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martes, 16 de junio de 2020

La pandemia y el sistema-mundo (IV)

Ignacio Ramonet,
Le Monde Diplomatique.

Ignacio Ramonet.
APOTEOSIS DE LA DESINFORMACIÓN

Los grandes medios silencian la solidaridad médica de Cuba mientras realizan una cobertura universal y permanente de la pandemia como nunca se había visto. Durante meses, sin respiro, los principales medios de todo el planeta nos han hablado de un único tema: el Coronavirus. Sobreinformación a la potencia mil. Un fenómeno coral, hipermediático, de semejante envergadura global no había ocurrido jamás. Ni cuando cayó el Muro de Berlín, ni con los atentados de las torres gemelas de Nueva York...

Al mismo tiempo estamos asistiendo a una guerra feroz entre diversas facciones para imponer un relato dominante sobre esta crisis. Lo que provoca una auténtica epidemia de fake news y de posverdades.

La OMS ha definido este fenómeno como infodemia, pandemia de info-falsedades. El miedo a la Covid-19 así como el deseo de sobreinformarse y el ansia de entender todo lo relacionado con la plaga han creado las condiciones para una tormenta perfecta de noticias tóxicas. Éstas se han propagado con igual o mayor velocidad que el nuevo virus. Montañas de embustes han circulado por las redes sociales. Los sistemas de mensajería móvil se han convertido en verdaderas fábricas continuas de infundios, bulos y engaños. En algunos países, se calcula que el 88% de las personas que acudieron a las redes sociales para informarse sobre el SARS-CoV-2 fueron infectadas por fake news.

Es conocido que las noticias falsas se difunden diez veces más rápido que las verdaderas; y que, incluso desmentidas, sobreviven en las redes porque se siguen compartiendo sin ningún control. Muchas de ellas están elaboradas con impresionante profesionalidad : textos impecables, redacción perfecta inspirada en los medios de referencia más respetados, imágenes muy cuidadas, sonido de alta calidad, voz grave y moderada del comentario en off, montaje y edición nerviosos y adictivos, música subyugante... Todo debe dar una impresión de seriedad, de respetabilidad, de solvencia... Es la garantía de credibilidad, indispensable para apuntalar el engaño. Y para que los usuarios lo viralicen...

Tampoco hay que olvidar que, durante esta interminable cuarentena, en un contexto de incertidumbre y emoción, y ante la necesidad real de todos por comprender la plaga y entenderla con argumentos, dos ingredientes combinados entre sí han favorecido la poderosa irradiación de las mentiras. Por una parte, la familiaridad, la confianza entre personas que comparten información en una misma red. Por otra parte, la repetición, la reiteración de mensajes de idéntica matriz. Si alguien que conozco me envía una información y si, por diversas otras vías, recibo esa misma información o versiones muy cercanas de esa información, pensaré que tiene credibilidad y que es cierta. Porque me fío de la fuente, y porque otras fuentes coinciden y la confirman. Instintivamente hasta deduciré que, mediante esos dos mecanismos (cercanía y repetición), la autenticidad de la información está verificada. Sin embargo puede ser falsa. En otras palabras, toda fake news tratará de respetar ambos requisitos para mejor ocultar o disimular su falsedad. Es una ley de la intoxicación mediática: toda manipulación de la opinión pública mediante falsas noticias debe obedecer a esos protocolos.

No es posible hacer una lista exhaustiva de las fake news que inundan nuestras redes desde que se inició el azote, pero recordemos que casi inmediatamente empezaron a proliferar diversas teorías conspirativas. Las más diseminadas afirmaban, como ya lo hemos dicho, que el nuevo Coronavirus se elaboró en un biolaboratorio secreto de China (o de Estados Unidos), y que es un arma bacteriológica para la guerra entre ambas superpotencias... Otras falsas noticias igual de disparatadas certificaban que el SARS-CoV-2 fue creado por Bill Gates... O que fue fabricado por China para exterminar a sus minorías étnicas... O que la epidemia se propagó tan rápidamente porque el virus viajaba en las mercancías exportadas por China... O que la covid-19 es una enfermedad difundida por los grandes laboratorios farmacéuticos para vender vacunas... O que las antenas de telefonía 5G amplifican y vuelven más letal al Coronavirus... O que la plaga estaba destinada a arruinar la economía exportadora, rival de China, del norte de Italia... O que ya existe una vacuna... O que el virus ya mutó...

