Por Wladimir Abreu
Profesor de Historia,
12-03-2020
A raíz del confinamiento por la pandemia del Covid-19, el Ministerio de Educación en Venezuela suspendió las clases presenciales y orientó culminar a distancia el segundo periodo del año académico. En realidad, la cuarentena coincidió con la parte final de esa fase; pero, desarrollar íntegro el tercer y último Lapso del Año escolar 2019-2020, supondría de una infraestructura básica de Tecnologías de la Información y la Comunicación (TICs) que no existe en nuestro país.
El ministro de Educación, Aristóbulo Istúriz, informó públicamente acerca de una consulta mediante el sistema del “Carnet de la patria”, para darle una muy limitada imagen de referendo a la decisión tomada de aplicar un “Plan pedagógico” para culminar el año escolar en casa de los alumnos, a través de internet, teléfono móvil, televisión y radios comunitarias, en conjunto con los docentes.
Pero ¿cuál es la realidad del internet en Venezuela? y ¿sobre qué infraestructura tecnológica descansará la modalidad “Cada familia una escuela”?
Según los confusos datos de la Comisión Nacional de Telecomunicaciones (CONATEL), para el primer trimestre de 2019 la penetración de internet en Venezuela abarcaba el 59,9% de la población. Hay que resaltar que CONATEL incluye aquí tanto internet domiciliario así como planes de datos básicos de telefonía móvil, y todo teléfono inteligente incluye un plan de datos básico.
Además, este 59,9% de penetración del internet varía según la zona del país. En el estado Miranda o el Distrito Capital hay una penetración de 109,68% y 109,69%, respectivamente; un sospechoso superávit solo comprensible porque las personas suelen viajar a la región capital a comprar líneas de telefonía móvil y suscripciones a internet de banda ancha móvil BAM.
Pero, en esa misma estadística oficial, Carabobo presenta una penetración de internet del 47,07%; Cojedes del 47%; Zulia del 44,3%; Apure del 29%; y Amazonas del 18,19%. De hecho, según CONATEL, en la mayoría de los estados del país más de la mitad de las personas están por fuera de “la penetración” del internet.
Según la Unión Internacional de Telecomunicaciones, organismo del sistema de las Naciones Unidas, esto podría ser todavía más alarmante, ya que en su dossier del año 2018 sobre Venezuela, señala que sólo el 45,68% posee una computadora en su casa y que apenas el 33,5% de los hogares tiene servicio de internet.
Sin embargo, aun asumiendo las cifras de CONATEL, un 40% de la población del país no tiene acceso a internet. Y a esto habría que sumarle la pésima calidad del servicio y de la conectividad del internet en el país.
Según el “Informe anual 2018 de derechos digitales en Venezuela”, publicado en el portal IPYS, Venezuela posee el segundo internet más lento de toda Latinoamérica, con una velocidad promedio de 1,8 megabit por segundo (Mbps), mientras que en Perú y Argentina es de 6,3 Mbps, en Brasil de 6,8 Mbps, en México de 7,3 Mbps y en Chile es de 9,3 Mbps.
Pero, además, como casi todo en Venezuela, hay regiones que al estar más alejadas del centro político del país la calidad del servicio empeora. Estados como Trujillo presentaron una velocidad promedio en el año 2018 de 0,87 Mbps, Mérida de 0,70 y Cojedes de 0,69.
La educación a distancia usualmente es un sistema opcional para adultos, y la Universidad Nacional Abierta (UNA) puede darnos experiencia sobre esto; solo se dan ciertas carreras y la parte presencial es reducida, pero nunca se elimina totalmente.
Otros países como España, por motivo de la contingencia de la pandemia, están adaptando las clases en educación básica, media y universitaria, entendiendo que es provisional; pero España no tiene los indicadores de conexión a internet y velocidad de banda ancha en los terribles estándares de nuestro país.
El plan educativo de emergencia –que tiene más de “discurso” que de análisis serio de la realidad venezolana–, difícilmente podrá ser exitoso, tomando también en cuenta la larga crisis económica venezolana, la hiperinflación, el aumento del costo del servicio de internet y de equipos TICs, el desmantelamiento de la infraestructura del país, el cerco financiero y comercial yanqui, el deterioro generalizado de la educación, y los miserables salarios los docentes venezolanos que rondan los 9 dólares mensuales.
Todos estos son hechos evidentes de que la mayoría de los venezolanos, docentes y estudiantes incluidos, no cuentan con las mínimas condiciones para la educación a distancia como la plantea el Ministerio.
Una cosa es que los medios de comunicación presenten una programación que contribuya a elevar la cultura general de la población y promuevan el saber científico, y otra muy distinta es pretender que esto podrá subsanar las fallas de un sistema de enseñanza que lleva años en caída libre, pese a que los altos funcionarios del gobierno pretendan ignorarlo.
La realidad es que se van a perder clases y las deficiencias de los estudiantes venezolanos se ahondarán. Era más sensato asumir esto, comprender que temporalmente la urgencia es el combate al virus, y que esta pandemia tarde o temprano se superará.
Debemos asumir urgentemente la necesidad de construir un sistema educativo verdaderamente al servicio del desarrollo científico-técnico del país, dotado de las modernas herramientas que nos permitan exitosamente afrontar futuras vicisitudes y, sobre todo, entendiendo que el principal elemento del sistema educativo es el proletariado docente, el cual no puede seguir siendo la profesión peor pagada en Venezuela.
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