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lunes, 1 de junio de 2020

Un golpe más de la clase dominante contra los trabajadores venezolanos

José Muñoz,
Militante - PCV, Municipio Sucre,
Cumaná, 1-6-20.


Ing. José Muñoz.
Sobre las últimas declaraciones y acciones a ejecutar por parte del ejecutivo nacional en materia de servicios públicos y otros bienes esenciales, entre ellos el abastecimiento de gasolina en las estaciones de servicios que atienden al parque automotor venezolano, cabe señalar que la producción de este combustible constituye un proceso complejo y costoso. La experiencia de algunos que hemos ejercido como profesionales en el ambiente petrolero así lo confirma; de allí que resulte necesario el ajuste y reajuste a los productos derivados del petróleo, pero a partir de una política progresiva, es decir, que peche con sus precios a quienes más ganan y pueden pagar más. 


Pero, antes de profundizar, debemos recordar algunas cosas que sucedieron previo a la cuarentena relacionada con el Covid-19. El dólar oficial se ubicaba en más 80 mil bolívares, y un tanque de 60 litros de gasolina de 95 octanos mostraba un costo de 60 bolívares, es decir, 1 bolivar por litro. Esto se traduce en que pagabas el tanque de gasolina con 100 bolivares y el operador de la estación de servicio estaba obligado a delvolverte 40 bolívares. Toda una visión ilógica en materia económico-petrolera, convertida en locura si se trata de intentar mantener a flote la industria petrolera produciendo a pérdidas, ya que la producción y consumo internos no eran capaces de generar ningún tipo de ganancia modesta al Estado venezolano. Esa situación se mantenía gracias a la inteligencia y apoyo de los sesudos del área económica y petrolera del país; digo esto sin sarcasmo, dada la mala gestión económica y petrolera que ha atravesado el país durante los últimos años de “revolución”. La tardía y primera reflexión y decisión, en apariencia seria (no cumplida), para revisar y corregir tal adefesio data del “Plan de Recuperación, Crecimiento y Prosperidad Socio-económica (agosto de 2018)”. Ya sabemos lo que sucedió con este. 

Los precios de la gasolina y otros productos del petróleo deben ser ajustados sin lugar a dudas, pero que los más pobres paguen lo que no tienen en su bolsillo por un servicio necesario para su movilidad es imposible de cumplir, menos de lograr que la mayoría pueda acceder al abastecimiento oportuno de un subproducto en relación con el cual somos el país número uno con más reservas de petróleo a nivel mundial. El ejecutivo emite una acción nacional dirigida a la familia que posee un automóvil y devenga hoy un sueldo de esclavo. La consecuencia inmediata: 120 litros mensuales de gasolina desde este instante tienen un costo de 600 mil bolívares, cuando el ingreso mínimo mensual es de 800 mil bolívares. Inaudito, el mundo al revés (Galeano dixit). Por su lado, el transporte privado, prestador de servicios de carga de pasajeros o bienes esenciales, puede abastecerse con un 100% de subsidio estadal para el combustible que requiera. Asi, se trata de una iniciativa neoliberal, por eso mismo nada socialista. Y es que el sector trabajador pasa a pagar el combustible que consuma, mientras los empresarios son exonerados. El sector más golpeado en estos momentos lo conforman los trabajadores, engañados cada vez que el inquilino de Miraflores lo desea hacer en un contexto donde pocos recuerdan que el salario iba a estar sujeto o anclado a ½ Petro, expectativa que solo quedó en palabras cuando a duras penas se intentó cumplir durante un par de meses, ello antes de que una mano peluda, desde el mismo alto gobierno, inventara un “segundo” Petro, dejara congelado en 80 mil bolívares al primero para que continuará sirviendo de falsa referencia al salario mínimo y allí lo abandonaron… acompañado de la hiperinflación. Más golpes contra los trabajadores. 

Estamos en presencia de los representantes de la mayor expresión política socialdemócrata que hoy vive y atraviesa la historia política de Venezuela; sucede a la vista de todos y en plena revolución post-Chávez. Se trata de acciones oscilantes entre la esclavitud de la mano de obra venezolana y las privatizaciones enmascaradas de empresas estadales a favor de un nuevo sector neocapitalista. La profundización más notable del deterioro de Pdvsa ocurrió en manos de la actual gestión presidencial; a eso contribuyeron demasiado los gravísimos actos de corrupción interna (p.e., los casos de Ricardo Ramírez, Nelson Martínez, Eulogio del Pino y decenas de altos y medianos gerentes) y las sanciones unilaterales y coercitivas por parte del imperialismo yanqui y sus aliados a partir de agosto de 2017, cumpliendo todos a cabalidad las pretensiones y edictos que salen de la boca del amo imperial. Este último acto, de orden extraterritorial, terminó de poner en jaque las operaciones de nuestra industria petrolera, sus convenios internacionales y, por supuesto, ataca de forma directa la economía de Venezuela. Somos un país de economía mono productora, multi-importadora (de Puerto) y rentista. Este cuadro clínico se presenta en compañía de los actos destructivos de la oposición venezolana fascista en contra de los activos de Venezuela en el exterior (Citgo, Monómeros, oro en el Banco de Inglaterra, entre otros). Todos estos acontecimientos hicieron que colapsara la industria petrolera nacional, mientras la esclavización de la mercancía fuerza de trabajo y la derogación de los logros alcanzados por la clase trabajadora rompen con el amor y sentido de pertenencia que antes tenían los trabajadores en sus sitios de labores, lo cual ocurrió en todos los ámbitos y, por su puesto, alcanzó a Pdvsa… nuestra principal industria está en el suelo. Más claro aún: tanto la actual administración del ejecutivo nacional, durante los últimos 10 años, como la apátrida oposición venezolana acabaron con la gallina de los huevos de oro en Venezuela: Pdvsa. 

Es necesaria la insurgencia de una verdadera revolución desde afuera y desde adentro de esta socialdemocracia que ahora aporta beneficios sustanciales a empresarios privados para el cobro en divisas de la gasolina que exporta y produce el propio Estado venezolano con dineros del pueblo, ello mientras la clase trabajadora se hunde en la miseria y esclavitud neoliberal impuesta en nombre de la “revolución”, pretendiendo que el sector más vulnerable pague las consecuencias de los oportunistas y enmascarados empresarios contrarrevolucionarios que existen en todas las socialdemocracias. Debemos gritar a viva voz por el cese de la agresión desmedida contra el sector trabajador; necesitamos una Revolución verdadera e inmediata, siendo esta la principal solución para todas nuestras penurias, y utilizando el apoyo y ayuda estratégica de aliados claves como China, Rusia e Irán para la recuperación y perfeccionamiento del sector industrial, pero con la participación y control directo del obrero, buscando recuperar nuestra economía y salvaguardando la mercancía fuerza de trabajo. 

Que la crisis la paguen los burgueses y no la clase trabajadora, campesina y popular.

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