Muchas de estas noticias falsas aún siguen circulando, replicadas al infinito por granjas de bots, perfiles de miles de cuentas monitorizadas por un sólo usuario. El objetivo es mostrar un “gran volumen” de mensajes, aparentando que mucha gente está compartiendo o comentando un tema, para manipular la percepción que se tiene de ese tema. Algunas fake news parecen inofensivas, pero otras –en particular, cuando propagan la existencia de un tratamiento milagroso o de una medicación mágica contra el virus– pueden tener letales consecuencias. En Irán, por ejemplo, las redes difundieron una fake según la cual el metanol prevenía y curaba la Covid-19. Desenlace: 44 personas fallecieron y cientos de víctimas fueron hospitalizadas por ingerir ese alcohol metílico...

Con el pánico general creado por la pandemia y millones de personas buscando desesperadamente en sus pantallas datos sobre el desconocido Coronavirus, las “burbujas de desinformación” encontraron un ecosistema perfecto para multiplicarse al infinito. Todo fue facilitado también cuando –en 2016– las principales empresas de redes sociales modificaron los algoritmos de jerarquización de los mensajes.

Desde entonces anteponen las comunicaciones procedentes de amigos y conocidos en detrimento de los mensajes emitidos por organizaciones o medios de comunicación.

En todo caso, ya no podemos ser ingenuos. Y creer inocentemente todo cuanto llega a nuestras pantallas vía las redes sociales. En relación con esto, el momentum Coronavirus constituye también un parteaguas. A partir de ahora, ante la abrumadora cantidad de noticias falsas, cada ciudadano debe conocer las diversas plataformas de verificación que están a nuestra disposición gratuitamente: por ejemplo: Maldita.es y Newtral.es, en España; FactCheck.org, NewsGuard y PolitiFact.com, en Estados Unidos; o la alianza #CoronavirusFacts, impulsada por International Fact-Checking Network (IFCN) del Poynter Institute, que reúne a más de cien plataformas de verificación en setenta países y en cuarenta idiomas; o LatamChequea que reúne a una veintena de medios de comunicación de quince países de América Latina.

Además, existen múltiples herramientas gratuitas en Internet para verificar la veracidad de cualquier fotografía difundida por las redes sociales: por ejemplo, TinEye, Google Reverse Image Search, FotoForensics que permiten importantes verificaciones como saber cuál es la fuente original de la imagen, si ya se publicó anteriormente, qué otros medios ya la difundieron, si se manipuló y si se retocó el original.

Para detectar los falsos vídeos que tanto abundan igualmente, podemos recurrir a InVid, disponible para los navegadores Google Chrome y Mozilla Firefox, que permite descifrar vídeos manipulados. También en el sitio Reverso –un proyecto colaborativo en el que participan Chequeado, AFP Factual, First Draft y Pop-Up Newsroom– podemos detectar los falsos vídeos virales de la web. Ya no hay excusa para dejarse engañar. Al menos esta pandemia nos habrá servido para eso.

¿HACIA UN CAPITALISMO DIGITAL?

Otra consecuencia comunicacional: con más de la mitad de la humanidad encerrada durante semanas en sus casas, la apoteosis digital ha alcanzado su insuperable cenit... Jamás la galaxia Internet y sus múltiples ofertas en pantalla (comunicativas, distractivas, comerciales) resultaron más oportunas y más invasivas. En este contexto, las redes sociales, la mensajería móvil y los servicios de microblogueo –Twitter, Mastodon, Facebook, WhatsApp, Messenger, Instagram, Youtube, LinkedIn, Reddit, Snapchat, Amino, Signal, Telegram, Wechat, WT:Social, etc.– se han impuesto definitivamente como el medio de información (y de desinformación) dominante. También se han convertido en fuentes virales de distracción pues, a pesar del horror de la crisis sanitaria, el humor y la risa, como a menudo ocurre en estos casos, han sido protagonistas absolutos en las redes sociales, nexo privilegiado con el mundo exterior y con familiares y amigos.

