XIN JIYAN
telesur.net, 4-3-20
Varios comentaristas estadounidenses parecen haber desarrollado recientemente un miedo a China y a su papel en la arena internacional, sobre todo desde el brote del nuevo coronavirus, que se originó en la metrópolis central china de Wuhan y que ha llegado a más de 20 países.
Al margen de la crisis de salud pública, hay, sin embargo, otros razones por las que esos observadores están temerosos. En primer lugar, el miedo al colapso de la economía china. China es una economía importante sistémicamente para el mundo como un todo. En los últimos años, la "fábrica del mundo" se ha convertido en el mayor socio comercial de más de 120 países y territorios. Ha sido el principal contribuyente al crecimiento mundial tras la crisis financiera internacional de 2008, la cual sigue teniendo repercusiones en todo del globo. Es previsión generalizada, además, que pase a ser el mayor mercado de consumo en un futuro próximo.
Que la economía china se hunda sería, de hecho, un desastre no solo para el país asiático, sino para el mundo entero. En segundo lugar, está el temor a los perjuicios que pueda sufrir la globalización. Muchos temen ahora que, en este mundo tan interconectado, el nuevo coronavirus desemboque en una pandemia. Como argumentó un análisis reciente de Voice of America, el reto que está enfrentando China podría provocar caos en el transporte y la producción económica mundiales, así como en la vida diaria. Por no mencionar la crisis que desencadenaría en la cadena de suministro y los mercados de productos básicos y financieros. Algunos medios de información estadounidenses han hablado incluso la preocupación por que los Juegos Olímpicos de Tokio, previstos para dentro de unos seis meses, se tropiecen con problemas inesperados.
Otros analistas políticos, entre tanto, aseguran que si la impronta geopolítica de Beijing se reduce como resultado, habrá consecuencias mundiales indeseadas. El proteccionismo, el aislacionismo y la unipolaridad podrían abocar a la comunidad internacional a un territorio desconocido y muy peligroso.
En tercer lugar, y quizás lo más temible para algunos expertos estadounidenses, es la increíble habilidad de China para la movilidad social. Construir un hospital en diez días. Asegurar una ciudad con más de 10 millones de habitantes. Mantener a 1.400 millones de personas en casa bajo cuarentena. Una vez más, la eficiencia y la autodisciplina de China y su gente han demostrado estar más allá del entendimiento occidental común. ¿Cómo puede este país colosal hacer que tareas tan gigantescas parezcan tan fáciles?
Entre todos los temores y preocupaciones, los halcones de Washington a menudo los vinculan al poderoso gobierno chino. Walter Russell Mead, un comentarista del Wall Street Journal, en un artículo publicado el 4 de febrero, calificó a China como "el hombre enfermo de Asia", lo que llevó a una respuesta diplomática del Ministerio de Relaciones Exteriores de China. El artículo también provocó una petición a la Casa Blanca respaldada por miles de chino-estadounidenses ofendidos emocionalmente.
Otro artículo del WSJ fechado el 29 de enero llamó al sistema político de China "un coronavirus comunista" que "eventualmente dañará al mundo, por accidente o por intención". A medida que el virus se propaga más allá de China y los gobiernos extranjeros comienzan a imponer prohibiciones de entrada, los viajeros y las comunidades chinas en Estados Unidos se están convirtiendo en blancos de la ira y han habido algunos incidentes que intensifican los prejuicios y el sentimiento anti-chino.
Un temor más profundo, como lo expresó el asesor de políticas en Washington Michael Pilsbury, es que Estados Unidos podría perder su supremacía ante el antiguo pero en desarrollo país asiático. "Hasta cierto punto, China nos controlará y nos convertiremos en una colonia de China", dijo recientemente el investigador del Instituto Hudson con sede en Washington, citando la predicción de que la economía de China crecerá hasta ser tres veces más que la Estados Unidos para 2049.
Mientras tanto, el sentido de unidad de China y el espíritu de lucha sacado a la luz por la epidemia del coronavirus puede ser el aspecto que genera más miedo entre los espectadores estadounidenses. Desde una granjera pobre que dona todos sus ahorros para ayudar a los médicos chinos a combatir el virus; hasta miles de voluntarios que se unen a los empleados del sector público para ayudar en Wuhan; pasando por millones de chinos en el extranjero enviando máscaras y otros equipos médicos a China, el sentido de comunidad del país y su poder para unirse ante una crisis está siendo observado por el mundo exterior por primera vez.
Sin embargo, la epidemia aún no ha sido vencida, y aunque la crisis no ha terminado, ya hay al menos tres conclusiones valiosas. Primero, el mundo funciona bien cuando China funciona bien. En segundo lugar, la epidemia del nuevo coronavirus o una guerra comercial con Estados Unidos puede desacelerar la economía de China, pero no detendrá su crecimiento legítimo. En tercer lugar, China, como cualquier otro país del mundo, tiene derecho a elegir su propio camino de desarrollo.
Y si bien es cierto que, como prácticamente todas las naciones, China tiene mucho por mejorar y necesita una mejor gobernanza, estas cosas llevan tiempo. Sin embargo, lo que es seguro es que los acontecimientos recientes han demostrado al mundo, no solo la resolución y la fuerza del pueblo chino, sino también el papel vital que desempeña la salud de China en el delicado equilibrio global.
En lugar de tomar los temores generados recientemente al pie de la letra, los escépticos de China deberían verlos como oportunidades para la superación personal, convirtiendo esa negatividad en algo positivo para el bien del mundo. Solo estamos en las primeras etapas del brote mortal del coronavirus, pero el mundo ya está viendo cuánto se está uniendo China como resultado.
Como dice un viejo proverbio chino, mucho sufrimiento regenera una nación, y así podría también regenerar al mundo, si lo dejamos. Fin
No hay comentarios.:
Publicar un comentario