Armiche Padrón,
Partido Comunista de Venezuela (PCV),
3-5-20.
“Los viejos socialistas utopistas imaginaban
que se podría construir el socialismo con otros hombres [y otros nombres se
podría añadir] que primero se formarían a
hombres buenos, limpios, magníficamente instruidos y construirían con ellos el
Socialismo. Nosotros nos reíamos y decíamos siempre que eso era jugar con muñecas,
que eso era una diversión de remilgadas señoritas del socialismo, y no política
seria”
Lenin
(1919) Éxitos y Dificultades del Poder Soviético
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| Dip. Armiche Padrón |
El
Sr. Serafino en su artículo destapa varias cosas importantes a destacar: la
primera de ellas es la concepción de la realidad que posee una fracción de la
pequeñaburguesía en el poder, basada en el idealismo y en las utopías judeocristianas
basadas en el amor al prójimo, la moralidad y la igualdad ante el Ser Supremo
(llámese dios, el jefe o la Idea); la segunda de ellas es que “oficializa” en
medio de la catástrofe económica en la que vivimos, la fractura de la
pequeñaburguesía en al menos dos sectores: la progresista y la reaccionaria.
Como diría Lenin en pleno 1917, “la gran
importancia de toda crisis consiste en que pone al descubierto lo oculto, deja
a un lado lo convencional, lo superficial y mezquino, barre la escoria política
y revela los verdaderos resortes de la lucha de clases que se libra en
realidad” (Lenin, 1917; Las enseñanzas de la Crisis). Por tanto la
situación ni es nueva en la historia de los procesos políticos ni es parte del
“modelo venezolano” y por tanto se debe estudiar de manera científica.
La
que representa el Sr. Serafino de manera rampante y con todo el descaro propio
de la institucionalidad paraestatal, cae a patadas (no encuentro otra forma de
describirlo) al ideario (sólo eso) levantado por Chávez en su momento, por
ejemplo, en torno al Poder Popular y que permitió un despertar en las masas para
la organización en los consejos comunales, los cuales se pretendía fueran el
germen del nuevo Estado por nacer. ¡Demasiado camisón para Petra! parece decir
Serafino y su banda para quienes creer en los de abajo es un “purismo ideológico” que no mide “los límites políticos concretos”. Por
éstos últimos entienden los oportunistas de derecha lograr un “equilibrio de poder (…) con los actores
económicos privados” (la burguesía pues).
Es
decir, para esta fracción el Poder Popular sirve como instrumento de
contención: para elecciones, para repartir los CLAP, para hacer encuestas, para demostrar que las “autoridades” manejan masas, pero jamás para gobernar, jamás
para opinar y mucho menos para ejercer dirección. Eso solo puede quedar en
manos de la nomenclatura, los preclaros, los estrategas, que a juzgar por los
movimientos en el Gobierno (cuando no es enroque es cambio) es un pequeño destacamento
de iluminados. Claro, como era idea de Chávez y es “constitucional”, se veía
muy feo decirlo y poco a poco las instituciones del Estado pasaron por encima
del “Poder Popular” y del Partido mismo y hoy en día son simples apéndices de
funcionarios y designados por funcionarios que son los que definen (¿o es
mentira por ejemplo que alcaldes y gobernadores definen a quien se le entrega o
no la caja CLAP pasando por encima de la comunidad organizada?) cómo se hacen
las cosas.
Esta
banda de la pequeñaburguesía, justifica los conciliábulos con la burguesía como
mecanismo para alcanzar el “equilibrio de
poder” que permita pasar esta crisis. Al contrario, los comunistas “no creemos en las palabras ni en las
promesas y no aconsejamos a los demás que crean” (Lenin, 1917; La Guerra y
la Revolución) cuando se trata de compromisos, pactos o acuerdos con la
burguesía o el Imperialismo. Ya nuestro pueblo advirtió como a cada negociación
(en política de precios por ejemplo) la burla de la burguesía no se hace
esperar y cuando no acaparan, especulan en los cachetes de los mismos
funcionarios. Sin embargo Serafino insiste en que “la política funciona así”
que es una genialidad del Gobierno insistir en “construir consensos con sectores que apuestan a su caída” así solo
se beneficien, los que “apuestan por su
caída”, es decir, la burguesía. ¿Las masas? que asuman su papel estoico de
sacrificio aprendiendo de la alta política de los serafinos.
Y
es que, para esta fracción todo se reduce a un problema de “contingencia de factores históricos y sociales siempre cambiantes”
que obligan a superar el “pensamiento
mágico” que considera que hay principios. ¡Si, así como se lee! Para ellos
los principios son un pensamiento mágico; así que todo vale y sin rechistar,
que ellos saben lo que hacen.