Estamos pasando más horas que nunca frente a las pantallas de nuestros dispositivos digitales: teléfonos móviles, ordenadores, tablets o televisores inteligentes... Consumiendo de todo: informaciones, series, películas, memes, canciones, fotos, teletrabajo, consultas y trámites administrativos, clases online, videollamadas, videoconferencias, chateo, juegos de consola, mensajes... El tiempo diario dedicado a Internet se ha disparado. En España, por ejemplo, desde el pasado 14 de marzo cuando se declaró el estado de alarma y el aislamiento social, el tráfico en Internet creció un 80%. Tan fuerte aumento obedece en particular al excepcional consumo de streaming de vídeo, no sólo de servicios de vídeo bajo demanda, sino sobre todo al fenómeno comunicacional más característico de este tiempo: las videollamadas vía Skype, WhatsApp, Webex, Houseparty y Zoom.

Poco conocida hasta ahora, la aplicación de videollamadas Zoom ha experimentado, en los últimos dos meses, un crecimiento jamás conocido en la historia de Internet... Desde que empezó la pandemia, es la app más descargada para iPhone. En marzo pasado, su aumento de tráfico diario fue del 535%... La han adoptado los líderes mundiales para sus videoconferencias; las empresas para organizar el teletrabajo; las universidades para ofrecer cursos online; los músicos y cantantes para crear, en grupo, sus Coronaclips; los amigos y las familias para seguir virtualmente reunidos durante el confinamiento...

Las cifras son abrumadoras. Zoom ha pasado de tener –a finales de 2019– 10 millones de usuarios activos a superar los 200 millones a finales de marzo... Para hacerse una idea de lo que ello significa recordemos que Instagram tardó más de tres años en conseguir ese número de seguidores. Antes de la expansión del Coronavirus, las acciones de Zoom costaban 70 dólares. El pasado 23 de marzo valían 160 dólares, o sea una capitalización total superior a los 44 mil millones de dólares. El virus es global pero sus efectos no son exactamente iguales para todo el mundo... En particular para el principal accionista de Zoom, Eric Yuan, que figura ahora en la lista de las “personas más ricas del mundo” con una fortuna estimada en 5.500 millones de dólares...

Otro “ganador” de esta crisis es la aplicación muy popular entre los adolescentes TikTok que registra también un incremento fenomenal de usuarios. Creada por la firma china de tecnología ByteDance, TikTok es una app de social media parecida a Likee o MadLipz, que permite grabar, editar y compartir videos cortos –de 15 a 60 segundos– en loop (o sea repetidos en bucle como los GIF) con la posibilidad de añadir fondos musicales, efectos de sonido y filtros o efectos visuales.

La cuarentena global está amenazando, a lo largo y ancho del planeta, la supervivencia económica de innumerables empresas de entretenimiento, cultura y ocio (teatros, museos, librerías, cines, estadios, salas de conciertos, etc.). En cambio, mastodontes digitales como Google, Amazon, Facebook o Netflix, que ya dominaban el mercado, están viviendo un grandioso momento de triunfo comercial. La descomunal inyección de dinero y sobre todo de macrodatos que están recibiendo les van a permitir desarrollar de modo exponencial su control de la inteligencia algorítmica. Para dominar todavía más, a escala mundial, la esfera comunicacional digital. Estas gigantescas plataformas tecnológicas son las triunfadoras absolutas, en términos económicos, de este momento trágico de la historia. Esto confirma que, en el capitalismo, después de la era del carbón y del acero, la del ferrocarril y la electricidad, y la del petróleo, llega la hora de los datos, la nueva materia prima dominante en la era postpandémica. Bienvenidos al capitalismo digital...

