante la cuarentena del COVID-19: sacar al bolívar de circulación con la esperanza que esto detenga la inflación, estabilice el tipo de cambio y recupere la economía, ningún objetivo de los cuales se ha cumplido.

Y es que si nos atenemos solo a lo que va de 2020, la inflación acumulada según el propio BCV es de 844%; el tipo de cambio que cerró diciembre en 45.874 Bs. X US$, va por 441.688,40 Bs. X US$, lo que representa una variación de 863%. Y en lo referente a la recuperación, vamos al séptimo año consecutivo de contracción del PIB y al segundo consecutivo cuya contracción supera el -20%.

La apuesta del gobierno durante todo este tiempo parece haber sido que se creara un circulante paralelo de otras monedas (incluyendo criptos) lo suficientemente robusto como para sustituir al bolívar. De allí su optimismo a finales de 2019, cuando la burbuja de las remesas decembrina y la proliferación de bodegones de dudosa procedencia, llevó a algunos a hablar de recuperación definitiva, e inclusive, a agradecer a la dolarización por permitir siguiera operando la actividad económica. No obstante, la llegada del Covid_19 acabó con la burbuja de forma abrupta (que igual iba a reventar) y henos aquí ahora, en el peor de los mundos posibles: sin bolívares circulando dada la desbolivarización y con una pseudo-dolarización sin dólares suficientes que la respalden.

La ley antibloqueo: ¿el turno de la dolarización definitiva?

Al principio de este texto, decía que la mejor manera (o la menos tóxica) de abordar la problemática económica venezolana, es haciendo abstracción de lo que el gobierno manifiesta que hace o hará con tal o cual política económica, para centrarse a lo que en la práctica hace (sin decirlo) o deja que se haga.

Desde este punto de vista, en los artículos a los que también hice mención al comienzo, decía que, en sentido estricto, en nuestro país no podía hablarse de una dolarización en cuanto tal en la medida que no ocurrieran dos cosas: la primera, que la banca adecuara su operación al uso de los dólares, lo que pasaba por abrir cuentas en esta moneda que no fueran solo de custodia sino que operaran como cuentas de ahorro y corriente, y además, usaran los fondos depositados en dichas cuentas para dar créditos. Y lo segundo, que legalmente se estableciera la circulación de otras monedas distintas al bolívar o decretara su sustitución por el dólar.

En cuanto a lo primero, esto ya pasó. Ya se pueden abrir cuentas en dólares, ya la banca puede prestar en esa moneda e incluso operaran cajeros electrónicos.

Y todo esto cuenta con el aval de la SUDEBAN, para los que piensan es parte de una conspiración de la cual el gobierno no está enterado. De tal suerte, a medida que se extingue el bolívar y el Petro no sale de su limbo, ya el dólar se posiciona institucionalmente como la moneda fuerte de la banca venezolana, tanto la pública como la privada.

En cuanto a lo segundo, está por verse qué ocurre en las semanas que vienen bajo el marco de la ley antibloqueo. En las versiones de la misma que circulan en redes sociales, no se hace referencia específica al tema, pero en su presentación ante la ANC sí se hizo referencia a seguir impulsando el petro “y otras cripto-monedas”, lo que es una forma de decir que se seguirá avanzando en la misma política monetaria que, como ya vimos, nos ha traído a este punto. Por otro lado, la discrecionalidad de la que inviste la ley al Ejecutivo es tal, que de querer dar carácter oficial a lo que viene ocurriendo semi-oficialmente lo puede hacer sin problemas.

Se abren entonces las apuestas: ¿terminará siendo la dolarización el gran Cisne Negro de nuestra traumática y convulsionada historia reciente?

Si nos atenemos a la tendencia recientemente según la cual lo que viene siendo de hecho termina normalizado y transformado de derecho, por increíble que inicialmente parezca, ya sabemos la respuesta.

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