Para
los comunistas “El problema del Estado es
el fundamental en toda Revolución” (Lenin, 1917; La Dualidad de Poderes).
No es, como dicen los serafinos, un “problema
de relaciones de poder” que de manera abstracta les permite construir
desaciertos, justificar traiciones y pisotear legados populares. El problema
del Estado abarca la formación económico social y se centra en la lucha de
clases, no en los conciliábulos entre los sensatos oportunistas y los preñados
de buenas intenciones de la burguesía.
Los
comunistas sí creemos en las bases, en las masas y en el poder creador de los
trabajadores. Para el oportunista de Serafino en esta crisis no hay opciones
más que las cadenas de oración para rogar porque la burguesía se porte bien y
el Imperialismo no nos invada. La quiebra del país (así lo sentencia Serafino)
no da para más. Para los comunistas la salida no es conciliar con la burguesía,
para los comunistas la salida no es esperar que cada día rusos y chinos digan
algo a favor para que Trump lo piense; para los comunistas la única salida, la
real es que la clase obrera tome el poder porque es ella, y ninguna otra “la única capaz de poner fin al desbarajuste
económico y al hambre inminente” (Lenin, 1917; Proyecto de Resolución sobre
la Situación Política) Así pensaba Lenin en el difícil año 17 y la Historia
demostró que tenía razón. Para ello entregó las riendas de la construcción de
la nueva sociedad, entregó el poder para salir de la crisis a los trabajadores,
confió en ellos (…) El control obrero de la producción y la distribución es lo único que
puede salvar al país. Sólo un gobierno obrero meterá en cintura a los
capitalistas, despertará el apoyo heroico de los trabajadores a los esfuerzos
de las autoridades, establecerá el orden y un intercambio regular” (Lenin,
1917; Proyecto de Resolución sobre la Situación Política).
Si
los serafinos descansan sus esperanzas en los burócratas, en los negociadores
de corruptelas, en los preclaros de oficina; los comunistas construimos la
esperanza con el poder obrero que “se
apoya directamente en la conquista revolucionaria, en la iniciativa directa de
las masas populares desde abajo y no en la ley promulgada por el poder
centralizado del Estado” (Lenin,
1917; La Dualidad de Poderes); porque para los comunistas el Poder “no está en una ley previamente discutida y
aprobada por el Parlamento, sino en la iniciativa directa de las masas
populares desde abajo y en cada lugar” (Lenin, 1917; La Dualidad de Poderes).
La
pequeñaburguesía, en su ilusionismo heroico, no entiende “la Revolución” sin su
presencia y dirección. Su desprecio por las bases es tal que construyen un
palacete donde solo ellos cohabitan pagando arrendamiento a la burguesía.
Llegada la crisis el pánico los lleva a batir los brazos acusando al primero
que encuentren en su sueño. Solo ven pandemia, Imperio y Guaidó: solo estos
tres conceptos definen para ellos la pesadilla en que están viviendo. Para
ellos el agotamiento del modelo rentista petrolero, la dominación de la
burguesía comercial importadora, la tendencia de la caída de la tasa de la
ganancia son “distorsiones intelectuales”,
“extravíos intelectuales” de un “pensamiento fragmentado”
Por
eso, y al igual que en Rusia en medio de la crisis política, económica, social
y moral “la pequeñaburguesía (los
socialdemócratas, los socialrevolucionarios, etc) vacila, entorpeciendo este
esclarecimiento” (Lenin, 1917; La Dualidad de Poderes) Y es precisamente lo
que hoy en día los serafinos hacen a brazo partido: entorpecer la necesaria salida revolucionaria a la crisis que vive
nuestro país.
Esa
banda reaccionaria de la pequeñaburguesía, y la progresista que aún sobrevive van
desarrollando un marco de contradicciones cada vez más evidentes y objetivas.
Ambas aún viven de ilusiones pero “la
vida se encargará de destruir cada día las ilusiones pequeñoburguesas de los
socialdemócratas” (Lenin, 1917; La Dualidad de Poderes); mientras, el
proletariado debe ir asumiendo su papel en la historia o ver como el
autoritarismo (blanco, verde, amarillo o rosado) terminan imponiéndose para
garantizar el retorno formal y rimbombante de la burguesía a su Palacio de
Miraflores.
La
correlación de fuerzas cambiará. Los comunistas seguiremos trabajando para reagrupar fuerzas, para
construir una amplia alianza patriótica que nos permita derrotar la agresión
imperialista; seguiremos impulsando una unidad revolucionaria obrera,
campesina, comunera y popular que nos permita transitar de forma real, firme y
segura hacia el Socialismo, el de los trabajadores y no el de selfies,
conciliaciones y enroques de una nomenclatura agotada de tanta pesadilla.

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