ECONOMÍA: UN BAÑO DE SANGRE

Por lo demás, el capitalismo va mal... Porque se cierne la perspectiva de un desastre económico sin parangón. Nunca se había visto la economía de todo el planeta frenar en seco. Los territorios más afectados –por ahora– por la Covid-19 son China y Asia del este, Europa y Estados Unidos, o sea el triángulo central del desarrollo mundial. Millones de empresas, grandes y pequeñas, se hallan en crisis, cerradas, al borde de la quiebra. Varios centenares de millones de trabajadores han perdido su empleo, total o parcialmente... Como en tantas ocasiones anteriores, los asalariados peor remunerados y las pequeñas empresas pagarán el precio más alto. Quinientos millones de personas podrían ser arrastradas de nuevo a la pobreza. Esta crisis económica, de alcance planetario, no tiene precedentes y superará en profundidad y duración a la de 1929. También excede en gravedad a la crisis financiera de 2008. La pandemia produce un rechazo general del hipercapitalismo anárquico, el que ha permitido obscenas desigualdades como que el 1% de los ricos del mundo posean más que el 99% restante. También se cuestionan los excesos de la globalización económica.

Las Bolsas, con altibajos, se han hundido: “¡Es un auténtico baño de sangre!”, gritó el broker de una empresa de gestión de patrimonio ante las pérdidas históricas de sus inversores. Los precios del petróleo han caído a abismos desconocidos. El 20 de abril pasado, en el mercado de materias primas de Chicago, el barril de referencia, West Texas Intermediate (WTI), llegó a costar -37 dólares...

Sí, menos 37 dólares, o sea, que el vendedor le pagaba al comprador 37 dólares para que éste se llevara un barril de petróleo... Un hundimiento jamás visto en la historia... Lo cual es excelente para los países importadores: China, Japón, Alemania, Francia, Corea del Sur... Pero nefasto para los Estados exportadores muy poblados: Rusia, Nigeria, México, Venezuela... Otra consecuencia negativa: un petróleo tan barato puede retrasar la necesaria transición ecológica pues ello encarece automáticamente el precio de las energías alternativas (solar, eólica, biomasa, etc.)... La economía mundial se adentra en territorio ignoto. Nadie tiene una idea precisa de las dimensiones del cataclismo. Como ha dicho Kissinger: “La actual crisis económica es de una complejidad inédita. La contracción desatada por el Coronavirus, por su alta velocidad y su amplitud global, es diferente a todo lo que hemos conocido en la historia”.

La Unión Europea (UE), por ejemplo, propuso, en un primer momento, un plan de 25 mil millones de euros para ayudar a los países miembros. Luego, el Banco Central Europeo habló de ¡750 mil millones...!

Tan gigantesca amplitud da una idea de la dimensión del desconcierto... Se estima que el PIB de los países desarrollados podría derrumbarse en un 10%... Mucho más que en la crisis del 29... Un choque brutal.

Febriles, presos de pánico, los Gobiernos practican una suerte de “keynesianismo de guerra”. Deben ayudar a los asalariados, a los campesinos, a las familias, a las empresas. Y desbloquean urgentemente sumas astronómicas para inyectarlas en los circuitos financieros con el fin de evitar la implosión del sistema económico. Para impedir también, en la medida de lo posible, que el coronavirus cause finalmente más pobres que muertos...

Pero el coste será inimaginable. Con la agravante para el Estado de que se reducirán drásticamente sus ingresos fiscales. El déficit será galáctico. A escala de la zona euro, por ejemplo, según el economista francés Jacques Sapir, el déficit alcanzará, a final de este año, un billón y medio de euros (o sea, 1.500 mil millones). Lo nunca visto. En el caso del Reino Unido –que ya no está en la UE, ni en la zona euro– el Banco de Inglaterra resolverá el problema sencillamente fabricando moneda... Lo que no pueden hacer ni Italia, ni España, ni Francia que son los Estados que mayor liquidez van a necesitar. Y que se encuentran ya super-endeudados... En estas tres naciones, la salida de la Unión o de la zona euro se va a plantear con fuerza. Porque Alemania, Austria, Finlandia y Países Bajos se negaron, durante semanas, a permitirles obtener créditos sin ninguna condición (los célebres “coronabonos”)... Cuando, en parte, los problemas de los sistemas de salud de Italia, España y Francia son la consecuencia directa de las políticas de austeridad y de los recortes en los presupuestos de los servicios públicos exigidos por esos cuatros socios “austericidas” del norte. Recuérdese que el sur de Europa, antes de ser el epicentro de la actual pandemia, fue el epicentro de las políticas más sádicas de austeridad después de la crisis financiera de 2008. Lo uno llevó a lo otro.

Europa, como unión protectora, ha fallado. El club comunitario ha sido incapaz de responder de manera conjunta y multilateral al drama humano y social que se abate sobre el Viejo Continente. La gente –en particular los familiares y amigos de los miles y miles de fallecidos– no lo va a olvidar. “Es un modelo económico empapado en sangre –denuncia Naomi Klein–. Y ahora la gente empieza a darse cuenta. Porque encienden la televisión y ven a los comentaristas y políticos diciéndoles que tal vez deberían sacrificar a sus abuelos para que los precios de las acciones puedan subir... Y la gente se pregunta: ¿qué tipo de sistema es este?”.

En un momento tan trágico y delicado –con la primera secesión de la Unión Europea (el Brexit del Reino Unido) recién estrenada el pasado 31 de enero– y ante un desafío sanitario tan crucial, el sueño europeo no ha funcionado. Y era probablemente la última oportunidad... ¿Qué destino le espera, después de la pandemia, a esa Unión Europea insolidaria con sus socio más frágiles, y carcomida por dentro por los populistas y extremistas de derecha?

El comercio internacional se ha reducido a su nivel de hace un siglo. Los precios de las materias primas se han desfondado. No sólo los del petróleo, también el cobre, el níquel, el algodón, el cacao, el aceite de palma, etc. Para las economías de los países exportadores del Sur –donde viven los dos tercios de los habitantes del planeta– es una coyuntura devastadora. Porque, al derrumbe de las exportaciones, hay que añadir además: el cese de los aportes del turismo, y la drástica disminución de las remesas de los emigrantes afectados por la pérdida generalizada de empleo en los países ricos paralizados por la plaga. O sea, los tres principales recursos de los países del Sur se desploman... Millones de personas que, en los últimos decenios, habían conseguido integrar una incipiente ‘clase media’ planetaria corren ahora el peligro de recaer en la pobreza...

Pero además, en este contexto tan poco alentador, los capitales también han empezado a desertar en masa de los países en desarrollo. Se estima que desde el 21 de febrero de 2020, fecha de la primera muerte en Italia por la Covid-19, hasta finales de marzo, unos 59 mil millones de dólares huyeron de esas naciones. Resultado, muchas monedas se han hundido: el peso mexicano perdió un 25% de su valor frente al dólar; el real brasileño y el rand sudafricano, un 20%. Y todas las importaciones, en esos países, serán ahora más caras...

En tan tenebroso contexto, lo más previsible es que, cuando pase la pandemia, varios de estos Estados, debilitados, arruinados, endeudados, conozcan fuertes sacudidas sociales... Ahí también podría haber baños de sangre... También es probable que asistamos, en ciertas regiones, a una desesperada estampida de emigración salvaje hacia el Norte... Cuyos países estarán, en ese preciso momento, lidiando ellos mismos con las dolorosas consecuencias de la peor crisis de su historia. Inútil decir que los nuevos emigrantes, convertidos en chivos expiatorios, no serán bien recibidos... Alimentarán la xenofobia y los odios de los grupos de extrema derecha en ascenso tanto en Europa como en Estados Unidos... La historia advierte que los desastres incentivan los chauvinismos y los racismos...

Para evitar semejantes escenarios de pesadilla, se están alzando muchas voces que reclaman la adopción de varias disposiciones urgentes. Entre ellas, la condonación de la deuda de los países en desarrollo que, antes de la crisis, ya tenían una deuda externa altísima. Y debían pagar, de aquí a final de 2021, según la ONU, unos 2,7 mil millones de dólares de intereses de su deuda... Muchas personalidades e instituciones están exigiendo una moratoria del pago de la deuda en favor de las naciones más afectadas.

El propio Papa Francisco ha reclamado que, “considerando las circunstancias, se afronten, por parte de todos los países, las grandes necesidades del momento, reduciendo o incluso condonando, la deuda que pesa en los presupuestos de aquellos más pobres”. También, en este contexto crítico, se está reclamando el levantamiento, por parte de Estados Unidos, de las injustas ‘medidas unilaterales coercitivas’ contra Cuba, Venezuela, Irán, Nicaragua, Siria, etc. (CONTINUARÁ).

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